Él estaba acostumbrado a los golpes, heridas de bala y navaja, a saltar de grandes alturas y caer al suelo sin romperse ni un hueso, a estar a altas y bajas temperaturas sin sufrir daños mayores, a que le explotaran sus experimentos en la cara.
Por eso, pese a todo lo anterior, no se creía que estaba en el hospital porque le cayó una maceta en la cabeza. Ni en su más alocado sueño era posible aquello. Pero ya había pasado, solo debía esperar a que su novio llegara para decirle cómo fue que rompió la maceta que le mandó su abuelita con flores de Cempasúchitl.
Acababa de salir de radiografía y, al parecer, casi se fractura el cráneo por culpa de su descuido y la maceta del cantante. No volvería a cuestionar la calidad de las cosas de su novio.
Estaba en la camilla de la habitación, tan concentrado en sus pensamientos que no notó cuando un joven mexicano entró al cuarto y caminó hasta estar a un costado de la cama.
—Hola, Hiro. ¿Cómo te sientes? — Al escuchar su nombre y una voz que no era la suya propia, su concentración quedó a un lado para dirigirla ahora hacia aquella persona junto a él.
—Hola, Simón. Estoy bien, no fue nada —respondió el joven nipón tratando de restarle importancia al asunto.
—Ah, ¿sí? ¿Y por qué te trajeron al hospital?
—Solo fue un pequeño golpe en mi cabeza — tuvo que decir al ver al joven con una ceja levantada y ese cuestionamiento muy razonable.
—Está bien, no preguntaré más. —El moreno se dirigió a la silla que estaba al lado de la única cama en aquella habitación de paredes blanquecinas.
Aunque Hiro lo notó algo raro. La expresión del joven mexicano había cambiado a una preocupada y triste y sabía que no era por él. Tal vez se peleó con Miguel otra vez; y hablando de Miguel, se preguntaba por qué no habrá llegado aún.
—Oye, Simón. —El mencionado dirigió su vista a quien lo nombraba, ya con un semblante relajado y alegre. —¿Sabes dónde está Miguel? Estoy seguro de que lo llamaron hace unas horas para avisarle que me encuentro en este lugar. — La cara del latino volvió a tener un semblante preocupado, pero bajó el rostro enseguida. Hiro sintió una punzada en el pecho al ver esa reacción e incrementó cuando vio a Simón… ¿Sollozando? No, no podía creer aquello. Su cerebro le debe estar fallando por el golpe que recibió en el cráneo.
—Hiro, Miguel… — Escuchaba la voz ahogada del chico. Un dolor en el pecho y en la cabeza comenzaron a incrementarse en el joven asiático al imaginar que algo malo le había pasado a su querido novio. —Él… Mi hermano tuvo un accidente cuando partía hacia acá y... Por eso no ha llegado. — Sintió que unas lágrimas en sus ojos estaban por salir, pero no le importó. Sus extremidades empezaron a temblar, pero no le importó. Sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta y cómo le subía el ácido estomacal por esta, señal de querer vomitar, pero tampoco le importó.
Solo le importaba su novio.
¿Cómo es posible que sucediera eso? Por su mente pasó toda su relación con Miguel en un instante, como si fuera una película. Y recordó la promesa que le hizo de protegerlo siempre. Se supone que él debía cuidarlo; tenía la responsabilidad de proteger a las personas que ama. Se supone que es un jodido superhéroe. ¿Cómo es que no pudo proteger a su novio? Debió dejar que Baymax se fuera con él y no haber sido tan egoísta al quererlo consigo; así, por lo menos, tal vez, Baymax lo habría podido salvar de… De...
¿Qué?
No tiene idea de qué fue lo que le sucedió. No sabe cómo está, ni cómo fue que le pasó lo que le pasó a Miguel…
—¿Qué le ocurrió? ¿Cómo está? — Forzó su voz a salir a pesar del nudo que sentía en su garganta; seguro el otro joven no lo escuchó bien, ya que seguía con la cabeza gacha y no le podía ver el rostro. —Simón, ¿qué le pasó a Miguel? — Habló mucho más fuerte esta vez, casi gritando, para asegurarse de ser escuchado.
Pero antes de que alguno de los dos pudiera decir otra palabra más, la puerta de la habitación se abrió de golpe.
—¡¡¡HIRO!!! — El susodicho no tuvo tiempo ni a reaccionar cuando sintió a una persona sobre él, abrazándolo fuertemente. — Me alegro tanto de que estés bien. No sabes lo preocupado que estaba por ti. Por un muy terrible momento pensé que te perdería. —Aquella persona hablaba muy rápido, pero al terminar se separó un poco del joven herido para quedar frente a su rostro y verlo mejor.
Hiro estaba muy, muy confundido. Ya no sabía lo que pasaba.
—¿Miguel? — Más lágrimas salieron de aquellos ojos semirrasgados y toda la presión que sentía en el pecho ya no estaba, al igual que los otros malestares. Se habían ido. En su lugar quedó un enorme alivio, una sensación de colosal tranquilidad y gran felicidad al ver allí a su novio, SANO Y SALVO.
—¿Qué tienes? ¿Por qué lloras, mi amado osito gruñón? No te preocupes, ya…— No terminó su oración, ya que fue interrumpido por los labios de Hiro que se posaban sobre los suyos. No entendía la actitud de su novio, pero no la cuestionaría; solo se concentraría en disfrutar ese beso, aunque no duró mucho.
—Creí… creí que algo malo te había pasado. — Ya no lloraba, solo temblaba levemente, pero igual se le notaba preocupado. Ahora era Miguel el confundido, ¿por qué Hiro pensaría aquello si el accidentado fue él?
—'Pérate, osito, ¿por qué dices eso?
—Bueno... — Se escuchó otra voz en la habitación; no se había dado cuenta de que no están solos en el cuarto. Ese otro chico tenía una expresión despreocupada y hasta de muy buen humor, como si se estuviera divirtiendo.
—¿Simón? — Era extraño, Miguel no recordaba que su hermano le dijera que vendría al hospital, ni siquiera sabe cómo se enteró de lo de su novio si el que contestó el teléfono de la casa fue él. Aunque ahora que lo piensa, llamaron fue a la casa de su hermano, pero ya preguntaría luego por eso. —¿Qué haces aquí?
—Solo quería ver cómo estaba Hiro y avisarle que llegarías un poco tarde, eso es todo. — Terminó de decir encogiéndose de hombros como si lo que explicó fuera lo más obvio.
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Editado: 15.12.2024