—Más despacio.
—Vamos muy lento.
—No, vamos a una velocidad apta para no caerme y congelarme el trasero —debatí, mirándolo mal—. ¿A caso tú me vas a cargar cuando me fracture la cadera?
—No te vas a fracturar la cadera —replicó Alessio.
Bufé.
—Uff, parece que no conoces mi mala suerte. —Apreté más fuerte sus manos.
—Mmhm, la he experimentado un poco.
Solté una carcajada.
Lucie llegó en ese momento a nosotros, presumiendo una pirueta que lograba dar.
—Mira, Lira, soy como una princesa —habló, sonriendo ampliamente.
—Eres una princesa —le aseguró Alessio.
Asentí, concordando con él.
Lucie se alejó de nuevo, mientras continuaba luciéndose dando giros que le ganarían el premio a mejor niña patinadora del año. Cada vez había menos gente.
—¿Quieres dar un giro? —me preguntó Alessio.
—¿Qué? —exclamé, arrugando la frente—. No, no, bueno sí, pero no puedo.
—Sí puedes, te ayudo.
—No creo que…
Pero no me escuchó, empezaba a creer que Alessio me llevaba la contraria a propósito. Él alzó mi mano derecha.
—No estés tan rígida. Relájate.
Le di una mirada angustiada, pero él la ignoró. Para no caerme, me le acerqué un poco más, desde aquí se sentía más la diferencia de altura entre él y yo, me soltó cuidadosamente de la otra mano y me incentivó a dar la vuelta, algo torpe y tensa me giré lentamente, tratando de no dar un paso en falso y que por magia del destino me enredara con los patines.
Pero, para mi sorpresa y la del mundo que no me conocía, logré dar la vuelta lentamente, un poco tensa y encorvada ridículamente, pero no me enredé con los patines, lo cual eso ya era mucho avance. La mano de Alessio también me ayudaba a girar.
Le sonreí, emocionada.
—¡Lo hice!
—No era tan difícil, ¿verdad? —Enarcó una ceja.
Sonreí aún más.
—A lo mejor y me dedico a esto —murmuré, en broma—. Sería mejor que ser doctora.
—¿Estudiarás medicina? —inquirió, mientras nos continuábamos deslizando.
—Emm, sí, supongo, mis padres me dijeron que debo estudiar eso.
—¿Y a ti te gusta?
Guardé silencio unos segundos, analizando su pregunta. No, la verdad a mí no me gustaría estudiar medicina, mi pasión más grande era ser compositora, la música era lo único que quería estudiar. Pero mis padres me dijeron una vez que, me moriría de hambre si seguía el camino de la música, que eso era para los mediocres frustrados, eso lo dijo papá.
Yo entendía que mi padre sabía lo que me convenía porque él sólo veía para que yo tuviera un futuro garantizado, así que no me oponía a las decisiones que me ordenara que siguiera a pesar de que yo no quería seguir el camino que me preparaba.
Sacudí la cabeza.
—Sí, sí, a mí me gusta. —Agaché la mirada.
—No pareces muy segura de ello, entonces.
Carraspeé.
—Lo estoy… yo… sí, estoy segura. La medicina es lo que quiero estudiar.
—¿La medicina o… la música?
Me detuve, obligándolo a detenerse.
—¿Cómo sabes que me gusta componer? —Le interrogué, entornado los ojos
—De hecho, no lo sabía, me lo acabas de confirmar con tu pregunta —confesó, encogiéndose de hombros—. Yo pensé que querías ser cantante, pero me acabas de soltar que te gusta componer.
—¿Eh?
—Sí, ¿acaso no sabes que toda la clase te escucha cuando tarareas mientras estás sumergida en esa libreta de Minnie Mouse? Ahora supongo que ahí tienes escritas tus canciones, ¿no es así?
Mi boca quedó entreabierta, mirándolo con los ojos muy abiertos. ¿Qué demonios…?
—¿Acaso me acosas? —solté sin pensar, estupefacta.
El soltó una risa, mientras negaba con la cabeza. ¿Qué está pasando?
—No es necesario para ponerte atención.
—¿A qué te refieres? —Arrugué el entrecejo, aturdida.
—Lira, desde el primer día que llegué, me di cuenta que tú serías de alguna manera la chica distraída y creativa de la clase. Y lo confirmé después —confesó.
Mi mundo se detuvo. Se detuvo completamente. ¿Será posible que...?
—¿Me notaste desde el primer día? —repetí, impresionada.
—¿Y cómo no lo haría? Me senté a tu lado, y en toda la clase me molestó que no te callabas. —Hundió las cejas—. No parabas de tararear una canción, y lo haces continuamente, pero no te das cuentas por estar tan distraída en esa libreta. —Torció la boca, pensativo—. Supuse que aspirabas a ser cantante.
Contuve la respiración, y sí, me sonrojé. Me sonrojé por muchísimas cosas; porque Alessio me ha escuchado mis horrendos cantos, porque Alessio me había notado desde el primer día y yo que pensaba que le pasaba desapercibida, y porque ahora mismo maldecía no concentrarme nunca en una clase por estar sumergida en mi mundo.
¿Debía sentirme avergonzada o ilusionada? Un poco de ambas estaba, y es que esto era en una pequeña gran medida impactante.
—¿Qué? —soltó él cuando vio mi expresión.
—Yo… —Mi vista se dirigió instintivamente al reloj que estaba hasta arriba en las gradas pegado a la pared, y mi rostro palideció en tiempo record—. ¡Diablos!
—¿Qué pasa?
—¡Se me hizo tarde! ¡Sentí que habían pasado sólo dos minutos! —gimoteé, asustada.
Alessio estiró la manga de su sudadera y miró su reloj, confundido. Ambos habíamos perdido por completo la noción del tiempo. Ya habíamos pasado aquí dos horas, y las había sentido como dos minutos.
—Me van a matar —susurré.
Me despegué de sus manos bruscamente, e intenté caminar a grandes zancadas, pero obvio, se me olvidaba el pequeño detalle de que estaba sobre hielo. Antes de que mi culo torpe diera contra el hielo, Alessio alcanzó a sostenerme por el brazo, y yo por el borde del vidrio que rodeaba la pista.
Me ayudó a llegar rápidamente hasta la salida, llamó a Lucie mientras yo me quitaba los patines a toda velocidad, ellos también lo hicieron y los tres ya estábamos caminando de prisa a su auto.
Me metí esta vez en el asiento del copiloto, Alessio abrochó el cinto de Lucie y se metió. Aceleró.
Mi pie no dejaba de repiquetear y no paraba de morderme el pulgar.
De reojo vi que Alessio me miró.
—Calma, conozco un atajo —dijo, y condujo por quién sabe dónde.
Y en menos tiempo de lo que me llevaba acabarme las uñas, él ya estaba en mi vecindario.
—Para aquí —le pedí, viendo desde lejos mi casa.
Él frunció el ceño, pero paró.
—Es que, si me ven llegando contigo, ahora sí me regañarán —murmuré—. Muchas gracias a los dos, fue divertido.
Volteé a ver a Lucie, pero la pobre ya estaba dormida en su asiento. Volví a mirar a Alessio.
¿Por qué las despedidas debían ser tan incomodas? Porque sí, ahora mismo sabía que debía irme pero no movía más que mis dedos en mi regazo. Se supone que, justo como en las películas de romance, antes de despedirse de una primera cita, él hombre toma la iniciativa y besa a la chica. Aunque, claro, esta no era la primera cita, ni siquiera habría una en ese plan amoroso. Pero, de alguna manera loca de mi ser, estaba esperando a que él hiciera algo, digo, un beso en la mejilla, ¿o debería hacerlo yo?
Estuve a punto de resoplar por mis pensamientos tan ridículos.
Hice un amago de sonrisa, y me despedí.
—Adiós.
Y, antes de que pudiera abandonar el auto, su voz me detuvo.
—Espera —Mi pulso se descontroló patéticamente, mientras volvía lentamente la cabeza hacia él y me relamía los labios—. No se te olvide estudiar para el examen de matemáticas.
Oculté perfectamente la desilusión de mi gesto. Ni siquiera sé por qué sería una desilusión, no es como si él fuera a darme un beso en su auto y me jurara amor eterno. Qué ridícula soy.
Le asentí, y por fin bajé del auto. Caminé rápidamente hasta mi casa, llegué a la entrada y, antes de tocar, asomé la cabeza para ver al auto de Alessio que apenas había arrancado para irse.
Toqué dos veces, y al minuto mi madre me abrió.
Solté disimuladamente el aire contenido cuando vi que no estaba echando humos. Bien, no estoy en problemas.
[…]
Me observaba en el espejo. Estaba a punto de salir para ir a la escuela, pero me había detenido 2 minutos a mirarme de pies a cabeza. Analizando cada detalle con suma precisión. ¿Por qué lo hacía? No lo sé. Hace mucho que no me hacía una inspección así, y hoy me dio curiosidad.
¿Y si…?
Mhm…
¿Y qué tal si hoy intentaba algo nuevo?
Mis atuendos siempre eran algo fachosos. Nunca me esmeraba en arreglarme, y no sé por qué. ¿Y si hoy probaba algo diferente? ¿Y si hoy, por primera vez, usaba algo fuera de lo que estaba acostumbrada? Me daba miedo.
Estaba tan acostumbrada a esas blusas y sudaderas holgadas de colores pastel y también a esos pants, en ocasiones usaba pantalones de mezclilla, el punto es que estaba tan acostumbrada a mis atuendos fachosos que probar ese vestido floreado de mi armario sonaba como una idea aterradora.
Resoplé, no. Definitivamente no usaré ni usaría otra ropa de la que acostumbro. Claro, a menos que mi mamá me obligue, como en mi fiesta o en eventos familiares. Además, no me quedaban bien, y prefiero andar mejor cómoda.
Me di una última ojeada, tomé mi mochila y salí. Agarré una manzana, me despedí de mi madre y caminé hasta la escuela.
Llegué en poco tiempo.
Pero, aquí estaba el detalle que me dejó un poco mucho impactada. Cuando doblé el pasillo, justamente en un rinconcito íntimo, estaba una pareja besándose. Pero no era cualquier pareja.
Mikaela estaba besándose apasionadamente con Lee. Me quedé pasmada a unos metros de donde estaban atragantándose.
Mikaela con Lee, eso se impregnó en mi vista: Mikaela con Lee.
Y deseaba por todas las santas trinidades que, Martín no viera esta escena o hasta yo escucharía su corazón romperse.
Juraría que veía lengua hasta acá. Qué asco.
Lee la tenía acorralada contra la esquinita, mientras que la besaba por todas las formas posibles y Mikaela pasaba sus manos por su cuello, su cabello, y hasta sus bíceps y pectorales. Realmente asqueroso. Hasta acá escuchaba sus jadeos. Hice una mueca, repugnada.
No quería que mi amiga tuviera problemas, pero, ¿acaso ni un maestro les decía nada por la escena que estaban dando? Dios, hasta varios se quedaban viéndoles.
—¡Inviten o no coman delante de los pobres! —escuché que alguien gritó muy lejos, vaya que estaban dando espectáculo estos dos, pero ellos ni se inmutaban, seguían comiéndose las lenguas de una manera obscena.
Ladeé la cabeza, frunciendo el ceño, ¿por qué se frotaban tan desesperadamente entre sí? Esto parecía una película para adul…
—No deberías estar viendo esto con tanta intriga.
Me sobresalté, giré rápidamente la cabeza.
Alessio estaba a mi lado, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón y la vista al frente donde aquellos mostraban su show. Ni siquiera sentí cuando se acercó a mí.
Además, no sé si era mi imaginación, pero lo veía más guapo que de costumbre (si es que eso era aún más posible).
—No deberías verme viendo esto con tanta intriga —repliqué.
Él posó su vista en mí, y esbozó una sonrisa ladina.
—Puede ser.
Di otra ojeada a Lee y Mikaela, que seguían sumergidos en la boca del otro.
—¿Sabes si ya son novios? —Los señalé.
—No lo sé —admitió, serio.
—Sólo… dile a tu amigo que si… —Lo apunté con el dedo, tratando de parecer amenazadora—, que si llega a hacerle el más mínimo daño a Mika, se las verá conmigo.
—Se lo diré, te tendrá miedo, estoy seguro.
—Más le vale. —Volví mi vista a la parejilla, y en esos momentos ellos se seguían besando más vorazmente—. ¿Qué diablos? ¿Acaso no les duele la boca?
Alessio esbozó una mueca graciosa de disgusto.
—Lo mismo me pregunto.
Vi el momento, y lo aproveché para preguntarle sobre este tema.
—¿Cuántas chicas has besado tú? —le pregunté en voz baja.
—No lo sé.
—¿Cómo que no sabes? ¿Acaso no has besado a alguien? —Alcé las cejas.
—No sé cuántas porque no las voy contando —dijo simple con un encogimiento de hombros.
Oh, y yo que creí que por no tener novia no había besado a alguien, pero vaya que sí lo ha hecho, sería un desperdicio no besar la boca de Alessio. ¿Qué estoy pensando…?
—Sabes, es raro que tengamos esta conversación mientras los vemos comerse las cuerdas bucales —manifesté, torciendo la boca—. Deberíamos irnos.
—Estoy de acuerdo.