PRIMARIA— PRIMARIA. 8:28 AM
08/01/xxx8
Caminaba por las calles del pueblo, a pesar de ser un lugar pequeño, Primaria resultaba ser bastante activa, incluso por las noches. Mientras más me internaba al centro del poblado, el número de mercaderes ascendía, todos ellos gritaban a los cuatro vientos, intentando llamar la atención de la gente.
Realmente si fuese por mí solo, sería difícil encontrar un motivo lo suficientemente sustancial como para pasar por todo ese bullicio, bueno… a menos que la recompensa fuera lo suficientemente jugosa, claro.
Iba rumbo al hogar de Anís, una chica joven que por alguna razón que desconocía, vivía perfectamente cómoda entre todo el ruido que se producía en el sitio. Una casa hecha de rocas grisáceas y una puerta de madera con un símbolo de media luna en ella, ya había llegado.
— ¡Oye chico! — a punto de tocar la puerta, la voz de un hombre a la distancia me distrajo.
— ¿Eres amigo de Anís?, ¿será posible que también te interesen este tipo de cacharros? — su voz, un tanto aguda, no me terminaba de cuadrar con respecto a su dura apariencia.
Dejé a un lado mis pensamientos burlescos, y observé desde donde me encontraba, la mercancía que tenía el hombre de frondosa barba café, mis ojos dieron un pequeño resplandor, el viejo tenía todo tipo de componentes, algunos más útiles que otros, pero que con un poco de mano de obra se podrían adaptar a mi proyecto.
— ¿Cuánto por…? — no pude terminar la pregunta, pues noté como la puerta de la casa se abrió sin previo aviso, y una mano me jaló bruscamente al interior del hogar.
Caí sentado en el piso labrado con tablones de madera, preguntándome qué demonios acababa de ocurrir, tenía la mirada perdida en el suelo, pues llevaba cierto tiempo sin dormir y un movimiento tan repentino como aquel inevitablemente me marearía.
Podía ver la piel clara de los pies descalzos de una chica frente a la entrada, que ya estaba cerrada, poco a poco alcé mi vista hasta fijarme en lo que hacía; apoyada en la puerta usando su espalda, y con los brazos extendidos a los lados, parecía que intentaba evitar que yo saliera o algo entrara.
— ¿Qué?... ¿Anís? — interrogué todavía aturdido, ella frunció los labios y asintió varias veces.
— ¡Acabo de salvarte de una buena!, ¡te recomiendo agradecerme!, una vez que empiezas a comprarle, se vuelve una jodida adicción, ¡no querrás parar!
— ¡Oye!, espera, espera, por como lo dices, no se escucha nada bien, intenta ser más clara, o confundirás a la gente — le expresé intentando hacerla caer en cuenta de lo que había dicho, pero ella solo cerró la boca un segundo y luego rompió el silencio.
— ¡De qué hablas!, ¡ese tipo vende buen material! — vociferó
Conduje mi mano al rostro. Su absoluta indiferencia a algunas cosas era de admirar, junto con su inteligencia.
Varios estantes llenos de libros que profundizaban en diversos temas nos rodeaban, luego del pequeño espectáculo de antes, decidimos continuar con lo que nos concernía. Anís era mayor que yo por tan solo algunos números, y ella siempre funcionó como mi soporte para el desarrollo de autómata. Una buena amiga que compartía gustos similares a los míos, generalmente nos reuníamos con motivos de trabajo.
Se sentó con las piernas cruzadas en la silla frente a su escritorio, pulsó un botón, y pantallas holográficas de distintas tonalidades de azul se hicieron presentes en el oscuro sótano, noté como sus ojos se perdían entre las luces.
— ¿Tienes a ATM en la mochila? — me consultó sin siquiera voltear a verme.
— ¿Qué?, oh, claro — le respondí un poco perdido, ya estaba acostumbrado a llevar el bolso de un lugar a otro, así que no había sido capaz de percatarme que lo ocupaba, ya casi parecía una parte más de mi cuerpo.
Tras tomar a autómata ella me señaló un pequeño podio donde podría ponerlo, una vez colocado, solté algunas palabras al aire y encendió, ella manejó todo desde su escritorio y el pequeño pedestal donde reposaba mi artefacto empezó a liberar destellos azulados. Mi dispositivo se reflejó en los distintos paneles, ambos éramos capaces de ver cada detalle de autómata, nada se escapaba.
— Para ser piezas sacadas de entre los desechos, tengo que admitir que las has mantenido bien — me dijo mientras bebía café de una taza que probablemente ya llevaría horas en su escritorio.
— Bueno, no fue fácil restaurarlas — devolví
Ella asintió y después revisó cada parte señalada por sus terminales, hasta que sus ojos se detuvieron en un punto específico de los datos de mi invención, luego la vi voltearse hacia mí.
— Aquí veo un error, en uno de los procesos activados por comando, específicamente, código: auto revisión, si realmente piensas implementar algo así, te diré que no será fácil, tal vez sea incluso más sencillo hacerle la verificación tú mismo.
Solo me encogí de hombros, realmente no me interesaba la dificultad, mientras fuese algo que trajese consigo algún beneficio a futuro, entonces lo haría, sin importar cuanto tiempo tardara.
Ella inspeccionó aún más el artilugio, deslizaba los monitores hacia abajo a través de un mando en su escritorio, repasó varias unidades de autómata, la mayoría de ellas eran antigua chatarra, nada cercanos a algo que se pudiese considerar tecnología moderna. Y yo lo sabía, sabía que ese hecho no era algo que podría pasar desapercibido, al menos no con ella haciendo el chequeo.
— ¡Oye!, seré sincera contigo, ambos sabemos que esta cosa está hecha con varios pedazos de basura, el generador de energía está haciendo bien su trabajo, pero las demás piezas no — señaló un punto en sus pantallas, la visión térmica mostraba sobrecalentamiento en algunas zonas.
— Los otros componentes no aguantan bien la tensión que trae el generador, ¿verdad? — completé.
— Exacto. No me mal entiendas, has mantenido bien las piezas, pero, siguen siendo primera generación.
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Editado: 05.01.2020