Atrévete

Capítulo 20

Sí, mandé a la mierda todo, pero creo que me pasé. Me sentía eufórica, yo creo que ni borracha hubiera hecho algo así. 

Le sonreí a Mika y me fui directo a buscar a Alessio, de lo emocionada que me sentía hasta apretaba junto a mí al osito de Lucas. 

Encontré a Alessio con Lee en frente de la misma churrería donde lo había dejado hace diez minutos, ahora Lee sostenía y admiraba al peluchote del pato mientras que Alessio estaba en el celular.  

Fui decidida hacia él, cada vez apachurraba más el oso Loky. La música, el ambiente, el bullicio de la gente, el olor a comida, la magia de la noche, todo parecía estarme motivando a atreverme. 

Llegué hasta él y, no dije nada, sólo lo agarré del brazo mientras él levantaba la vista y me veía con el ceño fruncido. Sonreí aún más, me estaba volviendo loca, loca de verdad. Lo halé del brazo para arrastrarlo hasta la montaña rusa. No sé lo que hacía, bueno sí sabía pero me negaba a creerlo. De verdad que no sabía de dónde había agarrado las agallas.  

—¿A dónde me llevas? —preguntó, pero no ponía ninguna resistencia, fácil pudo zafarse de mí pero no lo hizo. 

—A la montaña rusa —contesté con júbilo, sin soltarle el brazo. 

Seguro parecía una loca, pero por primera vez no me importó, no ahora. 

—Está bien —dijo, y su aprobación ayudo a que me pusiera aún más feliz y caminara más rápido con él. 

No dijo nada más hasta que llegamos a la fila corta de la montaña rusa. 

—¿Estás segura que quieres subir? —me cuestionó con una ceja alzada. 

¿Estaba segura? En ese momento sí. 

—Sí —afirmé con un asentimiento. 

Él me miró sin gesto alguno mientras que yo le sonreía como maniaca, sin embargo, no se asustó o se mostró extrañado.  

Después de una corta espera, llegó nuestro turno y un revoltijo de emoción se instaló en mi estómago, de verdad iba a hacer esto. 

Era el momento o jamás lo volvería a ser, si no puedo ahorita, no podré después. 

Nos subimos al tren, no sé con qué situación estaba más nerviosa, si con que Alessio esté muy cerca de mí, o que estoy a punto de morir de un paro cardiaco en una montaña rusa. 

Espero salir viva de esta y que, de paso, también el oso salga bien. Nos pusimos los cinturones, e incluso aseguré al oso conmigo, no vaya a ser que se me caiga cuando esté gritando o alzando las manos. 

Respiraba agitadamente y las piernas me temblaban. Tengo miedo. 

Vamos, Lira, no puedes acobardarte ahorita, y menos cuando el tren ya está avanzando. No hay vuelta atrás, no puedo bajarme y correr. 

El tren continuó avanzando lento, iba en línea recta pero ya se veía la curva que seguro me haría sufrir, Noah una vez me dijo que las bajadas duelen más que las subidas, y yo estaba a punto de una bajada que seguramente me podría hacer vomitar. Quería bajarme, mi valor acababa de irse al caño. 

Cerré los ojos con fuerza como si así fuera a tele transportarme a otro lugar que fuera seguro. Me aferré al asiento y a mi vida. 

—¿Puedo tomar tu mano? —supliqué en un hilo de voz. Me estaba muriendo del pánico y no había caído en cuenta de lo que le pedí a Alessio hasta que sentí su fría mano tomar la mía. Oh. Por. Dios.  

No tuve tiempo de reaccionar porque de repente sentí un bajón que casi me mata del susto. ¡No debí hacer esto! 

Grité junto con la gente, pero mi grito era de terror mientras que los otros eran de emoción. 

Esto era un infierno, jamás vuelvo a hacer esto en mi vida, digo, si es que salgo viva de esta. 

Sólo sentía mis piernas temblar, el aire golpeando en mi cara, incluso se me salía la baba porque sentía húmeda mi cara. Mi mano apretaba con una gran fuerza la de Alessio. A mi lado podía escuchar que él también gritaba. 

—¡Alza las manos! —gritó.  

—¡No! —me negué aún con los ojos cerrados. 

No pasaron ni dos segundos cuando Alessio alzó su mano entrelazada con la mía. Grité tan fuerte que mi garganta ardió y se secó. 

Esta cosa no paraba, pensé que el tren se saldría en cualquier momento del circuito y me imaginé un montón de escenas donde nada salía bien y moríamos todos. Comencé a rezar. 

Ahora íbamos en subida, no sentí el mismo bajón en mi estómago, pero eso duró poco porque volvió a descender y juro que en esta a sentí peor que la anterior porque ya estaba sintiendo arcadas. Creo que vomitaré en el aire, eso va a ser asqueroso y humillante. 

Odio haberme subido a esta cosa, ha sido la peor de todas mis decisiones en la vida. 

—¡YA ME QUIERO BAJAR! —grité, apretando aún más la mano de Alessio para que bajara nuestras manos, pero no me hizo caso. 

—¡Abre los ojos! —me pidió. Y me negué también—. ¡Confía en mí!  

¿Podía confiar? No sé, pero abrí los ojos, primero uno para asegurar que fuera seguro, y luego el otro. 

Y woow… Fue magnifica la vista, de verdad que lo fue, todo desde lo alto, sentí que volaba, me sentía más cerca de la luna llena brillante, fueron segundos gloriosos que se interrumpieron con las arcadas que amenazaban cada vez más intensas, se me revolvía el estómago. ¡No quiero vomitar y menos en el aire! 

—¡VOY A VOMITAR! —Me tapé la boca con mi mano suelta, mientras volvía a cerrar los ojos. 

—¡No, no, no! —gritó él—. ¡No pienses en eso! 

Qué fácil es decir que no piense en eso cuando claramente mi vomito ya está por salir, no es como que le ordene a mi cerebro que lo pare y mágicamente se me vayan las ganas. Bruto. 

—¡¿Y CÓMO DEJO DE PENSAR EN ESO?! —Siento que ya viene, Diooooossss.  

—¡NO SÉ! —me gritó con desesperación. 

El tren subía, bajaba, subía y bajaba, no se detenía ni con ello mis ganas de vomitar. Hasta que, al fin la cosa esta se detuvo, y aunque mis piernas seguían temblando, ya no sentía ganas de vomitar. Se acabó. 

¡Sobreviví! ¡No morí! ¡SIGO VIVA! 

—¿Estás bien? —me cuestionó Alessio. Abrí los ojos, y le sonreí. Alessio tenía un gesto de preocupación.  

—¡Lo logré! —grité alzando las manos—. ¡Hay que hacerlo otra vez! 

Alessio rio a mi lado, una muy pequeña risa. 

—Yo creo que no —dijo, se desabrochó su cinturón, y me ayudó con el mío. Tomó el oso y me ayudó a levantarme tomándome del brazo. Sí, me sentía mareada pero feliz. Feliz de que pude sobrevivir a esto, sin duda no me arrepiento a pesar de que casi me estaba orinando del miedo hace unos minutos allá arriba.  

Salimos de allí, yo seguía sonriendo, me sentía plenamente contenta y con mucha adrenalina. ¡No puedo creer que lo logré! 

Y entonces pasó…. Oh mi Dios. ¡La encontré! ¡Mi diadema de Minnie Mouse!  

A lo lejos, vi un puesto donde se encontraban mis preciadas diademas de Minnie. Salí corriendo hasta el puesto donde las estaban vendiendo, se veían todas hermosas, pero la que me cautivó fue esa diadema en forma de moño que prende color rosa con manchitas negras, sin duda la compraría. 

—Me da esa diadema, por favor —le pedí al señor del puesto. 

Me la extendió, y rápidamente me la probé. Me sentí como cuando era niña y tenía de idola a Minnie Mouse. 

Me la observé en el espejo que estaba ahí para probarse. Y me encantó. 

—Yo compré una de Mickey Mouse. —Me sobresalto al escuchar a Alessio. ¿Me siguió?, por venir corriendo no me di cuenta que lo había dejado. Volteé a verlo y… Dios, casi me da un infarto de verdad. Lo que vi fue tan hermoso y tierno que no pude evitar sonreír. 

Alessio tenía una diadema de Mickey puesta. Juraría que se me escapó un suspiro de boba. Su cara estaba seria, pero sus orejitas de Mickey y cargando el osito; le hacían ver de lo más tierno que jamás se había visto. Verlo así me acababa de dar 100 años de vida. Me moría por tomarle una foto y atesorarla por siempre. 

Se me ocurre una idea. Una excelente idea para aprovechar que ando sin vergüenza y con adrenalina, no creo que vuelva a tener días así, y por eso aprovecharé este porque seguramente luego me vendrán los arrepentimientos. 

—Está bonita. —Señalé su diadema—. ¿Quieres ir al fotomatón?, es que quiero una foto para que combinen nuestras diademas de Mickey y Minnie Mouse —dije en un tono natural, como si no tuviera una intención oculta. 

—Está bien —aceptó. Celebré en mi interior. 

Caminamos hasta la pequeña cabina de fotos. Por suerte no había fila. 

Entramos y corrimos la mini cortina para taparnos y nos sentamos. Estábamos muy juntos y mentiría si dijera que no estaba intentando acercarme mucho más, y si me dijera algo, le diría que es para que salgamos bien en la foto. No sé desde cuándo me volví tan descarada, creo que desde que Mikaela me dio su buen-mal consejo de mandar a la mierda todo, y ahí va incluido la vergüenza y la pena. Esto se llama según Mika: decidir divertirse. Y eso estoy haciendo porque no recuerdo que otro día pude sentirme tan libre como en este. 

En la mini pantalla de abajo nos proyectábamos, sonreí a la cámara mientras que Alessio se mantenía serio. Hubo un conteo de cinco segundos y el flash disparó.  

Y pensé: no sé si algún otro día vuelva a sentarme aquí con Alessio a tomarnos fotos tranquilamente a pesar de que mi corazón esté desenfrenado. No sé si esto se vuelva a repetir y no había manera de saberlo, así que decidí disfrutar este momento, decidí divertirme. 

Con toda la confianza del mundo, traté de hacer las fotos lo más alegres posible para que se quede este recuerdo. Para la siguiente foto pasé mi brazo por el hombro de Alessio, yo sólo lo hice y, cuando vi que no se apartó, me sentí con más confianza. Sonreí a la cámara pero Alessio seguía con su cara seria, ahora estábamos más juntos debido a que lo tenía abrazado, sospeché si él podría estar escuchando mi corazón. Porque sí, podría estar de confianzuda y aparentando serenidad pero por dentro aún mi corazón estaba frenético. 

En la siguiente foto, ya me encontraba tomando las riendas de esta mini sesión fotográfica. 

Como Alessio se mantenía sin sonreír, me acerqué más a él y con mis dedos traté de elevar las comisuras de sus labios, formando una sonrisa. Él me miró extrañado pero no me quitó de encima. El flash disparó. 

—Sonríe —le pedí antes de que se tomara la siguiente foto. No sé por qué, pero sí me obedeció. Y vaya, mejor no le hubiera pedido que sonriera porque me hizo desvanecer al ver su sonrisa tan de cerca. Me quedé boba mirándolo, él sonreía para la cámara sin percatarse de que yo lo miraba como si se tratara de una pizza. 

No salí de mi ensimismamiento hasta que sentí el flash.  

Dejé de mirarlo, y empecé a hacer muecas divertidas a la cámara mientras se tomaban las fotos. Escuché reír a Alessio. 

—¿Qué haces? —preguntó, divertido. 

—Poso a la cámara —contesté, mientras seguía haciendo muecas y se tomaban las fotos. 

—¿Y esa cara qué se supone que es? —cuestionó, cuando hice una cara poniendo los ojos hacia arriba y abría la boca como si estuviera hipnotizada. 

—Es la cara del emoji ese que parece que está babeando. —Las fotos se seguían tomando mientras yo le metía más monedas para que no se apagara. 

—Oh sí, te quedó igual —ironizó. 

—Pues si crees que puedes hacer las caras mejor que yo, inténtalo, anda —le reté. 

Él pareció dudar unos segundos pero canté victoria cuando lo vi que asintió. Empezó haciendo una cara blanqueando los ojos y torciendo la boca. Me reí. 

—¿Eso es todo lo que tienes? —lo desafié, con una sonrisa ladina. 

—Espera, estoy calentando —bufó. 

Y efectivamente, continuó haciendo muecas muy divertidas. Le imité.  

Terminamos las fotos entre tantas risas que hasta dudé si de verdad esto era un sueño o sí estaba junto a un Alessio que nunca había estado tan cerca de mí como en este día, compartiendo risas. 

Sacamos las tres tiras de fotos que salieron y me encantaron. Definitivamente creo que esta fue la mejor de las ideas que he tenido en esta vida. 

Mi tira favorita fue donde estábamos a la par haciendo muecas y nos salimos riendo. Y en particular, me fascinó la foto donde ambos estábamos imitando una carita triste, Alessio salía con el puchero más dulce como si fuera cachorrito, y yo con los ojos y los labios caídos como si estuviera llorando. 

Le pasé esa tira a Alessio para que pudiera verla, y yo me puse a mirar las otras dos, todas me gustaron, y ahora me parecían muy cómicas donde Alessio salía con la cara seria pero con sus orejitas brillantes. En todas se veía adorable. 

La única foto que no me gustó fue donde yo salía toda boba mirando a Alessio mientras que él sonreía cálidamente. Así que, sin que él viera, tiré esa foto en el cesto de basura. 

Y no había caído en cuenta que cada uno se quedaría con fotos de nosotros, hago énfasis en que él me tendría en una foto junto a él, cabía la posibilidad de que Alessio la conservara y me recordara cada vez que la mirara y quizá eso le guste. 

—¿Cuáles quieres? —le pregunté. 

—Hay que repartirnos mitad y mitad —sugirió. Asentí. Ambos nos quedamos con una mitad de fotos. 

—¿A dónde quieres ir ahora? —me aventuré a preguntarle. Espero que quiera seguir conmigo porque yo aún quiero que sigamos solos un poco más. Me olvidé de los demás unos momentos. 

—A donde quieras ir tú. 

Que dijera eso, me hizo sonreírle. De alguna manera y, sin decirnos, concordamos en querer estar juntos un rato más.  

—Quiero ir al baño. —Arruiné el momento. 

—Ahí sí no te acompaño —bromeó entre risas. 
 



#28937 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, amoradolescente

Editado: 01.12.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.