Desperté abatida, desanimada.
Fui al baño para bañarme con agua fría para que se me quitara un poco el cansancio, cepillé mis dientes y, cuando vi mi reflejo en el espejo, me asusté al divisar un pequeño moretón en mi pómulo.
Owen me había dejado un moretón por la bofetada que me dio.
Me alarmé, no podía dejar que nadie me viera así, no tenía una excusa para esto.
Tengo que pensar en algo rápido, no puedo faltar a la escuela.
—¡Maquillaje! —Salí corriendo del baño y fui a mi tocador donde mi mamá había acomodado el maquillaje que me compró la vez que fuimos al centro comercial.
Ahí estaba, olvidé la mayoría de los nombres de cada cosa, y no sabía cómo maquillarme, pero no hay de otra, echando a perder se aprende.
Solo debía cubrir el moretón y de paso mis ojeras, puse un poco de base en una esponja y lo unté en mi mejilla e igual en mis ojeras.
Esto era un desastre, el tono de esta base era un poco más claro que el mío, donde cubrí el moretón me quedó una mancha muy blanca al igual que en mis ojos, pero traté de arreglarlo un poco con un pedazo de papel.
Cuando terminé, me cambié y fui a la habitación de Noah para poder irnos a la escuela.
Toqué su puerta como por diez veces y hasta la última me abrió.
—Apúrale, se nos va hacer tarde por tu culpa.
—Sí, perdón. —Se pasó las manos por su pelo en un intento de peinarlo—. Es que esa cama es muy cómoda pero también es un peligro, por su culpa no me quería levantar.
Bajamos corriendo, agarramos una manzana para cada quien, y nos despedimos de mi tía y mi mamá.
Íbamos caminando ya un poco más despacio, mientras devorábamos nuestra manzana.
—Lira, ¿qué te pasó? —Noah se paró repentinamente y se acercó demasiado a mi cara, retrocedí del susto—. Ay, no me digas que otra vez te quedaste llorando hasta tarde por ver una película triste.
Dios, casi se me paró el corazón, por un momento pensé que había descubierto el moretón.
—Ehm… sí, sí, eso. —Parpadeé, nerviosa.
—Qué manía la tuya de ver esas peliculas hasta tarde —reprochó—, amaneces siempre con los ojos hinchados y rojos.
Reí para tranquilizarme.
Retomamos nuestra caminata a la escuela, y al cabo de unos minutos llegamos.
Noah tenía clase de matemáticas, y yo tenía esa misma clase hasta la próxima hora. Así que fui al baño para revisarme la cara y cuando me aseguré de estar bien, me dirigí a la cafetería donde estaba Mika y Sebastián.
—Ho…
—¡Lira! —Mika saltó de su lugar en cuanto me vio—. Dios, me andaba muriendo de la intriga, ya hasta me quedé sin uñas. —Me mostró sus uñas carcomidas—. ¡Cuéntamelo todo!
Fruncí el ceño.
—¿Contarte qué…
—¡Sobre Alessio! —me interrumpió, abanicando las manos—. Ven, siéntate, acomódate y habla. —Me agarró del brazo y me sentó en a su lado.
Mi mente quedó en blanco.
¿Contarle sobre Ale…
¡Alessio!
—¡Mierda! —Me levanté bruscamente al recordarlo.
—Vaya, qué grosera se hizo, antes sólo decía recórcholis —habló Sebastián.
—¡Mierda! ¡Mierda y más mierda! —Di un pisotón con mi pie derecho.
—Sí, Lira, ya nombraste mucho a la mierda, déjala en paz y cuéntame. —Mika me hizo un ademán para que comenzara a hablar—. ¡Pero yaaaa!
Me pasé la mano por la frente.
Dios, qué hice…
Todo lo que había pasado ayer en la feria, vino apenas hasta ahorita a mi mente. A mi estúpida mente que hasta ahorita se le ocurrió recordar todo lo que hice con Alessio, la lentitud me queda corta para describirme.
—Yo… Dios, qué hice… —Me tapé la cara con ambas manos.
—¿Cómo que qué hiciste? —repitió Mikaela, sus ojos se abrieron enormemente—. No me digas que… ¡¿Te acostaste con Alessio?!
—¡¿Qué?! —Casi me ahogué con mi saliva—. ¡No!, ¡No!, ¡Por supuesto que no! ¡¿Qué clase de pregunta es esa?!
—Pues es que tu reacción es como si ayer hubieras bebido mucho y te hubieras acostado con Alessio bajo los efectos del alcohol.
—¡Por supuesto que no! —chillé demasiado agudo, con indignación.
—¿Entonces? —Puso las manos en su cadera y arrugó la frente.
—Es que… Hice una locura —lloriqueé, me pasé de nuevo la mano por la frente.
—¡Ya suéltalo mujer!
—¡Bien!
—Qué dramáticas. —Sebastián hizo una mueca de asco.
Me senté y les conté todo lo que había pasado y lo que había hecho junto a Alessio. Aún estaba en shock, ¿en serio me subí a una jodida montaña rusa?
Lo único que no conté fue lo que pasó en la montaña rusa, cuando tuvimos esa extraña conversación de sinceridad, o al menos yo creo que fue de sinceridad, así me pareció.
Eso no lo conté a pesar de que para mí era la mejor parte, pero no podía contarlo, era un momento que dejaría para mí y nadie más, algo íntimo.
Terminé de contar la historia, omitiendo pequeños grandes e importantes detalles.
El chillido de Mika me hizo sobresaltar.
—¡Estupendo, amiga! —Me dio palmaditas en la espalda. Sebastián se cubrió los odios con las manos para evitar escuchar los chillidos que daba mi amiga—. ¡Lo lograste! ¡Ya no eres Piglet!
—En realidad, todavía lo soy y ahora aún más —confesé, desanimada.
—¿Por qué? —Dejó de festejar.
—Porque si antes pude hablar con Alessio, ahora ya no, definitivamente ya no. No puedo creer que haya hecho todo eso, le haya sonreído, hablado deliberadamente como si nos conociéramos de toda la vida, y casi vomitar a su lado en una montaña rusa, qué vergüenza, e incluso usamos a juego orejitas ridículas —enfaticé—. Definitivamente jamás podré verlo a la cara, y ya no quiero, dejaré de acosarlo en mi mente y en la vida normal, también de nombrarlo, hasta aquí llega todo este bochorno. —Golpeé mi palma con el puño, estaba decidida a dejar a Alessio atrás—. Esperaré a que se me quite el gusto por él, y listo, ahora solo quiero sobrevivir en la escuela, luego graduarme de una universidad, mudarme ha mundo y hacer como que nunca conocí a Alessio.
—Sí, te mudarás a New York e irás a Broadway a mostrar todos tus dramas —comentó Sebastián—. Te irá muy bien en el teatro, Lira.
—No digas idioteces. —Mika le dio un zape, Sebastián se quejó y la miró mal—. Y tú no exageres. —Esta vez me dio un zape a mí, me quejé—. Deja a un lado tu jodida cobardía, ya no hay vuelta atrás, ahora Alessio está más enterado de tu existencia que nada.
—No creo que…
—Calla —me interrumpe, hago un mohín—. Aunque quieras, ya no te puedes alejar de él, deja el drama y actúa como una adolescente normal.
—Los adolescentes no son normales —opinó Sebastián con el ceño fruncido.
—Nadie te preguntó —bramó Mika.
—Pero tampoco nadie me prohibió dar mi opinión.
Ellos se pusieron a discutir sobre las mandarinas y su comercialización, mientras que yo me sumergí en mis pensamientos.
Ayer no debí mandar todo a la mierda, eso ha quedado completamente claro.
Justo como predije, ya me llegó el arrepentimiento, y vaya que se siente de la jodida. Bueno ya, debo dejar de lanzar insultos innecesarios, se me está pegando lo de Mika.
Me puse a repasar cada momento que pasé junto a Alessio ayer. Recordé las fotos que nos habíamos tomado, ayer ni las miré porque Owen terminó arruinándome la noche. Analicé cada conversación que tuve con Alessio, en especial la de la rueda de la fortuna, no puedo creer que habláramos con tanta confianza, no puedo creer que yo le haya hablado con tanta libertad como si no tuviera preocupaciones o miedos, porque sí, hasta cuando hablo tengo inseguridades. Además de que le solté mucha información y él también hizo lo mismo.
Hay algo que dijo, algo que me confesó ayer y que, analizándolo bien, no le encuentro sentido porque…
—¡Oigan! —Noah me saca de mis pensamientos.
—¿Qué haces aquí? —pregunté—. No me digas que ya terminó la hora, porque entonces ya se me está haciendo tarde para la clase.
Estaba por agarrar mi mochila y salir corriendo al salón pero Noah me interrumpió.
—No, calma y, por cierto, ya no tienes clase de mate por hoy —avisó—. El maestro tuvo que retirarse por un inconveniente familiar o algo así. La cosa es que ya nos dejó ir, y por hoy ya nadie tendrá clase con el profesor Godín.
—Uff, qué bien porque nunca entiendo su clase y luego me estreso —suspiré con alivio.
—Y bien, ¿qué hacen?
[…]
No sé en qué momento terminamos hablando sobre quién estaba más “bueno”, si Alessio o Lee, o quién es más popular por ser guapo, ya perdí la cuenta de cuántas veces hemos tenido esta conversación.
Sebastián ya se había ido a sus clases, pero vino Martin a chismosear.
—Alessio es un flacucho, ni músculos tiene, es muy delgado para mi gusto, a mí me enamoran los fornidos como Lee, además de que Lee ya es mayor de edad —opinó Mika—. Hay que admitir que lo único atractivo que tiene Alessio es su cara de ángel y su estatura sexy, nada más.
—¿Lo único? ¿Y te parece poco? —bufó Noah con incredulidad—. ¡Ya quisiéramos muchos tener esos atributos!
—Que no se te baje la autoestima, Noah —se burló Mika—. Ve tus atributos, tú tienes… pues tú tienes… ¿Salud?
—Ni eso tengo —bufó, blanqueando los ojos—, puras piedras en el riñón de tanta coca, nada de salud.
—Oye, Mika, ni te he preguntado. ¿Qué pasó con Lee? ¿Por qué no le hablaste en la feria? —interrogué.
—Porque él estaba ocupado con Lucas y Noah, no tuve tiempo, además estaba con Sebastián cuidando de tu hermana y de que la loca prima de Alessio no le robara un beso a Sebastián.
Tenía razón, Mikaela se la pasó de cuidadora, hasta yo la puse a cuidar de mi hermana, cuando ella era mi responsabilidad.
—Su prima está loca —musitó Sebastián con una mueca.
—Ya tienes admiradora, Sebas. —Martin soltó una carcajada. Sebastián le tiró una mirada de advertencia para que se callara, cosa que funcionó.
—¿Quién es más popular, Alessio o Lee? —inquirió Noah.
—Alessio es popular sólo por su cara, en realidad es un santo reservado, los hombres atractivos jamás pasan desapercibidos. Ni las mujeres atractivas pasan desapercibidas, así como yo.
Eso era cierto, Mika era atractiva, no exactamente bonita, pero tenía una labia que hacia encantar a los hombres, su carisma, su forma de coquetear, quizá sea su confianza en sí misma o como ya dije, esa labia que enamora y atrae a los hombres. Pero eso sí, es toda una rompecorazones, no se estabiliza con un solo hombre, a cada rato tiene un nuevo quedante. Se encapricha con uno y ya cuando se aburre de él, lo hace a un lado y el que viene, ya le he dicho que algún día eso le va a jugar en su contra.
—Y Lee es popular por ser obviamente guapo, y sobre todo por su personalidad —agrega—, su actitud relajada y divertida, sus músculos que tanto me gustan. Su atractivo y carácter lo vuelven popular y deseado por todas. En conclusión, Lee es más popular que Alessio.
—¿No podemos cambiar ya de tema? —interviene Martin—. Ya me cansé de hablar siempre de ese Alessio y el tal Lee. Hay temas más interesantes que ellos —bufa, irritado.
—Perdón, es que de esta escuela aburrida, lo más interésate de qué hablar son ellos —apuntó Mika.
—Regresamos a lo de un inicio —clama Noah—, entonces Lira ya no hablará más con Alessio.
—Exacto, lo borraré de mi mente y ya. —Asentí, convenciéndome.
—No creo que sea tan fácil como eso, pero como tú veas —dijo Mika.
—¿Y por qué no simplemente te buscas otro crush y ya? —me preguntó Martin—. Ese Alessio no es el último hombre de la tierra.
—Porque a Lira le gustan los flacuchos esqueléticos con cara de ángel y carácter del demonio. No hay muchos en la tierra así —se burló Noah, riéndose.
—No tiene carácter del demonio —refunfuñé, cruzándome de brazos.
[…]
Iba saliendo por fin de la escuela, esta vez Noah no me acompañaría de camino a casa.
—¡Amiga, espera! —La voz de Mika me hace parar, giro y ella viene hasta mí con la respiración agitada—. Oye, te acuerdas lo que te dije sobre el nuevo grupo de porristas.
—Sí, cuando te dije que no aceptaba estar en el grupo.
—Lo sé, escucha, no te estoy pidiendo que entres al equipo —dice entre jadeos hasta que regula un poco su respiración—. Sólo necesito que alguien practique las rutinas y las ensaye con nosotras. Verás, la entrenadora nos está pidiendo que tengamos a una chica de repuesto, mi equipo ya está completo, así que ya no puedo aceptar a más chicas, sólo necesito a alguien de suplente, ya sabes, para tener la seguridad de que el día del juego no nos falte alguien o por si pasa un imprevisto —explica—. Ya pedí a varias chicas que ocuparan ese puesto pero ninguna ha querido porque no quieren ser repuestos…
—¿Acaso quieres que yo lo sea? —la interrumpí—. Me niego, ya te dije que no quiero ser porrista.
Mentira, sí quiero pero me da vergüenza.
—Lo sé, lo sé, es que no tienes que participar, solo ensayar con nosotras y aprenderte lo que haremos, no vas a salir el día del juego. Si por mí fuera no conseguiría una suplente porque no la necesitamos, pero la entrenadora no nos deja empezar a ensayar porque a fuerzas quiere que tengamos al menos a una chica de repuesto.
—¿Y has pensado que sí puedes llegar a necesitar a la suplente? Puede suceder que una chica falte el día del juego o pase cualquier cosa que me obligue a participar a mí.
—Eso no pasará, Lira, estoy segura.
—No puedes asegurarlo, siempre puede pasar cualquier accidente —puntualicé.
—Pero yo planeé todo, no pasará nada. Por favor amiga, necesito con urgencia a una chica —suplicó con carita de cachorro triste—. Te aseguro que no tendrás que salir de porrista, ni siquiera tienes que ponerte el uniforme en las practicas.
Tenía muchas dudas respecto a eso. No quiero decirle que no a Mika porque sé que se atrasaría en los ensayos, y el juego ya casi se acerca, es después del baile de invierno.
—Bien —acepté, rendida. Ella dio saltitos de felicidad—. Pero me debes una, y te juro que si a alguna chica del equipo le sucede algún imprevisto por el cual no pueda asistir o cualquier cosa, no la haré de suplente ni saldré de porrista.
—Sí, sí, está bien, solo te ocupo para que la directora ya nos deje ensayar.
—¿Cuándo empiezan las prácticas? —pregunté.
—Como ya te tenemos, puedo hablar con la entrenadora para nos deje practicar a partir del lunes porque ya nos retrasamos una semana y debemos empezar cuanto antes.
—Está bien.