Al día siguiente mis padres habían llegado antes de que mi hermana y yo nos fuéramos a la escuela, mi madre se veía muy afectada y mi tía no estaba de humor, y era entendible, todos nos encontrábamos aún preocupados y el silencio era lo único que reinaba en la casa. Nos dijeron que se iban a estar turnando en el día y durante la noche para vigilar a la abuela en el hospital.
Hoy no iría para allá, sólo iría mi mamá en la tarde y mi papá en la noche. Y así se turnarían para estar al pendiente, mi abuelo también iría en ocasiones por la tarde para visitar a su esposa.
Aunque el Doctor había dicho que la abuela estaba estable por el momento, aún podría ser delicado debido a las secuelas que se podrían presentar a causa del ataque cardíaco.
Llegué a la escuela, caminaba tranquilamente por los pasillos, en serio, con una calma que nadie notaba, pero claro, me vi interrumpida por una extravagancia.
—¡Lira! —El grito en mi oído me hizo sobresaltar.
—¡Maldición! —solté, llevándome la mano a mi oreja izquierda. Volteé dispuesta a reclamarle a quién sea que casi me dejaba sin tímpano.
Y, ahí estaba un extrovertido Lucas, con una sonrisa más grande que mi estatura.
Dios, ¿cómo es que este chico siempre parecía haberse tomado pastillas turbo energía?
Es como si él siempre estuviera en un maratón, porque llegaba con la respiración agitada, con su rubio cabello despeinado, su tono de voz siempre era exaltado, y tenía una sonrisa torcida extraña, no entendía cómo es que tenía la capacidad de sonreírle a todos y a todo, nadie era tan feliz como este Lucas, o al menos así se mostraba de radiante.
—¿Cómo te va hoy? —preguntó, acortando nuestra distancia.
—Pues no sé, apenas va iniciando el día —respondí, y continué caminando con él a mi lado—. ¿Y a ti?
—Muy muy muy muy bien —contestó.
—Me alegro.
—Oye, yo quería decirte que…
—¡Lucas! ¡Vamos amigo, se nos hace tarde! —Los gritos de Lee callaron al rubio, estaba hasta el fondo del pasillo agitando las manos—. ¡Ya luego hablas con tu novia, joder, muévete!
Abrí la boca, ofendida.
No alcancé a replicar porque Lucas me dio una disculpa y se fue corriendo hacia el coreano.
Me quedé suspendida en medio del pasillo, viendo cómo esos dos desaparecían a quién sabe dónde.
Negué con la cabeza y retomé mi paso hacia el salón de matemáticas. Ahora que lo recordaba… Alessio me había dicho que sí me ayudaría con la materia, quizás se le haya olvidado, no sé.
[…]
Las clases para nada habían estado bien. Como ya se acercaba el final del semestre, los maestros no paraban de dejar trabajos, exámenes por aquí y exámenes por allá. Evaluaciones estresantes, proyectos enormes, todo lo que me ponía de mal humor. Maldigo el día en que Dios no me hizo ordenada y aplicada en la escuela. Soy una burra.
No había encontrado a mis amigos en toda la jornada, sólo crucé unas palabras con Noah cuando me lo encontré por los pasillos cargando a una muñeca enorme de plástico, ni pregunté.
Cuando me dirigía a la salida principal para irme ya a mi casa, vi a Martin por unos metros delante de mí en la puerta de su taller de música, pero en su gesto algo no me pasó desapercibido y me preocupó notarlo tan cabizbajo. Me acerqué con rapidez para ver qué le sucedía.
—Martin. —Lo tomé del brazo, deteniéndolo—. ¿Estás bien?
Alzó la vista, su expresión estaba afligida.
—Sí.
Claramente su semblante me decía lo contrario.
—No mientas. —Lo solté del brazo—. Puedes contarme si te sientes cómodo haciéndolo.
Vaciló por unos momentos, no parecía convencido pero de igual forma tomó la iniciativa de contarme lo que parecía estar agobiándolo.
—Sólo… No le cuentes a Mika lo que te diré, ¿bien?
—Sí, de acuerdo.
Ambos nos alejamos del salón, escabulléndonos por una esquina donde ya no había nadie, me quedé unos minutos a la espera de que dijera algo, hasta que suspiró y se frotó la cara con frustración.
—Tuve una pelea con Mika —comenzó, escuché atentamente—, hace rato la vi con Lee, ese chico no me cae nada bien, pero sabes que a Mika le gusta él, sé que yo no le gustaré a Mika nunca y me dan celos cuando ella está con alguien más, pero lo acepto, de verdad lo acepto aunque me duela, pero, Lee no es para ella, él la va a lastimar, lo sé.
—¿Por qué piensas que la va a lastimar? —Arrugué el entrecejo—, ella ni siquiera anda en algo con Lee.
—Por todo, Lira, porque él es un maldito mujeriego, porque sólo está jugando con ella, porque Mika saldrá lastimada por su culpa. —Se pasó la mano por el cabello, moviéndose de un lado a otro, desesperado—. Hace rato ellos dos estaban coqueteando, él la tenía acorralada contra la pared, y ella estaba encantada, se notaba en su mirada. Cuando se alejaron, me acerqué a ella y le dije que tuviera cuidado con Lee, y eso desató una pelea, ahora estamos enojados y sé que debo ir a pedirle perdón por meterme en sus relaciones. —Exhaló.
—Pero quizás Lee cambie por Mika, puede ser así —debatí—, y si no, de cualquier manera, Mika nunca se enamora porque sólo busca pasar el rato hasta que se aburre, no debes preocuparte, ella no va a salir lastimada, me preocupo más porque Lee terminará con el corazón roto. Y, por quién deberías preocuparte ahora eres tú. —Lo señalé—. Martin, tu único hobby es mantenerte cerca de Mika, perdón, pero eres un masoquista, estás enamorado de ella y te duele ver cómo está con otros chicos que no son tú y aun así sigues ahí hiriéndote, y eso no es sano…
—Es que no lo entiendes, yo no puedo estar lejos de ella, la conozco desde que éramos niños—me interrumpió, abrumado.
Su estado me preocupaba, no era sano lo que se hacía, Mika ni siquiera sabía que su mejor amigo estaba enamorado de ella, y Martin estaba volviéndose loco. Yo sentía que exageraba porque no creo sinceramente que Lee pueda lastimarla al grado que se está imaginando.
Pero no sabía cómo ayudar a Martin, suspiré, no me gustaba ver a mi amigo lastimándose así por mi amiga. La única solución que veía para él era que se alejara de Mika, al menos en lo que se recuperaba y con la esperanza de que superara ese enamoramiento, pero él no quería alejarse porque ya se había vuelto tan rutinario estar cerca de ella que no había manera de separarse. De las dos formas le iba a doler, pero una era un dolor necesario para sanar.
Miré el piso, sin saber qué decirle.
—Entonces, ¿qué harás? —le pregunté.
—No lo sé.
Estaba decaído, estar cerca de la chica que le gustaba le estaba haciendo daño, lo estaba desgastando, ¿y cómo era eso posible? Porque él no podía estar con ella, porque cargaba consigo un sentimiento no correspondido desde hace muchos años, porque tenía que soportar ver cómo otros estaban con la chica que amaba, y eso lo estaba hiriendo mucho, era un dolor profundo. Y no debería pasar, el amor no te debería consumir como lo estaba haciendo con Martin. Lo lógico era retirarse y bloquear por todos lados esa fuente de dolor, entonces ¿por qué él se quedaba? Porque aceptaba estar siendo lastimado con tal de no alejarse de ella.
Él conocía desde hace años a Mika, la amaba, pero eso estaba siéndole perjudicial, y aunque no se daba cuenta y cuando se lo decía lo negaba con tal de no encontrar motivos para separarse de Mika, en el fondo todo lo estaba agotando.
He escuchado que los adolescentes no pueden sufrir por amor porque son jóvenes e ingenuos como para sentir un sentimiento tan profundo, pero no era verdad, veía todo ese sufrimiento en Martin.
Quería intentar animarlo, aunque sea por unos momentos.
—¿Quieres ir por un helado de gomitas? —sugerí, sonriendo y alzando las cejas repetitivamente—. Ándale. —Le piqué con un dedo su abdomen, él se negó—. Vamos, sé bien que te derrites por esos helados, anda.
Lo tomé del brazo, y lo arrastré.
—Está bien. —Sonrió a medias.
Eran casi la 1 pm, iríamos a la peletería cercana de aquí para no ir hasta el centro y así no tardar tanto.
Pero, los minutos siguientes fueron tan impredecibles…
Cuando crucé la puerta de la salida, choqué inesperadamente con alguien, tirando los libros que traía cargando en mi mano izquierda.
—¡Perdón! —Me disculpé rápidamente con quien había chocado, y me agaché a levantar mis libros.
—No hay problema, Lira.
Levanté la vista, confundida por la voz de la chica que me había nombrado. Y, vaya sorpresa me llevé. Mi boca se entreabrió, y alcé las cejas.
La chica pelirroja que hace tiempo había visto con Alessio en un par de ocasiones estaba agachada a mi frente ayudándome a recoger los libros que había tirado. Vaya que de cerca era más bonita, su pelo rizado largo color rojo intenso era envidiable, su piel era extremadamente blanca como de porcelana, su cara era pequeña de facciones lindas y delicadas, y tenía un rastro de pecas que adornaban su angelical rostro. Sus ojos eran color ámbar, muy asaltados.
Se levantó con mis libros en la mano, y yo hice lo mismo. Doble sorpresa me lleve, Alessio estaba a su lado.
La chica me extendió los libros, los tomé, un poco cohibida.
Pero caí en cuenta de algo, ¿cómo ella sabía mi nombre? Yo no la conocía.
—¿Me conoces? —pregunté en su dirección.
—Por supuesto, chica. —Mascó su chicle ruidosamente, recorriéndome con la mirada de arriba abajo.
—Lira, ¿ya nos vamos? —inquirió Martin a mi lado.
—Emm sí, sí. —Asentí, aún extrañada por saber de dónde me conocía la pelirroja.
—¿Y adónde van? —interrogó ella hacia nosotros dos, sonriéndonos inocentemente.
—Amm… por unos helados de gomitas —respondí, dudosa.
—Nosotros también —dijo de inmediato—, hay que ir todos juntos —propuso, emocionada.
Formé una línea con mis labios. Martin también arrugó la frente hacia la chica que no conocíamos.
Alessio giró la cabeza hacia ella y mirándola seriamente, le dijo:
—Qu'essayez-vous de faire? —pronunció en un idioma que me dejó con los ojos tan separados como pescado, literal, su voz había sonado más grave y un poco ronca. Y yo no sé por qué eso había alterado algo en mí, me gustó. Sabía que era francés porque Alessio era francés, esta había sido la primera vez que lo escuchaba hablar en ese idioma, y ahora quería que hablara solamente en ese, porque vaya que se escuchaba maravillosamente bien.
—Tais-toi, Alessio —le devolvió ella con el mismo semblante serio, y luego se volvió a nosotros con una radiante y amistosa sonrisa. Hasta ella sabía francés.
No sé qué se habían dicho pero la curiosidad me carcomía, ¿estarían hablando de mí?
—Y bien, ¿podemos ir todos juntos? –insistió nuevamente la chica de despampanante cabello.
No entendía, y Martín tampoco.
—Eh…
—Vamos, será divertido —me interrumpió, de nuevo con una sonrisa persistente.
Miré a Martin, en busca de una respuesta, pero él se encogió de hombros simplemente.
—Em… pues está bien —accedí, extrañada.
—¡Estupendo! Será muy divertido.