Atrévete

Capítulo 9

Al día siguiente, desperté extrañamente animada, ni siquiera sabía la razón y no tenía motivos para estar tan emocionada, sin embargo no le pensé mucho sobre el porqué estaba así, sólo lo disfruté ya que estos últimos días habían sido pesados y muchas cosas habían sucedido en menos de una semana, decidí permitirme estar así de animada y feliz. Pero claro, esa sensación se fue al pasar las horas y los sucesos.  

Hoy iba a ser un día largo, no me entusiasmaba la idea de ir por mi vestido en la tarde junto a mi hermana y mi madre, sí, según palabras de mi madre hoy sería un “día de chicas”.  

Justo ahora estoy con Noah, Sebastián, Mikaela, y Martín. Estamos como siempre en la cafetería para discutir nuestras novedades, y la novedad de hoy es exactamente mi situación de ayer con Alessio. Noah mencionó la “gran” idea que me dijo a mí ayer, y todos están de acuerdo con él y con que haga eso de pedir la cita; ya me negué tantas veces que he perdido la cuenta, parece ser que la única persona cuerda aquí soy yo.  

—No, ya dije que no, es que acaso no entienden mi “idioma negación” o qué —volví a desistir. Todas sus sugerencias me sonaban a humillación para mí. Quizás exageraba pero vamos, soy dramática y serlo siempre me ha servido para mi supervivencia. 

—¡Ya sé! —exclamó Mikaela, genial, ahora dirá otra idea—. Y si hacemos una lista, una lista que contenga pasos para que Lira comience a gustarle al refrigerador atractivo —sugiere, con un tono de emoción. Sí, ahora le decimos a Alessio “el refrigerador atractivo”. Creo que quizás pudimos buscarle un mejor apelativo, pero a la vez sí le queda ese de el refrigerador atractivo, son sus dos más destacadas características: frio y atractivo. Qué mejor que esa descripción.  

—¿Qué? —pregunto, aturdida, no entiendo por qué una lista. 

—Escucha, podemos crear una lista con pasos que tú seguirás para lograr gustarle a Alessio. Llamaremos a la lista “operación gustarle al refri” —chilla, gesticulando con las manos. No tardo ni un segundo en protestar. 

—Pero te has vuelto loca —expreso, boquiabierta—. No habrá ninguna lista de lo que sea —dictamino. Últimamente les digo a todos que están locos pero es que sus sugerencias no son aptas para mí y no lo entienden.  

—Perooo, ¿por qué? —pregunta Mikaela, haciendo un mohín. 

—Porque no —zanjo—. Porque eso es muy tonto, malo, y… tonto. No habrá ni seguiré una tonta y patética lista para gustarle al refri… digo, a Alessio. 
 

                                  ~~~~~~

 

Cuando terminaron las clases, mi madre y Gabriela vinieron a recogerme en el auto de mi padre.  

Mi papá nos llevó hasta el centro comercial y dijo que le llamáramos cuando ya nos quisiéramos a ir para que viniera de inmediato por nosotras.  

Apenas entramos, Gabriela corrió sin riendas hacia la tienda de caramelos. Compramos Dulces y de ahí fuimos a comer una pizza. 

Cuando terminamos de comer, visitamos las tiendas de cosméticos; yo no soy de maquillarme porque no sé pero mi madre insistió en comprarme algunas cosas básicas para pintarme ese día del baile. De ahí fuimos a todas las tiendas de vestidos. Gabriela rápido aprovechó para pedirle a mi madre que le compara un vestido pero ella no quiso comprárselo, lo que ocasionó un berrinche de mi hermana.  

—Maaaaamá —rogó por enésima vez Gabriela—. A Lira si le vas a comprar vestidos y a mí no me quieres comprar nada. 

—Ya te dije que no —le negó mi madre otra vez.  

—¡Es que eso no es justo! —Dio un pisotón, se cruzó de brazos, y empezó a refunfuñar. 

—¡Ya compórtate bien Gabriela Cesarín! —la regañó. Mi hermana se enojó aún más. 

—¡Mamá! —volvió a chillar, con la cara roja—. ¡No me llames así!  

A Gabriela siempre le enojaba que le llamaran por su segundo nombre, no se lo podías ni mencionar porque ya se ponía muy roja e inflaba los cachetes. Siempre me pareció gracioso que se enojara, la hacía ver tierna. Ella piensa que cuando se enfurece se ve como un jaguar muy peligroso cuando en realidad se ve como un gatito muy tierno.  

Mi madre siempre para molestarnos nos llamaba por nuestro segundo nombre, era como un advertencia. Mi segundo nombre también me da mucha cosa, es Salirija. Debería ser un pecado el poner nombres así. Lira Salirija, Dios, sólo espero cumplir los 18 para poder cambiarme ese nombre o quitármelo. No sé en qué estaban pensando mis padres cuando nos pusieron nombres así, no pensaron en la vergüenza que pasaríamos, e incluso en el bullying que sufriríamos. Aún recuerdo que en la primaria no paraban de burlarse de mí cuando decía mi segundo nombre, afortunadamente después ya no me dijeron nada y eso porque traté de nunca más mencionarlo. Me imagino que igual le ha pasado a Gabriela y por eso se enoja tanto.  

Continuamos viendo los vestidos, no lo voy a negar, todos eran hermosos, pero no me sentía cómoda usándolos. Es como si toda esa preciosa tela brillante no combinara para nada conmigo. Incluso sentía que al vestido le repulsaba tenerme como dueña.  

A pesar de que elegí el primero que vi para no tener que probarme como mil vestidos, mi madre se negó y efectivamente me hizo probarme quién sabe cuántos vestidos, ella sólo me los extendía en el probador y yo salía a que mi mamá los viera y decidiera si ese era bueno para mí o no. Pues al parecer todos los vestidos no eran para mí porque todos los rechazó.  

Salimos de esa tienda y así continuamos con al menos otras tres, la verdad es que cualquier vestido era hermoso pero a mi madre no le convencían, así que seguí probándome muchos hasta que ella se decidiera.  

Quién sabe cuántas horas llevábamos ya, sólo pensaba que ya se estaba haciendo de noche, cosa que mi madre no notaba porque en las tiendas comerciales siempre te hacían sentir que era de día; su gran iluminación, el ambiente que daban todas te hacían perder la noción del tiempo para que compraras mucho.  

Es una muy buena estrategia para que las personas se engañen pensando que era temprano porque la gran iluminación lo hacía parecer así, y cuando salían se daban cuenta de que ya era muy noche y que no se dieron cuenta de todas las horas que estuvieron comprando. En definitiva esa estrategia servía mucho con mi madre ya que le llevaba repitiendo que se había hecho de noche y aun así seguía sin hacerme caso.  

Ya me dolían los pies y quería irme a casa, pero mi madre seguía empeñada en encontrar el vestido ideal; ni siquiera hay uno ideal, cualquier vestido que me ponga es igual, sólo cambia el diseño y color.  

Llegamos a la cuarta tienda, y al parecer esa sería la buena, porque en el primer maniquí que mi madre miró le fascinó el vestido que mostraba. Fui a probármelo con la esperanza de que ese ya fuera el que mi madre decidiera y nos fuéramos a casa de una vez por todas. Y así fue, en cuanto salí del probador mi madre chilló de alegría porque según ella se me veía impresionante. Me alegré de que al fin se decidiera por uno, lo pagamos, y le marqué a mi padre para decirle que ya podía recogernos, nos reclamó de que se nos hizo toda la tarde y toda la noche, y la verdad sí tenía razón.  

En el centro comercial habían menos personas y algunas tiendas ya estaban cerradas. Bajamos por las escaleras eléctricas a la primera planta para dirigirnos a la salida, pero entonces pasó… 

—¡ROBERT! —Me giré sobresaltada por el grito de mi madre, ella agitaba las manos en una dirección al lado opuesto a mí. Giré un poco para ver a quién le gritaba y me encontré con un señor de mediana edad que miraba hacia nosotras con el ceño fruncido. El señor al parecer se encontraba cerrando una tienda de perfumes.  

Supuse de inmediato que mi madre debía conocerlo, y en cuanto le iba a preguntar que de dónde, ella caminó o más bien corrió hasta él y me dejó con la palabra en la boca. Mi hermana y yo nos quedamos sin saber qué hacer, si ir con ellos o esperar aquí.  

Mi madre abrazó efusivamente al señor y él le correspondió. Volteé a ver a mi hermana y la encontré igual de sorprendida que yo ante tal acto de confianza que demostraron.  

En cuanto terminaron el abrazo y se dijeron unas cuantas palabras que no alcancé a escuchar, mi madre nos hizo una señal para que fuéramos junto a ellos. Un tanto incomodas, nos acercamos.  

—Robert, ellas son mis preciosas hijas: Lira y Gabriela —nos presentó, señalándonos a cada una. Como no supimos hacer otra cosa, le dirigimos sólo una pequeña e incomoda sonrisa al señor—. También tengo un guapísimo hijo que se llama Owen. 

—Oh pero si son unas hermosas jovencitas. —El señor que según se llamaba Robert nos miró a ambas, dándonos una sonrisa amigable, se veía agradable, al hablar se le notaba un leve acento que me pareció italiano—. Yo también tengo un hijo, tiene 17 —dijo, mi madre mostró una genuina sorpresa. 

—Papá, ya está todo listo. —Una persona interrumpió saliendo de la tienda. Cuando reconocí la voz de a quién pertenecía, mi mundo se paralizó completamente 
 



#28986 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, amoradolescente

Editado: 01.12.2020

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