Atlanta

Viñetas y silencios

Salí sola esa tarde, sin ningún plan específico. Necesitaba aire y un poco de espacio para organizar mis pensamientos.

Caminé sin rumbo por las calles adoquinadas del centro, hasta que sin pensarlo mucho, me detuve frente a una tienda con vitrina polvorienta y un cartel descolorido que decía: Cosmos Cómics.

Sonreí.

Ese tipo de lugares siempre me habían resultado reconfortantes: silenciosos, con olor a papel viejo y promesas de mundos alternos.

Empujé la puerta haciendo sonar una campanita.

Dentro, la tienda era un universo paralelo. Estanterías de madera hasta el techo, posters de súperhéroes viejos, figuras de acción mal acomodadas y una música suave que apenas se oía sobre el sonido del ventilador girando en el techo.

Pasee sin apuro entre los pasillos, deslizando los dedos por los lomos de los tomos encuadernados. Mis ojos se detuvieron en una portada llamativa: una chica con capa roja y una espada qué brillaba. Lo abrí sonriendo.

—Ese es bueno.—dijo una voz detrás de mi, algo baja y sin apuro.— Aunque el segundo volumen es aún mejor.

Me giré en redondo. Era Diego.

Llevaba el cabello recogido en su clásica coleta baja, la que no alcanzaba a controlar todos esos mechones oscuros qué le caían sobre la frente. Llevaba una camiseta negra con el logotipo de una banda que no conocía y sostenía en sus manos una pila de cómics gastados. Sus ojos, intensos pero tranquilos, la miraban con esa expresión que no era ni sonrisa ni desdén, solo atención silenciosa.

—¿Tú lees esto?—pregunté, todavía un poco sorprendida.

Diego alzó una ceja.

—¿Y por qué no lo haría?

—No sé.... te imaginaba más del tipo que lee libros existenciales y toma café amargo.

—Lo hago.—respondió con una sonrisa leve.—Pero también me gustan las historias donde hay capas, dragones, y portales interdimencionales.

Yo reí, más relajada.

—Es bueno saber que tienes matices.

Él dejó los cómics sobre un mostrador y se apoyó en el con loa brazos cruzados.

—¿Y tú?¿Cuál es tu súper poder secreto?

Dudé.

—¿Decir siempre la cosa equivocada en los momentos equivocados?

Diego sonrió, genuinamente.

—Es un poder subestimado.

Hubo una pausa. No incómoda, sino curiosa.

Volví a mirar el cómic que tenía en las manos y lo hojeé.

—No pensé que te encontraría aquí.

—Yo vengo seguido. Cuando el mundo real es un desastre, los mundos dibujados hacen que todo parezca más fácil.

Yo asentí. Entendía perfectamente lo que estaba hablando.

—¿Estás bien?—preguntó él acercándose, y más serio.

Me sorprendió.

—¿Por qué lo preguntas?

—No sé.... estás como.... distraída. Tienes la mirada de alguien que se está guardando muchas cosas.

Sentí un pinchazo en el pecho. Era verdad. Pero no le pareció que lo demostrara demasiado como para que alguien como Diego lo notara. Era más observador de lo que parecía.

—He tenido algunos días raros. Y también algunos buenos. Supongo que es parte del combo.

—Sí. Como esos cómics que empiezan mal y terminan siendo tus favoritos.

Me quedé mirándolo un segundo de más sin saber muy bien que decir. No había hablado tanto con él desde la fiesta. Pero aunque su voz era baja y sus palabras medidas, se sentía que Diego no hablaba por hablar, que cuando decía algo, lo pensaba.

—¿Quieres que te recomiende un par de títulos?—me ofreció.

Yo asentí, agradecida por el cambio de tema.

Caminamos juntos entre los estantes, mientras Diego me mostraba sus favoritos. Me habló de una historia japonesa sobre una chica que podía detener el tiempo con un reloj heredado de su abuela, de una historieta francesa en blanco y negro que trataba sobre el amor durante una invasión alienígena, y de una trilogía de aventuras mágicas qué había leído más de tres veces.

Yo lo escuchaba atentamente, pero también lo observaba: cómo se iluminaban sus ojos cuando hablaba de las historias, como gesticulaba poco pero con precisión, como parecía abrirse un poco más a cada paso.

Era una vista muy hermosa.

—¿Y tu dibujas?

Diego se quedó en silencio.

—A veces.—admitió—Pero solo para mí, no soy bueno mostrando lo que hago.

—Quizás deberías intentarlo.—dije sin pensar.—Mostrarte da miedo, pero también libera.

Diego me miró y algo en sus ojos cambió. Como si por primera vez me estuviera viendo realmente.

—Lo tendré en cuenta.

Cuando salimos de la tienda, el sol estaba más bajo y el aire olía a césped recién cortado. No sabía exactamente cuanto tiempo había pasado, pero se sentía distinto. Más.... curiosa.

—Gracias por las recomendaciones.—dije, sosteniendo dos cómics que había decidido llevarme.— ¿Me prestas los otros volúmenes cuando los termine?

—De nada.—respondió él—¿Y si te los presto con un café y una conversación?

Lo miré, ladeando la cabeza y después reí.

—Me encantaría.

Y con una sonrisa leve, y un gesto con la cabeza, se alejó calle abajo, dejándome con los cómics en la mano, el corazón un poco enredado y una sensación muy parecida a las primeras páginas de una buena historia.



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En el texto hay: comedia, drama, amor

Editado: 29.06.2025

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