Si de algo me caracterizo es de ser una persona cobarde, mis amigos siempre me lo dicen, mi familia y todo aquel que ha llegado a conocerme.
¿Conocen a Piglet, el cerdito rosa que sale en Winnie the Pooh? Bueno, pues así me llaman todos: Piglet. Dicen que soy igual de asustadiza que él.
Tiene más valentía una niña de 5 años que yo y eso que tengo 16 años. Literalmente una niña de 5 tiene más valentía, un ejemplo sería mi prima Wendy.
—Tía, ya sé qué quiero ser. —Llega corriendo Wendy haciendo sonar sus zapatitos de tacón contra el piso de mármol, y detrás de ella viene caminando mi hermana Gabriela—. Quiero ser pirata. —Muestra un barco de juguete moviéndolo de un lado a otro figurando que navega en el mar.
—Muy bien, eso es perfecto —dice mi madre con un tono aburrido, le da una sonrisa de boca cerrada y alza el pulgar en modo de aprobación para fingir que le presta atención cuando en realidad está concentrada en su celular.
—¡Y seré una pirata sexy y caliente! —exclama emocionada mi prima, es entonces cuando capta la atención de todos en la sala. Mi mamá deja el celular y mira a Wendy con sorpresa, todos la miramos con sorpresa. Santo cielo, de dónde saca esas ideas la mocosa. Ni yo digo cosas así y menos delante de mi familia porque se alteran con palabras de las cuales ellos llaman “sucias”. Mi familia es muy conservadora.
—¿Qué dijiste? —le pregunta mi tía con incredulidad.
—¡Nada , ella no dijo nada —interrumpe con rapidez mi hermana. La miro con recelo, seguro ella fue quién le metió esas cosas a la niña, es algo típico de Gabriela; ella tiene tan solo 14 años y habla deliberadamente sobre temas sexuales (claro que solo lo habla cuando no están mis padres) ya la he reprendido pero no hace caso.
—Mi prima Gabriela me dijo que puedo llegar a ser una pirata sexy y caliente, ¡eso quiero ser tía! —dice Wendy dando saltitos de alegría, Gabriela palidece y le tapa la boca para que pare de hablar. Ya decía yo que ella le había metido esas ideas a mi prima. Todos en la sala, posamos la mirada en Gabriela, viéndola de mala manera y en especial mi tía, la madre de Wendy. Ahí está la consecuencia de no hacerme caso, ya la delató mi prima y ahora va a recibir un regaño por no medir su lengua.
—¡Gabriela! —Mi madre le grita, furiosa—. ¡No le andes diciendo esas cosas a la niña o te daré con la chancla!, niña sucia —advierte apuntándola con el dedo.
—Sí mamá, perdón —dice nerviosa—. Vamos a jugar. —Gabriela toma de la mano a Wendy y se la lleva rápidamente a la segunda planta.
—Estos niños de ahora ya piensan cosas de adultos, son unos calenturientos —comenta mi abuela negando con la cabeza. Miren quién lo dice, la mujer que desde los 13 años comenzó a parir y tuvo en total 19 hijos. No se lo digo porque luego me regañan por andar de “contestona”.
—Lira, cariño —me llama mi papá, volteo al extremo donde está sentado en su sillón favorito de cuero color negro, toda la sala es de color blanco pero como él es el señor de la casa, su sillón tiene que ser el destacado y prominente—. ¿Ya decidiste ir al baile de invierno? —cuestiona cerrando el periódico que estaba leyendo y se quita los anteojos.
—Emm, no quiero ir —contesto dubitativa. Él al escuchar lo que dije, enarca la ceja dándome el gesto que ya conozco: no está conforme con mi respuesta. Así que la cambio—: Es que… sí quiero ir pero no tengo un vestido para ponerme. —Mi padre quita su gesto de inconformidad para esbozar una sonrisa de satisfacción.
—Oww mi niña, no te preocupes por eso. Iremos a comprar uno y será el más bello de todos —habla mi madre con una despampanante sonrisa haciendo que las arrugas en sus ojos resalten.
—Tu madre tiene razón. Y qué bueno que decidieras ir, hija —dice mi padre, convencido. Asiento con una fingida sonrisa.
No quería ir a ese tonto baile de invierno. No me insisten en que vaya para que me divierta o algo por el estilo, sino para que gane el concurso que se hará en ese baile. No es un concurso de belleza o uno para elegir a la reina de lo que sea. Es un concurso de “la chica y el chico más destacados”, se trata de que elegirán a los mejores alumnos que hayan obtenido las más altas calificaciones de este semestre. ¿A quién se le ocurre clasificar el rendimiento académico en un baile que se supone es de diversión? Pues a los mismos maestros, creyeron que sería una nueva y mejor dinámica.
No quiero asistir porque sé que no ganaré, no soy una chica de buenas calificaciones, apenas si logro pasar. Y si yo no gano, sería ver de nuevo decepción en los ojos de mis padres. Para ellos es muy importante que yo sea alguien que destaque y no les importa el proceso, les importa el resultado. No saben qué tan mal me encuentro en la escuela porque siempre que me preguntan trato de cambiar el tema o los despisto para no decirles la verdad.
Por suerte, el baile es hasta dentro de un mes. Tengo tiempo para pensar en qué hacer, aunque no encuentro otra solución más que decirles que no puedo ganar ese concurso y así no tengan altas expectativas en mí, sólo que me da miedo decirles porque me castigarían.
En fin, decido no darle más vueltas al asunto para no estresarme aún más.
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Los días de la escuela son indeseables pero necesarios. O al menos en mi caso son necesarios ya que si no aprendo nada y sigo igual de burra no podré tomar la carrera de medicina sin sufrir. Quiero ser compositora pero mis padres me dijeron que la mejor opción para mi vida es ser doctora, así que estoy siguiendo esa opción para que estén orgullosos de mí.
Después de caminar unos minutos de mi casa al colegio, llego y me encuentro en la entrada a mis amigos: Sebastián, Mikaela, Martin y Noah. Son mis únicos verdaderos amigos, aunque soy más apegada a Noah, es el que más paciencia me tiene.
—¡Hola! —saludo a todos con un beso en la mejilla mientras me devuelven el saludo.
—Yo me voy porque ya se me hizo tarde para mi primera clase, los veo al rato —dice Sebastián y se retira.
—Nosotros nos vamos a la cafetería, nos toca clase hasta la hora siguiente. —Mikaela y Martin se van, casi siempre les toca juntos en las clases. Los despido y yo me voy con Noah hasta los casilleros para buscar mis libros.
—¿Cómo te fue este fin de semana?, te ves cansada. —Se recarga a un lado de mi casillero con las manos en los bolsillos.
—Bien en general, sólo que estoy un poco agobiada por eso de asistir al baile —contesto restándole importancia, no me apetece hablar de eso. Aunque tarde o temprano tendré que pensar en qué hacer con eso del baile, lo único seguro es que recibiré un castigo por mis calificaciones ya que de una u otra manera se van a enterar de lo mal que voy en la escuela.
—Creí que no querías ir.
—Y no quiero pero mis padres sí. —Cierro mi casillero cuando encuentro los libros que buscaba—. Bueno, ya me voy, tengo clase de matemáticas —me despido de él y me encamino a la clase.
Cuando llego al salón, entro y busco un lugar vacío para sentarme hasta al fondo. En lo que espero a que llegue el maestro, me pongo a seguir escribiendo una canción que dejé sin terminar la noche anterior. Tarareo en voz baja probando diferentes ritmos para ver cuál le queda mejor.
Después de varios minutos llega el profesor y decido prestar mi total atención, necesito concentrarme mucho en las clases y en especial en matemáticas. Detesto todas las materias a excepción de literatura y la clase extra que tomo de pintura, me encanta pintar pero no lo hago de maravilla y no lo digo sólo por modestia, no, de verdad pinto horrible. Sin embargo me encanta hacerlo y me da mucha relajación.
Ya que termina la clase de matemáticas me dirijo al salón de química. En esta clase al igual que en la de mate, soy malísima pero en esta no se me hace tan aburrida por una simple razón: está mi crush aquí. Sí, en esta clase me toca con el chico que me gusta, se llama Alessio y es taaannnn guapo, tiene una carita tierna pero siempre trae su gesto flácido ahuyentador. Es de los más populares en esta escuela, aunque a él parece darle igual.
Por lo que he visto, es muy bueno en las materias. Sólo cruzo con él en clase de química, literatura y historia, en esas materias muestra un gran desempeño, me imagino que en las demás también.
Las chicas babean por él porque aparte de guapo, tiene un aura de chico malo, aunque en realidad creo que no es nada de eso. Sí tiene un gesto frío y un aura de bad boy pero yo siento que es un chico lindo y bueno. Siempre trae su gesto de indiferencia ante todo el mundo pero en ocasiones hace unos gestos muy tiernos sin darse cuenta, claro que yo he visto eso porque lo acoso ligeramente desde la lejanía. He estado a punto de hablarle pero luego me arrepiento y no lo hago, creo que nunca lo haré.
Cuando termina la clase, maldigo. No puse atención en nada, solo pude concentrarme en lo bien que le quedaba el color azul a Alessio, él siempre viste de negro o blanco y nunca otro color. Hoy sin embargo, usó una camisa polo color azul claro y unos pantalones de mezclilla negros. Se veía taaaann bien. Bueno, con qué no se ve bien ese chico si todo le queda.
Salgo del salón y me voy a la cafetería, pido mi cupcake y leche de chocolatito. Me siento al fondo a esperar a Noah.
—Hola, Piglet —saluda y se sienta en frente de mí. No me molesto en poner los ojos en blanco porque ya me acostumbré a ese apodo.
—Hola, Noah.
—¿Viste al chico que moja tus bragas? —pregunta con burla refiriéndose a Alessio.
—¡Noah, no seas vulgar! —Me estiro en mi lugar y le doy un manotazo—. Y para tu poco conocimiento, él no moja mis bragas. Y sí, lo vi en la clase de química, y lo veré en una hora en historia.
—¡Qué bien!, así podrás hablarle.
—No. No voy a hacer eso, me daría un infarto —digo afligida.
—No seas dramática. Si no quieres hablarle, entonces ¿por qué lo acosas?
—Porque quiero saber de su vida, dah —contesto obvia—. A parte, es un chico muy interesante.
—Lira, si de verdad quieres llegar a algo más con ese bad boy, háblale. Él no es adivino como para saber de tu existencia.
—No es un bad boy, solo tiene la pinta. Y no quiero llegar a algo más con él, tampoco que se entere de mi existencia, y menos quiero ser rechazada si llegara a acercarme a él, sabes bien que es considerado por ser un chico refrigerador.
—Bien. Como quieras, Piglet —da por terminado el tema, lo cual agradezco—. ¿Quieres que te lleve a tu casa cuando termines la clase de pintura? —pregunta con la boca abierta llena de gajos de mandarina.
—No, saldré tarde porque la maestra quiere que hagamos ejercicios artísticos, ya sabes, jugar con globos de pintura y eso. Y saliendo iré al supermercado por unas cosas que me encargó mamá. —Sorbo el resto de mi leche de chocolate.
—Está bien, nos vemos mañana entonces. —Se para a darme un beso en la mejilla y se va.
Recojo mi mochila y me voy a mis siguientes clases. No puedo esperar a ir a la clase de pintura. Hoy haremos una pintura con globos, será muy divertido y obviamente manchado, solo espero no me caiga en el pelo como la última vez que mi compañero me había aventado un globo y me cayó todo en la cara y en especial el pelo, me quedó tieso y enredado casi una semana. Espero que esta vez me toque un compañero menos juguetón.