Autentic Letters: Reflexiones Bajo la Lluvia

Estrellas

¿Por qué será que siempre volvemos la mirada al cielo? Es curioso, ¿no? Como si allá arriba estuviera la respuesta a todo lo que nos atormenta aquí abajo. Esas luces diminutas, tan lejanas que su existencia ya no debería importarnos, y sin embargo... no podemos evitar mirarlas.

Tal vez es porque las estrellas son promesas suspendidas en el tiempo. Nos hablan de algo más grande que nosotros, algo eterno. Algo que no siente miedo, ni dolor, ni dudas. Algo que simplemente es. Las vemos y recordamos lo pequeños que somos, pero, al mismo tiempo, nos sentimos parte de algo inmenso. Algo que no entendemos, pero que de algún modo sabemos que está ahí, respirando con nosotros.
Quizá nos quedamos viendo porque queremos sentir que no estamos solos. Porque, aunque esas luces murieron hace millones de años, su brillo sigue viajando por el universo, buscando un lugar donde ser visto. Y ese lugar somos nosotros.

O tal vez, simplemente, es el misterio. El silencio cósmico que grita cosas que nunca sabremos. Porque las estrellas no hablan. No explican. Solo observan, frías y distantes, como si fueran testigos indiferentes de nuestras vidas. Pero hay algo reconfortante en eso. Pensar que nuestras tragedias no tienen el peso que les damos. Que, al final, todo es polvo y luz.

Nos quedamos viendo porque queremos escapar. Porque el cielo no tiene límites, mientras que aquí... aquí todo está encerrado entre paredes, entre nombres, entre reglas. Mirar las estrellas es la única manera de tocar lo infinito sin rompernos.

Pero también creo que buscamos respuestas. Miramos hacia arriba con la esperanza de que esas luces nos devuelvan algo: un susurro, una señal, un propósito. Como si al enfrentarnos al vacío pudiéramos llenar el nuestro. Es como si al mirarlas buscáramos algo que olvidamos hace mucho tiempo. Algo que una vez supimos, pero que con los años se nos escapó, como un sueño al despertar.

Hay algo en ellas que duele. Un dolor suave, pero profundo, como la sensación de extrañar un lugar al que nunca has ido. Tal vez porque, al verlas, nos enfrentamos al tiempo. No al tiempo que medimos en relojes o calendarios, sino al tiempo real, el que no tiene principio ni fin. Nos recuerdan cuán efímeros somos, cómo todo lo que hacemos y amamos acabará siendo un suspiro perdido en el cosmos.

Pero ese dolor también es dulce, ¿no? Porque las estrellas son un puente entre lo que somos ahora y lo que alguna vez fuimos. Me gusta pensar que, en algún rincón del universo, todavía queda algo de nosotros en ese polvo brillante que danza en la oscuridad. Algo que nos conecta con los primeros que alzaron la vista y pensaron: Ahí afuera debe haber algo más.

Quizá las miramos porque queremos regresar. Regresar a una época en la que la vida no pesaba tanto, cuando éramos niños y el cielo era una promesa infinita, no un abismo. Cuando podíamos pedirle un deseo a la primera estrella de la noche, creyendo que nos escucharía. Pero la vida sigue, y esos momentos se quedan atrás, como luces que se apagan.

A veces creo que mirar las estrellas es como buscar a alguien que ya no está. Como si susuráramos al vacío, esperando escuchar una voz conocida en respuesta. Quizá nos quedamos viendo porque necesitamos recordar que, aunque todo cambia, algo permanece. Que ese brillo, por lejano que sea, es la prueba de que hay cosas que nunca dejan de existir.

Y a veces, cuando las miro, me pregunto si alguien más, en otro tiempo, en otro lugar, hizo lo mismo. Si miraron este mismo cielo y pensaron las mismas cosas. Si también sintieron este nudo en el pecho, esta mezcla de esperanza y soledad que parece tan antigua como las estrellas mismas. Tal vez, en el fondo, mirar al cielo es una forma de buscar consuelo. De creer que, aunque estamos aquí, en esta pequeñez, hay algo allá afuera que nos sostiene. Algo que nos dice: No estás solo. Nunca lo estuviste.

Nos quedamos viendo a las estrellas porque, al final, son como nosotros: pequeños destellos en una oscuridad inmensa, tratando de brillar el mayor tiempo posible.
¿Por qué nos quedamos viendo a las estrellas? Tal vez porque nos recuerdan a las personas que ya no están. Esas luces, tan distantes, tan inalcanzables, parecen llevar algo de ellas. Como si cada estrella fuera una chispa de alguien que dejó este mundo, brillando todavía, mucho después de haberse apagado.

Nos quedamos mirando porque necesitamos sentir que no se han ido del todo. Que su luz sigue viajando a través del tiempo y el espacio, alcanzándonos en las noches más oscuras. Tal vez por eso, cuando alzo la vista al cielo, no sólo veo estrellas. Veo rostros. Veo recuerdos. Veo momentos que creí perdidos pero que, de alguna manera, todavía arden en algún rincón del universo.

Las estrellas son como ellos: siempre estuvieron ahí, pero no siempre las miramos. No siempre entendimos su importancia hasta que desaparecieron. Y cuando lo hacen, cuando una estrella muere, su luz sigue avanzando, como lo hacen los ecos de las risas que aún guardamos, o las palabras que nos dijeron y nunca olvidaremos.

A veces pienso que las estrellas nos miran de vuelta. Que aquellos que se fueron, ahora habitan en ellas, observándonos desde un lugar donde el tiempo no pesa y la distancia no importa. Y aunque nos parezcan tan pequeñas en el cielo, su luz puede llenar todo nuestro mundo.

Mirar las estrellas es como tratar de hablar con ellos otra vez. Es como decirles: Te extraño. Ojalá pudieras estar aquí. Y tal vez, en ese silencio cósmico, hay una respuesta. No en palabras, pero en la forma en que brillan. En la manera en que nos recuerdan que lo importante no es cuánto tiempo estuvieron aquí, sino cuánto iluminaron nuestras vidas.

Y mientras las miro, me pregunto cuántas de esas luces ya no existen. Cuántas de esas estrellas murieron hace siglos, y aun así su luz sigue viajando hasta nosotros, como un mensaje desde el pasado. Así son también las personas que amamos. Su presencia puede desvanecerse, pero lo que dejaron en nosotros, lo que nos enseñaron, lo que sentimos por ellas... eso sigue vivo. Sigue brillando.



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En el texto hay: estrellas, amor, muerte

Editado: 21.01.2025

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