Atomic

Codicia

Pasaron cincuenta años de lo ocurrido, el recuerdo de lo que era el planeta solo quedaron en las memorias de mi abuelo, su forma descriptiva alabando la naturaleza a la cual no supieron cuidar, sino que la lastimaron al punto de destruirla totalmente, mi abuelo siempre decía que nunca esperó tener que llegar a contar o describir la textura de un árbol, algo tan simple para él, pero tan complicado a la misma vez. No podía no conmoverse al recordar de tan magníficos paisajes que no pudieron apreciar y agradecer.

En la guarida llegaron a rescatar algunos libros, eran tan pocos que llegabas a leer mínimo dos veces en el año, no había otro entretenimiento aparte de cartas o juegos de mesa.

Habían de diferentes tipos, de novelas de distintos géneros hasta el intento de explicación de la mecánica cuántica.

Un libro en particular me llamó desde chica la atención, era de física, en ella se podía encontrar la explicación de lo sucedido en la tierra.

En ella se alcanzaba a leer sobre el mínimo riesgo de probabilidad de una ignición atmosférica antes de la completa creación de la bomba nuclear, su porcentaje nunca fue nula, a mi entender ocurrió una reacción en cadena. La bomba se descontroló al explotar en el aire causando que no quede nada en la superficie.

La guarida fue construida unos años antes de lo ocurrido, el horror de la guerra lo perseguía a mi abuelo a tal punto de construir debajo de la casa un refugio, lo que después nos terminaría rescatando.

Era un solo comentario en el vecindario sobre lo que había hecho debajo de la casa, lo trataron de psicópata, pero apenas ocurrió lo de la bomba, al primer lugar donde se fueron a socorrer fue a la casa de él. Con el tiempo se fue adaptando el lugar a los que habitaban, se pudo agrandar el espacio para que los personas estén más cómodas ya que no sabían cuánto tiempo iba a durar el acontecimiento.

—Gina, ven, hay problemas en el comedor— me avisa Gian

Al acercarnos se puede escuchar un altercado, cruzamos la puerta donde divide el comedor con la cocina, allí se encontraban discutiendo mis padres junto a otros vecinos que antes vivían a los costados de la casa.

—Esto es indignante, ¿Cómo es posible que la cosecha se recolectó antes de tiempo? —exclaman

—No sabemos muy bien lo que sucedió— mi padre intenta que mantengan la calma, pero no sucede

—He estado trabajando semanas en esa cosecha para que un idiota despreocupado ande de egoísta.

—Al parecer hay un traidor entre nosotros.

Es la primera vez que se desarrolla esta situación, veníamos apoyándonos mutuamente todos estos años, las circunstancias lo ameritaban, no había lugar donde ir, todos los días compartíamos la cena, así las provisiones se podían repartir en partes iguales y que no haya contratiempos.

—Vamos al depósito a contar lo que queda— era parte de nuestra tarea con mi hermano el mantener la información al grupo sobre los alimentos

Éste se encontraba al lado de la cocina, pero para entrar hay que cruzar el comedor y de allí caminar un pasillo largo para dirigirse a la entrada del almacén. No había forma de describir nuestros rostros al notar el gran vacío de los estantes donde tendría que haber arroz, miel, legumbres, vinagre, azúcar, sal, algunas especias y algo de bebida alcohólica. Lo cosechado tampoco se encontraba en el sitio que debería estar, habían saqueado todo el lugar dejándonos sin nada.

Antes de poder ir a decirles que no quedaba nada, suena una alarma.

—Es de la puerta de entrada— Gian lo comenta preocupado

No esperamos más y corremos a la dirección de donde viene el escandaloso sonido.

Alternativas

Las puertas estaban abiertas de par en par. Con Gian nos apuramos a cerrarlas antes de que cualquier secuela que hubiese quedado a causa de la bomba, pueda entrar.

Nuestros padres llegan a donde estábamos nosotros, de ahí pudimos observar que la familia Müller no estaban junto con ellos, la alarma suena en todo el refugio, es imposible que no pudieran llegar a escucharla.

—¿Y los Müller?

—Creo que ya sabemos con algo de certeza quienes son los traidores.

En el momento de lo sucedido fueron cinco familias vecinales que vinieron a refugiarse aquí, Opa los había recibido, pues cenaban junto con ellos algunas veces en el mes antes de la explosión, se podría decir que eran amigos entre todos, pero ahora con la partida de mi abuelo hace unos años atrás cambió mucho el panorama.

Mi padre no estaba listo para ser un líder, siempre dependió de Opa para la toma de decisiones del grupo.

La muerte de él lo afectó mucho, tanto que cayó en depresión por mucho tiempo, mi madre fue la que lo acompañó en todo momento.

Ellos se conocieron de niños en el barrio, se gustaban desde que eran pequeños hasta que pudieron estar juntos en la adolescencia por supuesto con el permiso pedido a sus respectivos padres.

—Debemos revisar los almacenes, puede que haya quedado algo y sobrevivir con eso mientras tanto se espera la siguiente cosecha.

—Recién llegamos de ahí, no quedó nada— explico

—Se lo llevaron todo— terminando de confirmar Gian

—¿Y ahora qué haremos?

—¿Acaso ésta es la forma que moriremos? Después de todo lo que lograron construir nuestros padres.

—Vamos a calmarnos, debe haber algo que podamos hacer, sólo déjenme razonar lo que sucedió— articula mi padre con cierto grado de preocupación

—Esto no hubiese sucedido si Franz estuviese aquí— la sola mención de mi abuelo hace que se produzca en el ambiente un silencio sepulcral

Nadie se atreve a decir algo, solamente van retirándose de a uno, dejándonos a mí con Gian solos en el lugar.

—Debemos ayudar a papá a buscar una solución— planteo

—Nunca creí que pasaría algo así— exclama mi hermano—¿Por qué crees que los Müller tuvieron que llegar a esas circunstancias?

Esa pregunta también cruza por mi mente, que los llevó a tener que afrontar a lo desconocido allí afuera. Nadie en estos cincuenta años cruzó esa puerta, se mantuvo cerrada todo este tiempo, el miedo al no saber qué es lo que nos espera del otro lado causa escalofríos el solo pensarlo.