Maldigo la hora en que no guardé mi estuchera en la mochila. Por suerte traigo un lápiz con punta suelto, pero ocupo una goma.
—Oye, ¿podrías prestarme una goma? —Me giro al compañero de al lado. Quedo completamente paralizada al ver quién se encontraba ahí. Abro los ojos de par en par. Oh por Dios. No está pasando, no estoy pidiéndole una goma, no estoy con la boca abierta, bueno sí, sí estoy con la boca abierta a punto de que se me meta una mosca.
—Sí. —Alessio busca en su mochila lo que pedí sin notar que estoy mirándolo como boba, ¿en qué momento se sentó allí? ¿Por qué lo noté cuando me senté? Dios, no pensé que de cerca fuera tan guapo ni que tuviera hermosas pecas apenas visibles que se extienden desde su nariz hasta sus mejillas. Definitivamente no estoy preparada para su belleza—. Toma. —Me extiende la goma.
—Eh… Ah ¿qué? —balbuceo. Genial, lo que me faltaba. Mi mano no se mueve para agarrar la goma, tan sólo me concentro en obsérvalo.
—La goma, me la pediste. Toma. —Hace una mueca y extiende más su mano hacia mí incitándome a que la tomara de una vez.
—Gracias —susurro despegando la mirada de su cara, evitando mirarle a los ojos y agarro la goma. Dios, te agradezco por no haber hecho que me sonrojara, hubiera sido humillante sonrojarme por algo tan simple. Sólo crucé dos palabras con él y fue sin intención, fue todo, no debo alarmarme.
Me giro de nuevo en mi lugar, tratando de no mirarlo de reojo. Debo calmarme pero mi corazón está desenfrenado, parece como si tuviera taquicardia.
La maestra llega y comienza el examen. Traté de concentrarme todo el tiempo a entenderle al examen pero no pude. Constantemente miraba de reojo para ver qué hacía Alessio, y obvio él estaba como si nada mientras que yo sufría de taquicardia. No es que estemos tan cerca pero esta es la primera vez que lo tengo a tan sólo 1 metro de mí. Siempre que me tocaba una clase con él, trataba de sentarme al otro extremo lejos de donde se encontraba, nunca cerca y hacía todo lo posible para que no me descubriera mirándolo.
Mitad del salón ya salió porque terminaron el examen temprano, lo cual me ponía más nerviosa ya que a mí todavía me faltaban como 10 preguntas para contestar y ninguna de ellas entendía, eso sin mencionar que ya se me estaba acabando el tiempo. Alessio ya se había marchado hace como 10 minutos. Me estaba poniendo nerviosa, y el tic que tenía en la pierna no ayudaba a tranquilizarme pero tampoco podía parar de hacerlo. Esto es estresante.
—Chicos, les quedan 5 minutos para terminar —avisó la maestra, eso sólo incrementó aún más mis nervios. A ver, debo concentrarme, estudié esto pero no sé en dónde quedó la información en mi cerebro. ¿Por qué almaceno lo más inútil en mi cabeza y lo importante se me olvida?, eso me ha traído tantos problemas. Por más que intento estudiar, no se me graba nada.
Forzarme a sacar las respuestas de mi cabeza no estaba funcionando, así que decidí contestar al azar. Escribí las respuesta con palabras “cultas” que ni yo sabía su significado pero que sonaban profesionales, y así se llenaban los renglones y quedaba como que sabía mucho del tema. Me paré a entregar el examen y regresé a mi asiento por mis cosas, guardé todo en mi mochila y fue cuando me di cuenta de la goma de Alessio, no se la entregué. Pues claro que no se la entregué, se me olvidó dársela antes de que se fuera, ni siquiera recordaba que debía dársela. Qué bruta.
¿Se la daré o no?, dársela implicaría hablar con él aunque sólo sea para devolverla, y no dársela implicaría ser una ladrona de gomas. No pienso hablar con él pero tampoco ser una criminal.
Ay ya, da igual. Es sólo una goma, puede comprase más, no es como que esta fuera la última del mundo, a diario se fabrican.
Salgo del salón y voy a las canchas para mi última clase, por fortuna hoy sólo me tocaron dos clases: inglés y la de ahorita que es educación física, otra clase que detesto. No soy buena en ningún deporte. Demonios, no soy buena en nada. Desearía tener una habilidad destacable como: ser bonita, inteligente, nerd, astuta, o tener un buen cuerpo, o poder tocar mi codo con la lengua, tener unos ojos de color poco común, o ser aventada, tener un talento. No sé, algo destacable, no cuento con nada. Sí sé componer canciones y me encanta así como cantar, pero no soy buena cantando. No es modestia, es la realidad. Me apasionan muchas cosas pero eso no quiere decir que sea buena en eso.
Voy a vestidores y me cambio a un pans y blusa holgada, dejo mis cosas en el casillero y salgo.
Corro hasta donde están todas las chicas y el maestro. Veo a Mikaela y voy hasta su lado.
—Hola, Mika —la saludo sonriente.
—Hola, Lira. Oye, estamos organizando un equipo nuevo de porristas, sabes que el anterior ya se acabó, así que nos toca a nosotras este año. Seré la líder y quería ver si quisieras unirte.
—Mmm… no es lo mío, pero gracias por considerarme —contesto. La verdad me da vergüenza andar en mini falda y top. Además de que bailar me da mucha pena y no soy ágil, sería una sentencia de muerte unirme a ellas.
—Vamos, será divertido —insistió—. Sé que te da pena mostrar tu cuerpo pero no te vas a encuerar.
—Sí pero en serio no es lo mío. Además de que no me gusta ser el centro de atención de todos, sería morirme de vergüenza y lo arruinaría, todos me criticarían —digo incomoda.
—Como quieras, Lira. —Pone los ojos en blanco—. Pero si cambias de opinión, hay un lugar para ti, ¿de acuerdo?
—Está bien, gracias. —Damos por terminada la conversación y nos ponemos a hacer los ejercicios que da el maestro.
Cuando terminamos, Mikaela y yo nos vamos a cambiar. Mientras ella se da una ducha en los baños, yo me cambio y sólo me lavo la cara. No me gusta bañarme aquí. Por fortuna esta ya es mi última clase, de aquí iré a esperar afuera de la escuela a que Noah termine su última clase para que él me lleve a casa. No me apetece ir en autobús y menos ahora que está lloviendo demasiado por las tardes, no quiero mojarme. Ahorita no está lloviendo pero sí está bastante nublado, una mala señal para mi ropa seca.
Termino y me despido de Mikaela. Voy hasta la salida de la escuela y cuando salgo el viento hace que mi pelo revolotee con fuerza haciendo que se me pegue a la cara, con estos vientos tan fuertes siempre se me esponja el pelo como bruja. Aparto mis greñas enredadas de la cara y busco un lugar para sentarme en el pasto hasta que encuentro a Sebastián sentado debajo de un árbol leyendo con demasiada concentración un libro. Me acerco hasta él y me siento a su lado, espero no nos caiga un rayo por estar debajo de un árbol.
Observo alrededor como están pequeños grupitos conversando animadamente, unos comiendo, otros leyendo, etc. Sigo observando hasta que reconozco entre todos a alguien, alguien que hace que mis nervios se disipen cada vez que lo veo: Alessio. Está sentado conversando con una chica que desconozco, una chica extremadamente bonita de pelo rojo y rizado, no debería pero verla a ella y compararla conmigo acaba de bajarme la autoestima.
Por fortuna está muy lejos de donde estoy yo, así que dudo que me note de primera. Dejo de prestarle atención y disfruto de lo fresco que está aquí y de la tranquilidad.
—Sebastián. ¿Qué lees? —Subo mi mochila a mis piernas, cierro los ojos y recargo la cabeza en el árbol.
—Romeo y Julieta —contesta. Hago una mueca de disgusto.
—¿Sabes el final, cierto? —pregunto sarcástica.
—Sí, precisamente por eso me interesa el libro.
Pasamos unos minutos en silencio hasta que me decido por preguntarle algo, sé cuán sincero es él, en ocasiones es tan sincero que llega a ser inapropiado. Él es el único que conozco que dice las cosas tal cuál las piensa y si le preguntas algo te contestará con demasiada sinceridad, justo lo que necesito ahora.
—¿Sebastián? —Respiro hondo.
—¿Sí?
—¿Crees que soy bonita? —Pregunto soltando todo el aire contenido, abro los ojos y me enderezo. Él despega su atención del libro, frunce el ceño y me mira directo a los ojos, escudriñándome.
—¿Tú qué crees? —Arruga aún más el entrecejo.
—Que no —contesto con una mueca, encogiéndome de hombros.
—Y tienes razón —admite.
Bien, yo quería sinceridad y la obtuve. Ya lo sabía pero pensé que a la vista de los demás me veía mejor de lo que yo me veo.
—¿Y crees que soy inteligente? —Vuelvo a preguntar, sé la respuesta pero siempre es mejor confirmarla.
—No —dice simple—. ¿Estás teniendo un bajón de ánimo? Porque si es así, entonces hacerme preguntas te hará sentir aún peor por mis respuestas.
—Es que… estoy pensando qué tendría yo que a alguien más le pudiera interesar. —Miro hacia la chica que sigue conversando con Alessio—. ¿Y si yo fuera así de bonita como ella, Alessio se fijaría en mí? —Sebastián gira hacia donde miro y observa detenidamente a la pelirroja.
—No puedo asegurártelo. Ser bonita o no, no te garantiza una relación amorosa.
—¿Estás diciendo que Alessio dejaría a un lado a una chica como ella para estar con una chica como yo? —Suelto una risa sarcástica por lo absurdo que eso suena.
—No es lo que digo. Lo que quiero decir es que tú puedes ser muy bonita físicamente pero con esa carácter que te cargas, Lira, no enamorarías a nadie. Ahora, agrégale que no eres bonita y que tu personalidad y autoestima es de lo peor, menos enamorarías a alguien. —dice mirándome directamente. Desvío la mirada para que no note que se me aguaron los ojos—. Lira, eres débil y cobarde, prefieres evadir que enfrentar situaciones, tu miedo te domina y te impide avanzar, siempre dudas y nunca te valoras, eres insegura. Suena cruel lo que te digo pero no voy a suavizar las palabras para que no te des cuenta de lo que estás haciendo contigo.
—¿Crees que no sé que soy como dices? —Digo con los ojos llorosos—. Lo sé perfectamente porque todos los días me lo recuerdo, porque todo los días me traigo yo misma los problemas por ser tan idiota y estúpida. Pero no puedo cambiar, ¿Crees que no quisiera ser valiente, enfrentar mis miedos, y cambiar todo lo que soy? Todos los días deseo ser alguien más, Sebastián.
—Desear no es suficiente, Lira —dice neutro—. Si de verdad quieres cambiar, tienes que accionar. Deja de rogarle al aire que por arte de magia se cambien tus defectos. Si realmente te gusta ese chico, atrévete a hablarle, él no vendrá y te jurará amor eterno cuando ni siquiera te conoce. Quieres todo y no haces nada.
Lo miro enojada, apretando los puños para contenerme. ¿En serio piensa que no hago nada?
—¡¿Quieres que haga algo?! —Asiente tranquilamente sin importarle mi estado de alteración—. ¡Bien! —zanjo furiosa con el color subiéndome a la cara y con un ligero temblor en las manos por la rabia, con el corazón latiendo a mil y la respiración agitada. Me levanto torpemente y camino decidida como nunca antes hacia Alessio