Aventuras

Miedo

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—Vamos Miguel, no pasará nada. Yo estaré contigo— Decía Hiro tratando de convencer a al chico para salir de la cafetería de su tía. Había estado allí por días sin querer salir ni siquiera con él. Se supone que el ermitaño es él, no Miguel. —Te prometo que no nos acercaremos a ningún lago congelado ni nada de eso. Sólo iremos a dar un paseo— Trató de empujarlo hacia afuera para salir de aquel lugar. Aún no entendía por qué le disgustaban los lagos en el invierno, pero los adoraba en verano.

—Hiro, ya te dije que no quiero salir.— Decía Miguel poniendo más resistencia. —Además, hace mucho frío y la chica del clima dijo que se acerca una tormenta— Terminó de decir con una sonrisa nerviosa aún sin querer salir. El joven nipón lo miró mal, con reproche, como diciéndole “no me importa, tienes que salir". Pero era Hiro, no tenía mucha fuerza y no podía hacer mucho en esos momentos, ya que Miguel tenía por mucho un mejor físico que él y eso que era un superhéroe que salía a misiones casi todos los días, claro que siempre usaba armadura y luchaba con ayuda de la tecnología, pero aun así se cuestionó el no tener la fuerza suficiente para arrastrar al moreno fuera de la cafetería.

—Bien, me iré solo entonces— Dijo alejándose un poco de Miguel y poniéndose frente a éste. —¿Puedes decirme, por lo menos, por qué no te gusta salir en invierno?, digo, sales todos los días del resto del año, incluso en verano cuando el sol podría derretirte con solo estar cinco minutos fuera— Se estaba desesperando, llevaba días intentando que el moreno saliera de la casa-café. Desde que llegó de su gira a principios de diciembre no había querido alejarse de allí con la excusa de querer estar más tiempo con él y la tía Cass.

—N-no me gusta… el frío?— Titubeó al responder al nipón que lo miraba esperando la respuesta como si fuera lo más interesante del mundo. —Además, hay que ayudar a tu tía en el café— Señaló a la mencionada que estaba atendiendo unos clientes. Hiro solo rodó los ojos y se golpeó la frente con la palma de su mano. Sabía que esa no era la razón de no querer dejar el lugar y tenía que averiguarlo si pretendía que el moreno abandonara la idea de pasar el resto de sus días libres encerrado y pudiera ir con él a disfrutar el invierno.

—Miguel, te conozco y sé que esa no es la verdadera razón— Le miró a los ojos, a lo cual el moreno solo desvió su vista.

El nipón no recordaba ese momento, y en parte lo entendía. Esa vez fue una de las tantas personas que Hiro salvó aquel día, pero, aun así, fue especial para él. —Además, tía Cass puede ocuparse sola un rato del café. ¿Quieres, por favor, decirme por qué no deseas salir conmigo? Mira, es un bonito día que podemos disfrutar los dos juntos. Hace mucho que no tenemos una cita y… —Hiro se acercó más a él mientras lo abrazaba. —Me gustaría que en verdad saliéramos a pasear solos— Terminó de decir con su rostro hundido en el cuello del contrario.

Miguel se estremeció. No esperaba esa confesión de parte de su novio, porque claro, a pesar de que ya eran pareja, Hiro limitadas veces se mostraba tierno. Dio un suspiro, separó al chico un poco y lo tomó de la mano para guiarlo a la habitación que ambos compartían. El joven nipón solo lo siguió, no quería presionar al moreno a decirle nada, pero ya no sabía cómo ayudarlo. Se sentaron una de las camas y Miguel solo suspiró antes de ver a su compañero a la cara, tomó sus manos y las besó. Hiro miraba atento las acciones del mexicano, atento a lo que haría después. Luego, Miguel cerró los ojos como pensando en lo que diría y Hiro solo esperaba sin decir nada, dejaría que su novio se tomara su tiempo para expresarle lo que le atormentaba.

—¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?— Fue lo que dijo Miguel aún con los ojos cerrados y las manos sujetas a las de Hiro. El joven mitad japonés no pudo evitar mirar confundido a su novio, pero aun así le respondió.

—Sí, tú viniste a la cafetería para tomar algo caliente por el frío que había ese día. Fue a finales de noviembre— Terminó de decir aún con sus manos unidas a las de Miguel. —Ese día fue uno de los mejores para mí— Concluyó, apretando su agarre al de su novio.

Otro suspiro, Miguel negó con la cabeza, Hiro lo miró confundido. No sabía lo que pasaba por la mente del contrario y le frustraba no poder ayudarlo.

—La primera vez…— Comenzó el moreno. —Fue unos días antes, en un lago que estaba todo congelado— Hiro no lo entendía, no recordaba haber visto al moreno antes de que éste entrara a la cafetería de su tía. Miguel siguió. —Había un evento en ese lugar y yo debía presentarme. Mis compañeros y yo estábamos sobre el hielo, al igual que el público para el que cantaríamos— Hiro recordó. Cada año se organiza un evento en uno de los parques de la ciudad en el que hay un gran lago y debido a que se congela todo en esa época del año, las personas suelen patinar allí o hacer conciertos e incluso instalar varios puestos de comida, como una feria de invierno o algo así la llamaban. Pero aún no recordaba haber ido a ese lugar hace un año.

—Esa vez, cuando estábamos cantando, el hielo se partió debajo del escenario y varios de mis compañeros y yo, caímos dentro de ese frío lago— Hiro notó cómo el cuerpo de Miguel comenzaba a temblar al recordar dicho suceso. Lo abrazo y le acarició la cabeza para que se calmara un poco. Al parecer funcionó, porque Miguel dejaba de temblar levemente y siguió con la historia. —Pensé que moriría, tenía tanto frío que ya no sentía mis extremidades— Se acurrucó más al cuerpo de Hiro —Todo estaba perdido, pensé que pronto me reuniría con mis familiares muertos. Pero no pasó. Antes de cerrar los ojos por un momento, vi una pequeña sombra acercarse a mí. Lo siguiente que sentí fue como me tomaban del brazo y me llevaban hacia la superficie. Cuando abrí los ojos de nuevo, te vi a mi lado, con tus ojitos hermosos llenos de preocupación y miedo, tenías ese traje que te pones cuando vas a tus misiones. Te calmaste un poco al ver que desperté y luego saliste corriendo y te lanzaste al lago. No me dio tiempo a decirte nada, ya que unas personas me sujetaron y me sacaron de ese lugar y me llevaron al hospital— A este punto, Miguel ya estaba más calmado, Hiro seguía acariciando el cabello de su novio, escuchando atento lo que éste decía.




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