Leo había llegado a una tienda de convivencia y comprado una paleta helada de chocolate, mientras la comía verifica algunas cosas en su celular y encuentra un lugar de peleas de exhibición. Ella realmente no estaba interesada en el premio, pero quería sacar su frustración.
Estuvo a punto de decirle algo muy hiriente a una de las chicas a las que consideraba como sus hermanas, aquel grupo de chicas eran su familia. Sus padres y ellas eran lo más importante en su vida. Años atrás había dicho algo hiriente a una de ellas y por azares del destino perdió la vida antes de poder disculparse. Desde entonces juró que jamás volvería a decir algo que pudiera herirlas sin importar lo que ellas dijeran.
Sin pensarlo dos veces se subió de nuevo a la motocicleta rumbo al lugar. Al llegar descubre que el lugar luce muy elegante y llamativo, debía ser uno de esos lugares donde las peleas debía ser para algunos peces gordos que buscaban entretenimiento mientras cerraban sus tratos.
Por fortuna para ella esos lugares le daban acceso sin preguntar nada, llega a la entrada y muestra una tarjeta negra con dorado al guardia de la puerta, este se sorprende y le deja entrar. Esa tarjeta le daba libre acceso a todo. Era una tarjeta que había conseguido como León Negro, peleaba bajo ese seudónimo, pero nadie sabía cuándo ni dónde aparecería.
Peleaba regularmente para mantenerse informada de todo. El premio se lo dejaba a los organizadores a cambio de información sobre todas las personas que asistían ese día y los negocios que se hacían.
Esa noche no asistía para eso, pero le serviría para descargar su furia acumulada. Llegó a la barra y con su voz mecanizada pidió una botella de tequila corazón negro, se la entregan junto con un caballito. Se sirve su primer trago y lo tomó de golpe.
- Cuando me dijeron que el León Negro había llegado pensé que se habían equivocado.
- ¿Este lugar también es tuyo?
- Si. Me sorprendí al verte, al parecer hoy no vienes por información.
Leo mira sobre su hombro para ver a un sujeto de un traje gris a la medida, tenía cabello castaño largo y trenzado, era de barba cerrada y guapo, tenía un acento italiano. Sonreía mientras se sentaba a un lado de Leo. A unos cuantos metros se había quedado un hombre de cabeza rapada y musculoso, era el guardaespaldas personal del italiano. Leo lo saluda y este le hace una reverencia.
- No necesito información, solo quiero pelear.
- ¿Cuántas peleas?
- No tengo número Rinaldi, (tomando un trago) ¿Hay problema con eso?
Él sonríe ampliamente.
- Para nada. La última vez que dijiste eso tuviste 20 peleas al hilo. ¿Crees poder aguantar como esa vez?
- Supongo.
Ella se sirve otro trago mientras Rinaldi le habla a un sujeto para que se acerque, le dice un par de cosas al oído y se retira dejando de nuevo a ambos en la barra, El castaño pide un caballito y Leo le sirve un trago.
- ¿Una pelea marital?
- Familiar.
- Vaya, ¿padres?
- Hermanos.
- ¿Motivo?
- Básicamente me dijeron Puta.
El Italiano se ríe estruendosamente y los hombros de Leo se mueven en señal de diversión.
- Estás hablando mucho está noche.
- No estoy trabajando… (mirando su trago).
Rinaldi ve que un sujeto le hace una seña, Leo mira sobre su hombro y sabe que ya arreglaron el primer enfrentamiento. Se toma el trago y hace señas al cantinero para que le guarde la botella para más tarde.
- ¿Tengo que pagarte?
- Para nada. Puedes pedir todo lo que quieras.
- estás complaciente el día de hoy, normalmente eres Frío.
- Lo soy, pero tú me agradas. Creo que es la primera vez que hablamos tanto.
Ambos caminan hasta el sótano, al entrar había una gran bodega subterránea con una jaula al centro, dos sujetos se golpeaban brutalmente y la gente gritaba emocionada mientras muchos hombres y mujeres elegantes veían todo desde unos balcones.
Leo llega a la entrada de la jaula y deja su maleta a un lado mientras sacaban a los hombres moribundos. Del otro lado entró un hombre de dos metros, musculoso, calvo, de barba naranja y piel blanca. Se hacía llamar "Gran Rojo", la gente gritaba su nombre. Antes de entrar a la jaula un hombre le revisa con un detector de metales antes de entrar, Rinaldi le extiende su mano, Leo suspira y saca su celular, lo apaga y luego se lo entrega. El hombre con el detector se sorprende ya que no lo había detectado.
- Señor lo lamento, no se que paso.
- No te preocupes, este celular es indetectable. No fue tu culpa.
El castaño mira el celular que tiene el símbolo de una flor. Esos celulares cuestan una fortuna por unidad y todos son únicos. Leo acomoda su capucha y entra a la jaula, mira a Rinaldi.
- ¿Reglas?
- No los mates.
Leo hace calentamiento mientras escucha cómo presentan al Campeón "Gran Rojo" contra el primer Contendiente. León Negro, serían peleas en modo Survivor. Eso significaba que serían peleas consecutivas hasta que pierda, cuando eso pase el siguiente toma su lugar para seguir con una nueva racha. El récord lo tenía ella con 20 peleas al hilo.
las apuestas variaban, desde quién ganaría de ambos, cuántas peleas consecutivas tendrían, a cuantos minutos perderían, etc.
- ¿Y si pierdo?
- Haz lo que quieras.
- Estás confiando demasiado, ¿no crees?
- No me molesta confiar en tu talento. Eres el primero, espero seas el último de la noche.
Leo se siente emocionada y divertida por la situación.
Ricardo Rinaldi era uno de los mejores organizadores de eventos tanto legales cómo clandestinos, sus asistentes eran muy variados, podían ser desde empresarios, gente de la alta sociedad, mafiosos, deportistas o cualquier tipo de persona que tuviera algo que ofrecer o algo que conseguir.
Tenían 3 años conociéndose y a Rinaldi le caía muy bien su luchador estrella ocasional. No le interesaba nada de su identidad, ya que su sola presencia le hacía ganar dinero. Las pocas veces que había interactuado con Leo habían sido interesantes, incluso una vez le pidió que se deshiciera de una persona que lo estaba molestando y así lo hizo.