El sol comenzaba a ocultarse detrás de las casas cuando James apareció en la puerta, como siempre con esa sonrisa fácil que parecía un escudo contra cualquier mal día.
—¿Lista para una noche distinta?—preguntó cargando una mochila y contagiándome un poco de su energía.
Acepté sin dudarlo, sintiendo que necesitaba salir, respirar otro aire, y quizás, conocer personas nuevas.
Caminamos juntos hacia un barrio que no fecuentaba, siguiendo el eco de risas y música que se colaba por las ventanas iluminadas. La casa donde era la fiesta tenía luces cálidas y colores vivos que daban la bienvenida
Al entrar, la sala estaba llena de gente, riendo y hablando, con música suave qué acompañaba las conversaciones. James me llevó hacia dos figuras qué destacaba por su presencia.
Primero conocí a Diana, una chica que parecía irradiar energía con solo estar ahí. Su cabello negro y lacio caía con desenfado sobre sus hombros y su sonrisa era tan amplia que parecía iluminar toda la habitación.
—¡Por fin te conocemos, Atlanta!—exclamó abrazándome sin aviso.—James no para de hablar de ti, ¿sabes? Así que espero que seas tan genial como dice.
Su voz era cálida y extrovertida y aunque al principio me sentí un poco tímida, su entusiasmo era contagioso.
Luego apareció Diego, su hermano, con una actitud mucho más reservada pero igual de acogedora. Su cabello negro liso le llegaba hasta los hombros y lo llevaba recogido en una coleta baja que le daba un aire despreocupado pero ordenado a la vez. Sus ojos oscuros parecían observar todo con calma, y su sonrisa, aunque más contenida, era sincera.
—Encantando de conocerte, Atlanta.—dijo en voz baja, teniéndome la mano con una firmeza amable.
Mientras Diana hablaba sin parar, moviéndose con gracia y naturalidad entre el grupo, Diego se quedó a mi lado, escuchando con atención y soltando comentarios puntuales que demostraban su inteligencia y empatía.
La diferencia entre ellos era evidente, pero también complementaria: ella era la chispa que prendía la fiesta y el la calma que mantenía el equilibrio.
Durante la noche James me presentó a sus otros amigos, pero fue la interacción con los hermanos lo que más me llamó la atención. Diana me hizo reír con sus bromas espontáneas, mientras Diego me sorprendía con preguntas cuidadosas qué me hacían pensar sin presionarme.
Sentí que poco a poco, esa mezcla de calidez y tranquilidad empezaba a borrar la tensión acumulada por los días difíciles.
En un momento mientras Diana animaba a todos a bailar. Diego se acercó y me susurró:
—No tienes que ser perfecta para encajar. Solo sé tu misma.
Sus palabras, simples pero sinceras, me tocaron más de lo esperado.
La fiesta siguió su curso, y aunque aún me sentía un poco fuera de lugar. Sentí que esa noche era un paso adelante, que había espacio para nuevas historias y nuevas risas.
***
La fiesta había ido apagándose poco a poco y mientras la mayoría de los invitados se dispersaba hacia sus respectivas casas, Diana y yo quedamos en un rincón tranquilo del jardín, iluminado por luces colgantes que parpadeaban suavemente. El aire fresco de la noche traía consigo un silencio cómodo, como si el mundo nos diera un respiro.
Diana se sentó en un banco de madera, cruzando las piernas con esa confianza que había aprendido en poco tiempo, no parecía tener límites. Me miró con una sonrisa cálida.
—Atlanta quiero contarte algo.—dijo sin rodeos.—No sé si James ya te lo dijo, pero quiero contártelo porque me caes muy bien, quiero ser tu amiga y una amistad se basa en la confianza.
Sentí que mi corazón se aceleraba. ¿Había hecho algo mal?
—Soy gay.—dijo con naturalidad, como si me estuviera contando que desayunó.—Y no siempre fue fácil. Al principio mi familia no lo aceptaba, no entendían quién era realmente.
Sus ojos brillaban con una mezcla de tristeza y fuerza, y por un momento entendí la carga qué llevaba en sus hombros
—Pero aprendí que la vida es demasiado corta para vivirla con miedo o pretendiendo ser alguien que no eres. Por eso me dedico a disfrutar cada instante, a ser auténtica sin importar que digan los demás.
Me quedé en silencio, dejando que sus palabras se instalaran en mí con fuerza. Pensé en mis propias dudas, en como a veces sentía que tenía que esconder partes de mi para encajar.
—¿Y tú?—preguntó Diana, inclinándose hacia adelante.—¿Qué te impide ser tu misma al 100%?
La pregunta me tomó por sorpresa, pero también me invitó a mirar dentro.
Por alguna razón sentí que podía contarle todo.
—Supongo que tengo miedo... a no ser suficiente, a que no me acepten.—admití en voz baja.
Diana soltó una risa suave y me dio un ligero empujón con el hombro.
—Esucha, Atlanta—dijo con seriedad pero sin perder esa chispa en los ojos— la vida solo se vive una vez. No tienes que ser perfecta ni tener todo resuelto. Solo tienes que ser valiente para vivir como realmente quieres. Y sobre todo, divertirte. Porque, ¿de que sirve todo lo demás si no disfrutas del camino?
Su mensaje era simple pero poderoso y me hizo sentir una luz cálida creciendo dentro de mi.
—¿Quieres que te enseñe como soltarte un poco?—propuso, levantándose— La próxima vez, te prometo que te sacaré a bailar hasta que no puedas más.
Solté una carcajada.
La despedida fue tranquila, con la promesa de que era el comienzo de algo nuevo. Mientras caminaba con James hacia casa sentí que aquella noche, aunque llena de dudas, había sembrado en ni una semilla de coraje.
***
Ya en mi habitación, con las luces bajas y el silencio de la madrugada marqué el número de mis amigas. Necesitaba contarles, compartir lo que había vivido, las emociones que todavía me revolviendo por dentro.
—¿Atlanta?—saludó Serena al otro lado, con su voz suave.
—Hola chicas. Tengo que contarles algo importante.
Entre risas y pausas les hablé de la fiesta, de James, de Diego y también de Diana y su confesión.
Editado: 29.06.2025