Quedé enamorada de cada nota. Una hermosa canción hacía eco en todo el lugar, era suave, dulce, delicada, simplemente bella. Y Alessio tocándola era otro nivel, se mantenía serio pero por su concentración, por cómo deslizaba sus dedos por cada tecla, como si saboreara cada nota, sabía y se notaba que lo estaba disfrutando profundamente, igual que todos los que lo escuchábamos. Y, como cereza del pastel, la pieza que tocaba era dedicada a mí. La emoción, embelesamiento, y satisfacción que sentía iba más allá de lo imaginable, no sé cuántos suspiros había soltado ya, sentía un cosquilleo en el estómago, este momento era mágico, realmente mágico. Ahora sabía cuál era mi pieza de piano favorita.
Después de un par de minutos, Alessio terminó, pero aún tenía la maravillosa melodía resonando en mi mente, siempre iba a recordar esto. Quería que él siguiera tocando para seguir admirándolo.
La sala estalló en aplausos, incluyéndome. Este era el mejor regalo sin duda, era el más especial que jamás me habían dado.
Alessio se levantó, yo hice lo mismo en cuanto vi su intención de acercarse a mí.
—Feliz cumpleaños, Lira —dijo, sin expresión. Y después de eso se alejó.
Respiré, estaba aguantando la respiración desde que se acercó. Me quedé pasmada ahí, analizando cómo 3 palabras habían hecho desenfrenar mi corazón.
También me estaba reprendiendo, no puede ser que un chico revolotee tanto mis emociones. ¡Es que esto era letal!
Eliminar mi flechazo por él iba a ser horrorosamente difícil. Es que no podía, de verdad.
Atrás de mí podía escuchar a toda la familia dando elogios a Alessio, mientras que yo trataba de calmar mi corazón, y también secarme las manos sudadas.
Dios, elimíname los sentimientos por favor.
—Lira, cálmate, parece como si te fuera a dar un infarto.
Me sobresalto cuando escucho la voz de Noah a mi lado.
—Poco me falta —emito, tragando saliva.
—Wow, no tenía ni idea de que Alessio fuera talentoso, punto doble. —Mika alza los dos pulgares, asintiendo con la cabeza.
—Es bueno —interviene Sebastián, con las manos en los bolsillos.
—Bah, cualquiera puede tocar el piano —bufa Martín, cruzándose de brazos.
—Ese “cualquiera” no te incluye, Martín —matiza Noah, dándole una sonrisa burlesca mientras que el otro blanquea los ojos.
—Ese muchacho se la rifa —interrumpe mi tío Daniel, llegando a nuestro circulito con su sonrisota Colgate.
—¿Eh? —exclaman mis amigos, confundidos.
—El muchacho ese, el que tiene nombre de italiano y cara de franchute —expresa mi tío como solo él sabe hacerlo con su acento raro—. Nooombre, el condenado toca de la puta madre, y está bien guapote, la verdad. Deberías amarrártelo, mija.
Mis amigos se quedan viendo al tío Daniel como si hubiera hablado en mandarín, a excepción de Noah que ya lo conoce desde hace muchos años y ya se acostumbró a su forma de hablar.
Me río, hasta mi tío reconoce la guapura de Alessio, es que hay que estar ciegos para no hacerlo.
—Noah, hace años que no te veo, huerquillo. —Mi tío le da un abrazo destripador a Noah, mientras que este se retuerza para que lo suelte—. Sigues igual de feo, la pubertad no te sentó, chamaco.
—No le eche sal a la herida de la baja autoestima, señor Daniel —se queja Noah, tocándose el pecho dramáticamente como si estuviera dolido.
—Usted es muy pintoresco, señor —comenta Sebastián, mirando la vestimenta colorida de mi tío.
—Obvio.
Todos volvieron a salir para continuar sirviéndose del banquete. Mientras yo comía de mi carne con verduras, buscaba con la mirada a Alessio y lo encontré para mi sorpresa jugando con un primo mío, el niño de 5 años le mostraba emocionado sus carritos a Alessio, ambos sentados con las piernas cruzadas en el pasto. Me dio ternura, si algo se le notaba a Alessio, era que le gustaban mucho los niños, lo veía en la forma que le sonreía a mi primo, y de igual manera, los niños parecían adorar a Alessio, eso lo veía en el transcurso del día mientras que más de mis primos pequeños se acercaban a él para jugar, ya ni a mí me querían tanto.
La estaba pasando muy bien, a pesar de que cada vez tenía más frío debido a que el sol iba descendiendo poco a poco para formar un precioso atardecer.
La fiesta se animaba cada vez más, en especial porque mi tío Daniel no paraba de cantar como gallo mientras bebía como si no hubiera un mañana, y claro, mi papá lo miraba de mala forma por armar tanto escándalo. Pero era un escándalo bueno y divertido.
Varios bailaban, los más mayores se pusieron a chismosear, los niños a amontonarse junto a Alessio. Y yo me la pasaba con mis amigos. Era un ambiente agradable.
La parte incomoda fue cuando me cantaron las mañanitas, nunca me gustaba esa parte porque no sabía qué hacer, me daba penita. Luego soplé la vela del pastel sin pedir el ridículo deseo, jamás se cumplían, eran una estupidez.
Lamentablemente mis amigos se tuvieron que ir a eso de las 7 de la noche, y lo comprendía porque el viaje de regreso era de tres horas y no quería que llegaran a sus casas muy tarde.
Me despedí de ellos y se fueron. Después varios de mis tíos también se tuvieron que ir, pero eso no terminó la fiesta porque siguió hasta más intensa con los que quedaban, habían puesto una fogata porque los faroles del caminito no alumbraban tanto por ser de decoración.
A mí ya me dolían los pies y quería ir al baño así que entré a la cabaña y fui directo a mi habitación.
Entré al baño a hacer mis necesidades, también antes de bajar me peiné un poco porque ya traía el pelo esponjado.
Salí del baño y, casi pegué un grito cuando encontré a Owen sentado en el borde de mi cama. Las alarmas se activaron en mi cabeza.
Tratando de ignorarlo, caminé hacia la puerta para poder escapar, pero su voz me detuvo.
—Espera.
Apreté los ojos, y me giré.
—¿Qué quieres? —solté bruscamente, sin dejarme mostrar el miedo que me estaba carcomiendo por dentro.
Se levantó y se acercó a mí con su asquerosa sonrisa. Todo él me daba repulsión y ganas de vomitar.
—Te ves hermosa. —Acarició mi mejilla. Apreté los puños en un intento de contenerme.
—Déjame en paz —escupí con odio.
Pero él me ignoró. Sólo pude sentir cómo su mano se deslizaba por encima de la tela delgada de mi vestido, tocando mi muslo hasta subir a mi vientre.
Mi vista se nubló, y no tardé en llorar de impotencia. Mi barbilla temblaba al igual que mis piernas y manos.
Un revoltijo de rabia me impedía respirar.
—No… —rogué entre sollozos, pero a él no le importaba mi sufrimiento.
Su mano siguió deslizándose hasta llegar a mi pecho, no pude evitarlo, lo empujé con rabia. Y eso lo enfureció.
Por instinto, alcé las manos para protegerme, pensé que me pegaría, pero no pasó.
Bajé las manos, temerosa, su cara estaba roja de enojo, sus dientes rechinaban y sus fosas nasales se hinchaban por su respiración agitada. Sentía que en cualquier momento estallaría contra mí.
En un movimiento rápido, se acercó, me agarró de la cintura y me besó bruscamente mientras yo trataba de alejarme.
Para que dejara de poner resistencia, su mano se dirigió a mi cabello y lo haló haciéndome soltar un quejido de dolor.
Me soltó, salí corriendo de la habitación, bajé rápidamente las escaleras y, me detuve. Quería irme de aquí, pero no podía salir y que todos vieran mi estado, me iría muy mal. Cautelosamente, decidí salir por la puerta trasera de la cocina, afortunadamente no había nadie por este lado.
Me froté los brazos con mis manos en un intento de quitarme el frío.
Sin pensarlo, me adentré al bosque, alejándome completamente de la cabaña, quería estar sola, y sabía cuál lugar era perfecto para calmarme. El muelle.
Odiaba esto, odiaba cada vez que me la estaba pasando bien y Owen llegaba a arruinarlo, odiaba permitirlo.
¿Por qué no era valiente? Estaba harta.
Estaba mal, lo sé, pero quería que Owen muriera. Mi familia siempre me enseñó a no desearle el mal a nadie porque era un pecado, lo sabía. Pero, ¿qué pasa cuando el mal te lo hacen a ti? ¿Estaría incorrecto desearle lo mismo?
Owen me estaba matando lentamente, ¿por qué él no tendría que merecer el mismo daño que me estaba provocando? Jamás podré superar esto, ¿por qué tengo que vivir atormentada y él no? ¿Esto era justo?
Lo cierto era que ya no aguantaba. Owen me torturaría toda mi vida, siempre va a estar ahí tratando de agotarme hasta que ya no pueda. Es como una prueba de a ver cuánto soporto.
Llegué al muelle, sonreí un poco, aún la vista seguía igual de maravillosa, las estrellas brillaban con intensidad, y a pesar de estar sola, aquí no me sentía así. Sentía que las estrellas me acompañaban, qué ridículo, pero me servía de consolación. Esas estrellas se reflejaban en el lago, dándole un toque magistral, brillante.
Me senté en la orilla del muelle, balanceando mis pies, debería darme miedo estar a esta hora sola en un lugar así, pero no tenía miedo, al contrario.
Estoy cansada de que Owen me desanimé cada vez que empiezo a sentirme mejor, cada vez que Owen me hace algo, me quita todo. Parece como si no pudiera estar ni un día feliz porque él llega a recordarme cuánto puede joderme.
Se supone que ya debería estar acostumbrada, pero no. Qué estúpida.
Ojalá que admirar estas estrellas me hagan sentir mejor porque lo necesito.
Sentía la cara pegajosa, estaba hecha un desastre.
Cerré los ojos un momento, contemplando el silencio. Permanecí unos momentos así hasta que una voz interrumpió.
—Hola, Lira.