Atlanta

Dudas y crisis existenciales

El sol se colaba con timidez por las rendijas de la persiana, lanzando líneas doradas sobre la pared de la habitación. No fue un despertar fácil, aunque no me sentía hundida ni derrotada, había una carga invisible sobre mis hombros qué hacía que cada movimiento fuera un poco más lento, más pesado.

Había veces que me levantaba sintiéndome así, sin poder sacarme de la cabeza esa imagen: la sonrisa amable de Ethan, su voz firme, el "no" que me clavó sin quererlo. No hubo gritos, ni reproches, ni lágrimas en público, solo un silencio incómodo. Pero eso no lo hizo menos real, ni menos doloroso.

Me levanté despacio, dejando que la luz temprana me diera un poco de ánimo, aunque no bastara para borrar la inquietud que se alojaba en mi pecho. En la cocina, Clara estaba terminando de preparar el café y el aroma a pan tostado me ofreció un refugio pequeño, pero tangible.

—Buenos días Atlanta.—dijo con esa sonrisa cálida que siempre parecía ser capaz de calmar cualquier tormenta.—Hoy será un día largo, pero estoy segura de que saldrá bien.

James apareció en la puerta con una mochila en la espalda, su pelo oscuro desordenado y una sonrisa amplia que trataba de ser tan contagiosa como siempre.

—Buenos días, Atlanta.—me saludó con un guiño.—¿Lista para enfrentar el día?

Asentí tratando de devolverle la sonrisa, aunque sabía que en mis ojos se escondía esa mezcla de tristeza y preguntas que aún no sabía responder.

Mientras me preparaba para salir, los pensamientos no dejaban de revolotear en mi mente.

¿Por qué no fui suficiente?
¿Qué esperaba que hiciera diferente?
¿Volveré a sentir que merezco algo bueno?

Esas debieron ser las preguntas que se hizo mamá cuando se enteró de que papá la engañaba.

Pensar eso me deprimió más.

James me alcanzó en la puerta y sin decir mucho me tomó del brazo.

Salimos juntos, caminando entre calles que, aunque conocidas, parecías haberse transformado con la distancia. El viento movía las hojas secas y mecía mi cabello con suavidad y a pesar de las dudas sentí que al menos no estaba sola.

—¿Quieres que te cuente algo tonto?—preguntó James, rompiendo el silencio.—Cuando éramos niños, una vez intenté hacer una broma con una rana de goma en el parque, pero me asusté yo mismo y salí corriendo.

Reí con ganas, dejando que la imagen de un pequeño James con miedo a las ranas me sacara un poco de la sombra en la que estaba.

—Eres imposible.—dije sacudiendo la cabeza—siempre con tus locuras.

—¿Y tu qué?—me preguntó con una sonrisa pícara.—¿Recuerdas cuando casi te caes al río? Fui yo el héroe quien te salvó.

—Sí, y pensé que me ibas a dejar ahí.—respondí divertida.

Ese pequeño intercambio me hizo sentir mejor.

De regreso a la panadería, Clara nos esperaba con una bandeja de galletas recién horneadas y chocolate caliente. El calor del lugar, junto con su sonrisa maternal, ofrecían un refugio seguro.

—Esto es para que no te desanimes.—dijo colocando la bandeja sobre la mesa.—A veces, un poco de dulce ayuda más que mil palabras.

Sentada ahí, entre risas tímidas y miradas cómplices, sentí que las sombras qué habían invadido mi mente comenzaban a disiparse, aunque aún no del todo.

Más tarde, mientras organizaba los estantes con productos y respondía a algunos clientes, dejaba que mis pensamientos fluyeran sin resistencia. No había prisa por encontrar respuestas, solo la certeza de que las preguntas existían y debía aprender a convivir con ellas.

Tal vez no sea el fin. Sino más bien un comienzo diferente.

James se acercó varias veces durante la tarde para ver si estaba bien, aunque nunca me preguntó directamente que me pasaba.

Antes de que el día terminara, Clara me invitó a ayudarla a prepar la masa para em pan del día siguiente. Mientras amasábamos la harina con agua y levadura me dijo:

—Sabes Atlanta, la vida no siempre es justa, pero eso no quiere decir que debas dejar de intentarlo.

Asentí, sabiendo que tenía razón, pero en el fondo aún me costaba creerlo del todo.

Eda noche antes de dormir, escribí en mi diario.

No estoy rota, solo cansada. El rechazo pesa pero no me define. Mamá y papá estarán bien, donde quiera que estén. Tengo a James, a Clara y a este lugar que me recuerda quien soy. Mañana será otro día para aprender a ser más fuerte.



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En el texto hay: comedia, drama, amor

Editado: 29.06.2025

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