Esto era lo último que me faltaba, en serio.
Alessio estaba parado al lado de mí, mirándome desde arriba mientras yo intentaba ocultar mi cara llorona.
¿Es que acaso no puedo llorar a gusto sin que Alessio venga a interrumpir? Este no era el momento para que se acercara, yo estaba hecha un desastre y no quería que me viera así de patética.
¿Por qué tenía tan mala suerte? Esto ya no era normal.
Me levanté y me giré dispuesta a irme. Pero su mano en mi brazo me detuvo.
—Tranquila, si no deseas contarme el porqué estás así, no preguntaré —habló, y después de eso me soltó—. No tienes que irte.
Lo miré, no sé si era correcto quedarme, no quería que me viera así, pero… después de todo, él ya me aclaró que no me preguntaría nada.
Asentí, volví a sentarme en el borde del muelle, con la cabeza gacha.
—¿Puedo quedarme? —preguntó.
—Si quieres —fue lo único que dije.
No sé si apoyaba más el hecho de que se fuera o se quedara.
De reojo vi cómo se sentaba a mi costado. Agaché más la cabeza. No entendía tanto por qué estaba aquí, y cómo había llegado, ¿me habría seguido? Era poco probable.
Permanecimos en silencio por unos minutos, unos muy largos minutos, pero no era incómodo, era extrañamente agradable.
—Lira —me llamó, no tuve de otra que alzar la cabeza, y girarme a encararlo—, si tú aún quieres, podríamos ser amigos.
No reaccioné. Ni procesé lo que había salido de sus labios, tan sólo me quedé estática sin poder comprender. Mi corazón se disipó a latir frenéticamente.
Su semblante sin expresión no me decía si él me estaba haciendo una broma.
—¿Qué? —solté, confundida.
Él se relamió los labios y, se quedó pensativo unos segundos, como si tratara de encontrar las palabras adecuadas para confesar algo.
—Cuando hablamos en la feria, dijiste que yo alejaba a las personas innecesariamente, y tenías razón, también que podría perderme a personas que pudieron llegar a ser importantes para mí si no las hubiera alejado por pensar que no las necesitaba. —Desvió la mirada unos momentos—. No te conozco bien, pero dejaré mi mal humor y, si tú quieres, podríamos ser amigos, quizás me esté perdiendo de una buena amiga desde que fui grosero contigo el primer día que me hablaste.
Oh por Dios. ¿Estaba escuchando bien? ¿Estaba alucinando?
No supe qué decir, sólo quedé con la boca abierta a punto de entrarme una mosca.
Es que no me cabía cerebro para entender.
—Eh… este… —No tenía ni idea de qué contestar a su revelación—. ¿En serio tú, el hielo andante, me está pidiendo que seamos amigos? ¿Te golpeaste la cabeza o te clonaron? —solté alzando la voz, aún incrédula.
—Sé que soy un ogro como me dice Lucie, pero ¿hielo andante?, ¿de verdad?
—Perdón, es que, se me hace muy raro esto —confesé—. ¿Acaso es una broma?
—No, sólo estoy siguiendo tu consejo, y también el de Lucie.
—¿Lucie? ¿Qué te dijo ella? —inquirí.
Digo, ya que estábamos en una extraña confianza, y que me había pedido lo que jamás pensé que me pediría y que aún no creía, pues tenía que aprovechar a preguntar varias cosas.
—Me dijo que fuera amable contigo porque le habías agradado, y que dejara mi cara de Grinch a un lado. —Frunció el ceño—. No sé cómo me quito la cara de Grinch, es la única que tengo.
Reí, e internamente le agradecí a Lucie, ella le había dicho que fuera amable conmigo, era muy linda. Se la voy a deber por siempre.
Eso me recordó algo.
—¿Por qué Lucie no vino? —pregunté, arrugando la frente.
Y, algo no me pasó desapercibido en su expresión, angustia, preocupación, tristeza. Pero, la cambió de inmediato.
—Vive lejos —fue su única respuesta, dándome a entender que no iba a hablar de ello.
No era tonta, sabía que mentía. Ayer, cuando conocí a Lucie, lo primero que descubrí antes de enterarme que ella era la hermana de Alessio, fue que estaba enferma de cáncer, su aspecto lo decía. Pero no iba a preguntar, no me parecía apropiado cuando se veía que Alessio no quería hablar de ello. Me preocupaba Lucie, era una niña encantadora por lo poco que había hablado con ella. Quería verla. También me preocupaba Alessio, no me imaginaba lo difícil que debía ser para él.
Deseaba que, Lucie sanará, no sabía con exactitud su padecimiento, pero estaba confiada en que ella mejoraría, lo sabía.
—¿Seguro que quieres ser mi amigo? —pregunté, cambiando de tema.
—Sí, te ves agradable, quizá me contagies.
Sonreí, esto parecía irreal, pero me estaba dejando llevar y sorprender.
—¿Y dejarás de ser tan hielito? —Le di una sonrisa burlesca.
—Lo intentaré, sí.
—Entonces acepto ser tu amiga. —Asentí, emocionada, le extendí mi mano—. Soy Lira Jones, mi color favorito es el verde, y no me gusta el chocolate. A mí no me gusta la música clásica ni el rock, pero sí el pop y la electrónica.
Él rio, y estrechó mi mano después de que le di mi presentación improvisada, poco me faltó agregar “y me gustas tú”. Mentiría si no sufrí un mini infarto cuando su mano fría hizo contacto con la mía por unos breves segundos.
—Soy Alessio Orson, mi color favorito es el blanco, y a diferencia de ti, me encanta el chocolate.
Esto era un comienzo, más del que alguna vez imaginé obtener.
—Por cierto, tocas increíblemente el piano —le alagué.
—Gracias.
—Ojalá yo tuviera ese talento.
—Lo puedes adquirir.
Lo observé, se veía demasiado sexy…
¿Qué? ¿Dije sexy? Por Dios, se me alteraron las hormonas. Traté de alejar mis sucios pensamientos de adolescente. Y concentrarme en la conversación.
—Eh no, no creo que pueda tocar el piano como tú —negué con la cabeza.
—Claro que puedes, sólo necesitas aprender y practicar.
Lo decía con una facilidad.
—Yo pienso que ya se nace con un talento así, aunque me esforzara no conseguiría mucho.
—Mira, si tú quieres conseguir una habilidad, esmérate por obtenerla, por ejemplo, ¿qué talento te gustaría tener?
—Muchos, como pintar, me gusta pero me salen puras cochinadas.
—Dedícale tiempo, persevera, practica hasta que logres el resultado que esperas, y no te desanimes porque sí puedes.
—¿Así lo lograste tú?
—Claro.
Sonreí. Era bonito que, cuando yo estaba apagada y triste, Alessio había llegado a hacerme sonreír.
No esperaba por contarle a mis amigos, no me van a creer.
—Ya son las 11:11. —Se fijó en su reloj—. Pide un deseo.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Pídelo.
Lo miré, confundida.
—¿Ya lo pediste? —preguntó después de un rato.
—Sí.
En realidad no, no sabía a qué iba todo esto.
—¿Tú pediste uno? —cuestioné, intrigada.
—Sí.
—¿Qué pediste? —Ladeé la cabeza.
—No te diré, luego no se cumplen si los dices.
Solté una carcajada. Jamás pensé que Alessio creyera en esas tonterías.
—¿En serio crees en eso? —Me limpié las lágrimas de tanto reír.
—¿Qué? ¿Tú no?
—Definitivamente no, es muy bobo. —Hice una mueca.
—Claro que no—resopló—, es especial tener la esperanza de que los deseos sí se cumplen.
—Hablas igual que un soñador.
—Y tú igual que una realista.
Nuestras risas resonaron por todo el muelle, más la mía porque me reía como cerdito. Era grandioso hablar tan relajadamente con Alessio.
Guardamos silencio por unos minutos, mientras ambos contemplábamos la espléndida vista y admirábamos los destellos de las estrellas.
Entonces, se me ocurrió aprovechar la situación de que lo veía de buen humor.
—Alessio, ¿puedo pedirte un favor?
—Depende de si puedo ayudarte.
—Yo necesito sacar buenas calificaciones especialmente en matemáticas, y no soy muy buena, quería ver si tú podrías ayudarme —pedí.
—Sí, no hay problema.
—Muchas gracias.
Balanceé mis pies, se me antojaba meterme al lago pero no, capaz y me sale un animal y me chupan las sanguijuelas.
Pensaba, ahora que comenzaba una amistad con Alessio, pasaríamos tiempo juntos y nos conoceríamos más, eso me gustaba pero a la vez me asustaba, no es una novedad pensar que Alessio es perfecto y que obviamente caeré perdidamente enamorada. También estaba consciente de que él jamás podría corresponderme de la misma forma, ya esa idea la había descartado por completo. Pero, sí que podía ser su amiga, sí podía estar cerca de él, no importaba si me llegaba a lastimar el saber que de ahí no pasaría a más. Ya daba por hecho que yo terminaría con un corazón roto, pero debía arriesgarme.
Ya daba por hecho que Alessio dejaría huella en mí, porque esto que siento jamás lo había experimentado, era especial y único. ¿Daba miedo? Sí, ¿Me acobardaría por eso? No. Por primera vez, me atreví a seguir el camino del miedo, era curioso aceptar terminar lastimada a pesar de que podía evitarlo.