Aun así no lo odié

Capítulo 3 – Grietas en el reflejo

Los días que siguieron a aquella noche lluviosa se convirtieron en un torbellino de emociones contradictorias. Elena se debatía entre el deseo de aferrarse a Sebastián y la necesidad urgente de protegerse de ese amor que comenzaba a doler más que a sanar.

Una tarde, en el pequeño apartamento que compartían, Sebastián llegó con un ramo de flores marchitas y una mirada cansada.

—Elena, sé que no soy perfecto, pero... —dijo, dejando las flores sobre la mesa—. Quiero que sepas que estoy tratando.

Elena cruzó los brazos, suspirando profundamente.

—¿Tratar? ¿Y cuánto me va a costar a mí todo ese “intentar”? Porque siento que cada vez que das un paso adelante, das dos atrás.

Sebastián se acercó lentamente, evitando su mirada.

—No es fácil para mí. Siento que te pierdo y me asusto.

—¿Y eso te da derecho a controlarme? —preguntó Elena, con la voz quebrada—. A hacerme sentir que no puedo salir, ni respirar sin que estés pendiente de mí.

Él la miró, dolido.

—No quiero ser así. Pero cuando pienso en perderte, me duele todo.

—Sebastián... —dijo Elena, acercándose a él—. Yo también te amo, pero el amor no debería doler tanto. No puedo vivir en esta montaña rusa de miedo y reproches.

Un silencio incómodo se instaló entre ellos. Finalmente, Sebastián tomó sus manos.

—Prometo que voy a cambiar. Solo dame tiempo.

Elena asintió, aunque una parte de ella sabía que las palabras a veces se las lleva el viento.

Esa misma noche, después de una fuerte discusión por un mensaje que Sebastián encontró en el celular de Elena, ella explotó.

—¿Sabes qué? Ya no puedo más con esto —exclamó, mientras lágrimas caían por sus mejillas—. No soy tu prisionera.

Él la miró con ojos llenos de arrepentimiento.

—No quiero ser el motivo de tu tristeza... No quiero perderte.

—Pues vas por buen camino —respondió ella, secándose las lágrimas—. Porque así, cada día me siento más lejos de ti.

Sebastián bajó la cabeza, derrotado.

—Lo siento, Elena. De verdad lo siento.

—Necesito tiempo para pensar —susurró ella, alejándose.

Elena se recostó en la cama, mirando el techo, con el corazón destrozado, preguntándose cuánto tiempo más podría seguir así sin perderse a sí misma por completo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.