Aunque se hunda la Barca

Capítulo 5: La Última Prueba

Brando miró fijamente las trampas frente a él. Había llegado hasta allí, al borde de la salvación, pero ahora se encontraba con una serie de obstáculos que lo desafiaban a cada paso. Cada movimiento debía ser calculado, cada respiración contenida, pues las trampas dispuestas por Kaifa no perdonaban. Había cuchillas afiladas emergiendo del suelo, cuerdas tensas que se podían disparar en cualquier momento y, sobre todo, un laberinto de sombras que dificultaba aún más su visión.

Con Brako a la vista, atado en el centro de la habitación, todo lo que Brando quería hacer era correr hacia él, abrazarlo, y salir de ese infierno. Pero sabía que si tomaba una decisión impulsiva, todo podría acabar en tragedia. Las trampas eran letales, y el tiempo parecía estar en su contra.

Con una respiración profunda, Brando avanzó con paso firme, manteniendo la calma. Cada vez que una trampa se activaba cerca de él, su corazón latía más rápido, pero su mente permanecía centrada. Brako lo necesitaba, y la vida de su fiel amigo estaba en sus manos.

A medida que se acercaba al centro de la habitación, Brando observó algo extraño: una figura. La silueta de Kaifa apareció en las sombras, observando desde un rincón, pero sin moverse. Estaba allí, esperando que Brando cometiera un error.

—Vas bien, Brando, pero aún no has superado lo más difícil —dijo Kaifa, su voz retumbando en el vacío de la habitación.

Las palabras de Kaifa fueron como una daga en el corazón de Brando. No solo se trataba de escapar de las trampas físicas, sino también de un reto mental y emocional. ¿Realmente podría superar este desafío sin perder su humanidad, sin perder su fe en sí mismo?

Con una respiración profunda, Brando cruzó el último obstáculo: una enorme cuerda que, al romperse, liberaba una lluvia de piedras afiladas del techo. El peligro estaba al alcance de la mano, pero Brando ya no dudaba. Estaba dispuesto a todo por recuperar a Brako.

Finalmente, llegó hasta él. Las cuerdas que lo mantenían atado se deshicieron con rapidez bajo sus manos decididas, y Brako se levantó, reconociendo a su dueño con los ojos brillando de alegría.

Brando acarició su pelaje, pero el alivio fue breve. Kaifa avanzó desde las sombras, su rostro ahora serio y frío como el hielo.

—¿Crees que esto es todo, Brando? —preguntó Kaifa, sus palabras impregnadas con una burla sutil. —Aún hay un último obstáculo: salir de aquí.

Con la mirada fija en Brako, Brando sabía que el peor desafío no había terminado. Si Kaifa quería una pelea, Brando estaba dispuesto a luchar hasta el último aliento.

Aquel mismo instante, Brando percibió una sensación extraña. La habitación parecía estar temblando, como si los muros se estuvieran moviendo. Las trampas que antes parecían fijas comenzaron a vibrar, y un sonido profundo, casi ensordecedor, reverberó por el suelo. Kaifa sonrió con malicia al ver la reacción de Brando.

Brando miró a su alrededor, inquieto. La casa de Kaifa parecía estar cobrando vida, como si su propio hogar fuera un ser maligno que respondía a la amenaza de su presencia. No solo estaba atrapado en un laberinto mortal; la propia casa lo quería ver caer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.