Traducción al final del capítulo.
No era divertido.
Para nada divertido.
No me caía bien la pelirroja.
¿Por qué no me caía bien? Por muchas cosas, era demasiado alegre, nadie es tan feliz a excepción de Lucas, además de que era muy linda, nadie es tan linda a excepción de mi hermana. Y, ¡Diablos!, odiaba sentirme celosa de ella.
Jamás había estado celosa por un chico, la única vez que experimenté celos fue cuando a Gabriela le habían comprado unas muñecas que yo quería, y a mí no me habían comprado nada. Fue la única vez, pero sentirme celosa porque una chica toque al chico que me gusta, diablos, ya era otra clase de celos, esto era nuevo para mí. Y no se siente divertido.
No era correcto sentirme así, porque era enfermizo e irritante ponerme furiosa por los acercamientos que la chica bonita tenía con Alessio, y como ahí él no se mostraba gélido ni quisquilloso a que le invadieran su espacio personal.
Qué molesto. En el camino no he cambiado mi cara de perro.
Martin y yo íbamos atrás de ellos como a un metro, la pelirroja iba colgada del brazo de Alessio, él ni se quejaba de que ella casi le arrancaba el brazo, no la alejaba, nada.
Alessio es un mentiroso, y un tramposo, y muy mentiroso, Alessio es un tramposo mentiroso, sí, eso es. Él me dijo que no tenía novia y que jamás ha tenido una, que según no quiere que lo lastimen, y que bla bla bla. Pues ya se vivió que está bien feliz con ella.
Resoplé. Maldito enojo, no es justo.
—¿Qué tienes? —me susurró Martin.
—¿De qué hablas?
—Nos has parado de resoplar, y bufar con los brazos cruzados —murmuró—. ¿Por qué estás enojada?
Bajé la vista a mi pecho y descrucé los brazos.
—No estoy enojada —grazné.
—Sí, ya vi —ironizó.
—Cállate.
—Andas brava, entiendo. —Alzó las manos, luego se acercó a mi oído y susurró—: Sentir celos es feo, ¿verdad?
Lo miré mal.
—Yo no estoy…
—¡Llegamos! —interrumpió la novia de Alessio nuestra mini pelea.
Y tenía razón, ya habíamos llegado a la peletería al fin. Aunque yo no iba a poder disfrutar mi helado, y menos si llegaba a ver cómo la chica y Alessio se ponían de cursis como he visto que lo hacen las parejas cuando van por helados, iug. No soportaría ver eso, en primera porque es muy cursi y ñoño, y en segunda porque me daría justo en el órgano palpitoso ver a Alessio ser lindo con ella. Bueno, técnicamente ya estaba siendo lindo con ella al no apartarla de su brazo.
Los celos son graves, ni siquiera conozco a esa chica y ya me cae mal sólo por verla tan junta de Alessio. Yo no soy así y ahora me estoy comportando como una posesiva.
Me he convertido en un monstruo. Arrugué la nariz, y torcí la boca.
Entramos a la peletería llena, un señor nos atendió.
—Yo quiero un helado de chicle —se apresuró a pedir ella, luego miró a Alessio y habló por él—: Y para él uno de durazno.
Alessio frunció el ceño, mirándola confundido.
Y, aquí, en esta parte, en estos segundos, yo estaba a punto de abrir mi bruta boca para decir lo más bruto que se me pudo salir:
—Pero a él le gusta el chocolate.
Bueno, la vergüenza era mi segundo nombre. Dios, ¡por qué era yo tan metiche!
Todos me miraron, la pelirroja sonrió con algo que me pareció satisfacción, Martin enarcó una ceja mientras luchaba por no reírse. Y no pude mirar a Alessio por la pena que estaba sintiendo.
—Digo, mhm, es que, bueno yo… —balbuceé, tallando mis manos sudorosas en mi pantalón.
Entonces, Alessio intervino:
—Lira tiene razón, no quiero de durazno, quiero uno de chocolate, por favor —dijo, serenamente, dejándome impresionada—. Tú quieres uno de vainilla, ¿verdad? —preguntó, en mi dirección.
—Eh… sí, sí, ese me gusta, gracias. —Asentí furtivamente.
Giré levemente la cabeza, a la dirección contraria para ocultar mi sonrisa. Estaba fascinada de que Alessio se hubiera acordado de ese detalle. Vaya memoria tenía él, supongo que dedujo que mi sabor favorito era de vainilla por el día en la feria que pedimos nuestros churros rellenos.
No, no, no, debo parar. Se supone que tiene novia, no puedo ilusionarme por una cosa tan insignificante, está mal. Muy muy mal.
El señor nos entregó nuestros helados y nos sentamos en la única mesa desocupada.
Me senté junto a Martín. Alessio quedó en frente de mí, lo cual no me gustó porque me ponía nerviosa. Y Martín quedó en frente de la pelirroja.
Martín se empezó a atiborrar con su helado. Hasta un cochinito era más decente que él.
—No te vayas a ahogar —bromeé.
Se rio a propósito en mi cara, salpicándome de gotitas de helado. Hice una mueca de asco, limpiándome con la palma de mi mano.
Lamí mi helado, con más decencia que Martín, en especial porque tenía a Alessio justo en frente de mí. Y, esta vez fui yo la que casi se ahoga cuando la pelirroja llevó su mano al cabello de Alessio, haciéndole cariño, todo pasando en mis narices. Sentía un revoltijo de rabia crecer en mí, maldición.
—Montrez-vous affectueux —pronunció ella de nuevo en francés, sonriéndole dulcemente.
—Arrêtez, Brigitte —le dijo Alessio, mirándola seriamente, detuvo su mano. Parecía molesto.
—Non, je veux voir si elle se sent jalouse —le discutió ella, mientras seguía acariciando su cabello. Qué envidia.
En estos momentos odiaba no saber francés.
—Ça ne m'intéresse pas. —Alessio apartó la mano de la pelirroja, y ella resopló.
Creo que están teniendo una pelea de pareja, justo en el peor momento.
—¿Y cómo te llamas? —intervino mi amigo, preguntándole la chica.
—Brigitte –respondió.
Vaya, tenía bonito nombre.
—¿Estudias en nuestra escuela? —interrogó Martín, chupándose los dedos que se había embarrado.
—Obviamente.
—¿En qué grado vas?
—En segundo.
—Entonces eres mayor.
—Sí.
Los únicos que hablaban eran ellos dos. No entendía a qué venía el interrogatorio de Martín a Brigitte, y le siguió.
—¿De dónde eres?
—De Mónaco.
—¿Desde cuándo vives aquí?
Esto parecía una competencia de preguntas y respuestas. Martín la desafiaba con la mirada, y Brigitte contestaba todas sus preguntas sin titubear ni insultar a mi amigo por estar siendo tan metiche e inoportuno.
—Desde hace tres años.
—Eh…
—¿Eres novia de Alessio? —me interrumpió Martín, soltando la pregunta lentamente, enfatizando cada letra hacia ella.
Le di una patada. Pero, mi mala suerte me boicoteó como siempre. La patada le dio a Brigitte.
—¡Auch! —Se llevó la mano por debajo de la mesa para sobarse el pie.
—Lo siento, lo siento, perdón, no fue mi intención. —Me llevé la mano a la frente.
—No hay problema —dijo duramente, haciendo una mueca de dolor.
Miré a Alessio, y vaya, este chico se la vive desinteresadamente, acababa de patear a su supuesta novia y él seguía degustando su helado con tranquilidad.
—¿Y bien? —insistió con la pregunta Martín. Llevé mi mano por debajo de la mesa, y le di un pellizco en la pansa, brincó.
—No, no es mi novio —contestó ella.
No oculté mi estupefacción. ¿En serio estuve haciendo tanto ridículo y al final ni son novios? Soy meramente una tonta. Pero es que, o sea, ellos se mostraron muy cariñosos, en especial Brigitte. Puede ser que a ella le gusta él, y por eso se le acerca demasiado.
No sé si sentirme aliviada.
Martín me miró, con aires de grandeza, como diciéndome: y tú haciendo berrinches por nada.
Ahora me sentía infantil. En conclusión, los celos no eran buenos. Y menos cuando celas a alguien a quien ni siquiera le gustas.
—Voy al baño —me excusé.
Martín se levantó para cederme paso. Me escabullí rápidamente al baño.
Abrí la puerta, y la cerré detrás de mí recargándome en ella. Inhalé y exhalé.
Me separé de la puerta y, no avancé ni un paso más, me quedé pasmada, congelada en mi lugar.
Oh. Por. Dios.
Mi vista no se concentró en la cara de los hombres, sino en algo de su anatomía que me dio un miedo paralizador.
—¡Oh por Dios! —chillé, tapándome los ojos—. ¡Lo siento!
No esperé a que me insultaran por meterme al baño de hombres. Salí corriendo de ahí.
Mi cara estaba caliente. Me pegué en la frente con la mano.
Justo a lado, estaba el baño correcto de mujeres. Malditos monos indicadores, no se distingue bien cuál es mujer y cuál es hombre.
Me metí de nuevo al baño. Esta vez al correcto.
Me lavé la cara para que se me quitara lo caliente y sonrojada.
En mi mente aún estaban sus…
—¡Lira!
Lo que me faltaba, Brigitte.
Agarré papel y me sequé la cara.
—¿En serio te metiste en los baños de hombres? —Se carcajeó.
Abrí la boca, incrédula.
—¿Cómo sabes?
—Te vi salir toda roja del baño de hombres, y ni me viste. —De su mini bolsilla, sacó un labial rojo y se inclinó al espejo para pintarse.
—¡Fue un accidente! —me defendí.
Se volvió a reír.
—¿Y qué les viste?
—Sus cositas —murmuré, avergonzada, me tapé la cara—. Soy una pervertida.
Brigitte casi se atraganta con sus carcajeadas, se llevó la mano al estómago mientras hacía ruiditos raros como si se estuviera ahogando de tanta risa.
Me crucé de brazos, mientras la miraba mal.
—No es gracioso —refunfuñé.
—Claro que sí —dijo entre risas hasta que se calmó.
—Ya me voy. —La miré por última vez mal, y di media vuelta.
—¿Te gustó estar celosa?
Me detuve.
Oh.
Oh.
No lo dijo. Aluciné.
—Me encanta que seas muy expresiva, no tardé en notar que los celos te estaban quemando.
Sí lo dijo. No aluciné.
Me giré lentamente, con una expresión de terror plantada en mi rostro. Ella seguía retocándose los labios tranquilamente.
—Tú… Tú… Sa-bes de…
—Sí, sé que te derrites por Alessio. Tan sólo hay que ver tu cara de boba cuando lo miras. —Sonrió, mirándome a través del espejo—. Pero calma, no le diré que te gusta, aunque quizás él ya lo intuya.
—Eso no es…
—Es muy atractivo, ¿verdad? —Enarcó una ceja.
—Ah… si te digo la verdad, ¿te molestarías?
Ella arrugó la frente.
—¿Por qué me molestaría?
—Bueno, porque tú…, ya sabes, te gusta él. —Llevé mis manos a mi pecho.
Me miró por unos largos segundos, y luego volvió a romper en risas.
—Ay, Lira, me caes muy bien, eh. —Se limpió las lágrimas de tanto carcajearse como loca—. Alessio no me gusta, bueno, si tuviera vagina entonces podría gustarme.
Mi boca cayó al piso.
—Oh… —Mi cerebro quedó en blanco—. ¿Tú… eres lesbiana?
—Desde luego.
Oh.
—Qué bien —fue lo único que dije.
—Claro que te parece bien. Ya regresó tu ilusión por Alessio, ¿no es así? —Me dio una sonrisa ladina.
Asentí, un poco cohibida.
Digamos que ahora Brigitte no me caía mal como en un principio. No mentiré, me sentía aliviada ahora que sabía que entre ellos no había una relación y que a Brigitte no le gustaba Alessio. Pero, aún no se me aclaraba algo.
—¿Y por qué parece como si fueran novios? —me atreví a preguntar.
—Porque yo quería darte celos para ver hasta qué punto te gustaba Alessio.
Fruncí el ceño.
—¿Y él también quiso darme celos? —interrogué, confundida.
—No —negó, guardando su maquillaje—. A él no le interesa.
No sabía qué decir. Esto era extraño. Antes de que saliéramos del baño, la detuve.
—¿Y cómo es que me conoces? —inquirí. Ella sabía mi nombre y ni siquiera se lo había dicho.
—Lucie me habló de ti. —Se encogió de hombros.
—¿La conoces?
—Por supuesto. —Asintió, abriendo la puerta—, me dijo que eras muy divertida.
—Ni tanto —murmuré para mí.
Salimos y regresamos a nuestros asientos. Aún seguía tan confundida por la conversación con Brigitte. Además de que mi mal genio se había disminuido dando paso a la intriga.
Como ya todos habíamos terminado nuestros postres, nos despedimos ahí mismo, pero antes de que me fuera con Martin, Alessio me detuvo.
—¿Aún quieres las clases? —me preguntó.
Vaya, y yo que pensé que se le olvidaría.
—Sí, sí, claro que sí. —Asentí, emocionada.
—Bien, ¿en tu casa?
—Sí, está bien. —Sonreí.
—De acuerdo, nos vemos mañana en la tarde.
—Sí, gracias.
Brigitte lo llamó para que se fueran y los vi alejarse.
Suspiré.
—¿Ya nos podemos ir o seguirás a mitad de la calle suspirando por Alessio?
Y como siempre, Martín arruinó el momento.
Le hice un ademán para que avanzara.
Pero mis suspiros no terminaron. ¿Quién lo diría? Hace rato estaba enojada con él y hasta lo insulté y ahora estoy que no quepo de felicidad porque sí se acordó de que prometió ayudarme.
Odio estar siendo tan bipolar. Mis emociones giran alrededor de Alessio y sus acciones. Estoy perdida.
De verdad perdida.