Atrévete

Capítulo 6

No sé si mis oídos me estaban jugando una mala pasada o si de verdad estaba escuchando un fuerte sonido de tambores que atormentaban mi cabeza, como si estuviera a punto de cometer la más grande acción de mi vida.  

Bien, yo puedo. Le demostraré a Sebastián que sí puedo, a pesar de que me estoy muriendo de los nervios y aún así estoy caminando firme y con mirada decidida hacia Alessio.  

Vamos, Lira, no es la gran cosa. Sólo acercarte como una chica segura de sí misma, háblale de forma común como lo harías con tus amigos.  

Estoy a tan sólo unos pasos de él, conforme más avanzo siento una descarga de adrenalina extenderse por todo mi ser. No sabía cómo me veía; enojada, asustada, nerviosa, inquieta o una combinación de todas, el punto es que hasta me están dando ganas de orinar.  

Alessio continúa hablando con esa chica pelirroja sin notar ninguno de los dos que voy a grandes zanjadas hacia ellos, para seguramente sufrir una humillación pero una humillación necesaria si quiero dejar de ser cobarde.  

Me posiciono frente a ellos, pongo las manos en la cadera y trato de relajar mi cara para que no parezca loca. Mientras trato de mantenerme firme como si no estuviera pasando por un revoltijo de nervios, mi estómago se contrae dándome las ganas de vomitar. Permanezco unos minutos literalmente frente a ellos, pero siguen sin notarme, continúan hablando como si yo no estuviera parada frente a ellos como tonta. 

Carraspeo por lo alto para hacerme notar. Es entonces cuando ellos paran de conversar y me miran. Dios, pero qué estoy haciendo. 

—¿Se te ofrece algo? —inquiere la pelirroja, mirándome despectivamente. En cambio, Alessio no tiene gesto alguno.  

—¿Yo? —Me señalo—. Eh… no, no… o sea sí —balbuceo. Qué humillación, a veces es mejor no decir nada que hablar como bruta. Por favor, que no estén pensando que soy una tonta.  

—¿Entonces eso es un sí o un no? —Pregunta la chica con una sonrisa de medio lado, mirándome de arriba abajo. Con esa mirada de ironía que tiene ella, me hace querer esconderme por siempre en un agujero. Es intimidante. 

—Emm… ¿sí? —contesto o más bien pregunto insegura. Que alguien me dé un zape por favor. La pelirroja empezó a reírse con ganas que hasta se limpió lagrimas de tanto reír. Eso sólo me hizo sentir peor, ¿se ríe de mí?, ¿tan patética me estoy viendo? 

—De acuerdo. Mejor me voy. —La chica se levanta y se sacude levemente la parte trasera de su vestido. Pero antes de irse pasa muy cerca por mi lado y sin mirarme susurra—: Suerte. 

¿Qué? ¿Suerte? ¿Suerte para qué?, no pude decirle nada porque ya se había ido. Y no sé si que se fuera me favorecía para estar a solas con Alessio o me perjudicaba porque estoy SOLA con él. De cualquier lado por donde se viera, me traía unos nervios que hasta la piel se me ponía chinita.  

Alessio se queda viendo en la dirección por donde se va la pelirroja y después de varios minutos vuelve a mirarme, sin gesto alguno; ni disgusto, enojo, tristeza o felicidad. Nada, y eso sólo me pone más ansiosa. Pasamos quién sabe cuánto tiempo mirándonos directamente a los ojos sin decir absolutamente nada, incluso dejé de parpadear, estaba muy tensa. Me paralizo por segunda vez en el día. No sabía si me había quedado congelada porque no movía ninguna extremidad y lo único que escuchaba era mi respiración agitada y pulso acelerado, todo lo contrario a él que está relajado y parece estar esperando a que yo emitiera palabra alguna.  

Por qué no pensé antes qué decir en lugar de venir como fiera sin analizar bien lo que estaba haciendo. Actué muy impulsivamente y ahora no sé qué hacer para no aumentarle sazón a esta vergüenza.  
Primero hubiera pensado sobre qué le hablaría y después venir con él ya preparada para no hacer el ridículo que estoy haciendo precisamente ahorita al quedarme inmóvil.  
Lira, di algo por el amor a Cristo. Aunque sea sólo muévete, huye, corre y ya. ¡Pero haz algo! 

Me doy una cachetada mentalmente y al fin reacciono. 

—Eh… Hola —saludo con una forzada sonrisa.  

—¿Se te ofrece algo? —Pregunta enarcando una ceja.  

—Mmm… —Todas las neuronas en mi cabeza se ponen a operar a una velocidad enorme para buscar una buena respuesta y no quedar como tonta, incluso hasta siento que sale humo de mi cabeza—. ¿Hablar? —Definitivamente mis neuronas no operaron bien y quedé como tonta. Qué ganas de golpearme el cerebro pero no lo hago porque luego me muero. Y morirme no es una solución, de ninguna manera moriré en frente de mi crush, sería aún más vergonzoso. Dios, pero qué cosas estoy pensando, se supone que debo concentrarme en decir cosas coherentes.  

Él frunce el ceño y me analiza detenidamente. ¿Por qué todos me miran así cada vez que algo sale de mi boca? 

—No entiendo. —Su semblante se pone serio. 

Vamos, sólo preséntate y haz que surja la conversación de manera fluida. 

—Soy Lira y estoy contigo en varias clases —digo con un ligero temblor en la voz que espero le haya pasado desapercibido. Esperen… ¿Decirle que estoy con él en varias clases, no sería demostrar indirectamente que lo he estado acosando? No creo, espero que no. 

Él no dice nada, sólo se queda con el semblante serio y mirándome con demasiada intensidad que hasta incomoda me pone. ¿Sabrá que su mirada es realmente intimidante? 

—Ok —dice sin más, simple y ya. Busca algo en su mochila y veo que saca su teléfono, se concentra en él e ignora mi presencia, ¿será que ya lo aburrí?  
Piensa, Lira, dile otra cosa. Su mochila… ¡Ya sé! 

—Oye —llamo su atención y vuelve a alzar su cabeza ligeramente para verme—, se me olvidó entregarte la goma que me prestaste en la mañana. 

—No importa. —Se encoge de hombros, restándole importancia. ¿Qué no se da cuenta de mis intenciones de iniciar una charla? 

—No. Sí importa, te la quiero devolver. —Volteo mi mochila y busco en el bolsillo delantero la goma que guardé con mucho aprecio—. No quiero ser una ladrona de gomas. —Río entre dientes, él en cambio no se ríe, ni siquiera sonríe. Carraspeo, incomoda. Le extiendo la goma. Alessio estira su mano, la toma y la guarda para después regresar de nuevo a su teléfono, ignorándome otra vez—. Mmm… ¿Puedo sentarme?  

¡SÍ! ¡¿Saben quién dijo eso? YO. Quiero gritar de emoción, acabo de pedirle sentarme a su lado.  Repentinamente una ola de emoción y alegría me invaden, haciendo que me sienta muy bien y muy satisfecha e incluso con mayor seguridad. Disimulo una sonrisa. Espero Sebastián esté viendo como aún no he huido. ¿Saben lo que esto significa? Significa que estoy siendo valiente, oh mi Dios, estoy haciendo algo valiente. Insignificante para todos pero importante para mí. Noah ahorita me estaría diciendo dramática y no niego que lo soy, lo soy y mucho.  

—Si quieres —dice con indiferencia, sin mirarme. ¡¿Escucharon eso?! ¡¿Me dijo que sí?! No sé si avispas o mariposas pero una de ellas o ambas empezaron a revolotear en mi estómago, haciendo que tuviera náuseas. Ahora sí sonrío sin contenerme y casi me ponía a saltar de alegría pero en eso sí me contuve. En cuanto le cuente a mis amigos, voy a saltar y a chillar de felicidad, a expresarme todo lo que quiera.  

Con un temblor en las piernas me senté torpemente a una distancia prudente entre él y yo, tampoco quiero sofocar, ni siquiera doy crédito a estar tan cerca de Alessio, hoy podría ser el mejor día de mi corta vida, nunca había sentido tantas emociones juntas y agobiantes pero significativas y de rara manera son hermosas.  

¿Y ahora qué digo? ¿Le hablo del clima, de su atuendo, o de fútbol? ¿Le gustará el fútbol?, a mí no me gusta el futbol pero si le gusta a él, entonces yo podría fingir como que me interesa. Vamos, sólo tengo que seguir los pasos de conversaciones como cuando conoces a una nueva persona, lo malo es que yo no conozco muy seguido personas.  

—Y… ¿Te gusta la música? —pregunto por lo bajo, tratando de no mirarlo demasiado a pesar de que quisiera quedarme por mucho tiempo admirando cuán guapo es. Ciertamente, su guapura no me ayuda a aligerar mis nervios.  

—Sí.  

—¿Qué géneros? —vuelvo a preguntar, sacándole conversación. De verdad que quiero conocerlo pero su tono indiferente y cortante me hace sentir insegura e intimidada. 

—Rock y ópera.  

—¡Qué bien! —exclamo con fingida impresión, la verdad no me gustan esos géneros pero puedo decir que sí para que se interese en mí y piense que tenemos cosas en común—. A mí también me gusta la ópera, me encanta Luciano Pavarotti ¿y a ti?  

Dios, espero que no me pregunte qué canciones me gustan de ese cantante porque ni lo conozco, sólo sé que es el cantante de ópera favorito de Sebastián, por eso es que me sé su nombre.  

—Me gusta Andrea Bocelli —contesta, esta vez, sí apartando la vista de su teléfono, y mirándome detenidamente a los ojos como si estuviera escudriñándome detenidamente y sin disimulo. Trago saliva, nerviosa.  

—¡Ah, sí!, también me gusta ella, sí, Andrea Bocelli —digo agitando nerviosamente las manos y asintiendo furtivamente con la cabeza. Él arruga el ceño, se inclina un poco hacia atrás y apoya sus manos en el césped, recargando todo su peso en ellas. Dios, cómo puede acelerarte el corazón el simple movimiento de alguien. Ya no sé cuántas veces llevo tragándome la saliva.  

—¿Ah sí? —pregunta ladeando levemente la cabeza y entrecerrando los ojos. Y creo, creo que pude atisbar una muy poco perceptible sonrisa de medio lado, pero fue un momento muy fugaz en que sucedió eso, así que no sé si fue mi imaginación o si de verdad pasó.   

—Sí sí, ella ufff… me fascina. —Espero haber sonado creíble. 

—¿Y cuál es tu canción favorita de Andrea Bocelli? —inquiere con una ceja levantada. Dios no, tengo ganas de zapearme con un sartén, me va a descubrir en la mentira. Que me den el premio a la líder de las brutas ganadoras a las mejores brutas.  

Tengo que desviar el tema, al parecer ya se interesó en mí o más bien en los gustos que mentí que tengo. Qué patética soy. De verdad que tengo una nuez chiquita por cerebro.  

—Mmm… ¡Pero vamos! No hablemos de mí sino de ti. —Evadí la pregunta con el gesto más natural y desinteresado que pude haber hecho, como si no estuviera queriéndome orinar por el nerviosismo—. ¿Cuál es la tuya? —pregunté en un murmuro tembloroso.  

—La mía es Because We Believe. 

—¡Qué casualidad! ¡Esa también es mi favorita! —digo con sorpresa y emoción, abriendo la boca en una enorme “O”—. Tenemos muchas cosas en común —comento, riendo entre dientes. Él por el contrario, se queda mirándome con recelo. ¿Se habrá dado cuenta de que miento?  

—Me lo imaginé —dice con un tono parecido a la ironía, no sé muy bien cómo interpretarlo pero no me da buena señal—. Por cierto; Andrea Bocelli no es “ella”, es “él”. Pero claro que eso tú ya lo sabías ¿no?, después de todo es tu cantante favorito así como la ópera te encanta.  

Oh oh 
 



#32629 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, amoradolescente

Editado: 01.12.2020

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