Azul de Otoño

Tarde de Cabello Azul

Cuando vi su cabello azul descendiendo como a una cascada, pensé que todo iba a acabar de diferente manera.

Era el tipo de azul que no parecía real. No ese que ves en las vidrieras ni en los filtros de fotos. Era un azul que dolía mirar, como un cielo que se deshace antes de llover.

Ella estaba ahí, frente a mí, riéndose de algo que no recuerdo. Y, por un segundo, creí que todo en la vida podía sostenerse solo con eso: con verla reír bajo la luz tenue del tren, con el azul de su cabello, bailando al ritmo del viento.

No nos conocimos de forma mágica. Fue más bien torpe.

Pero desde entonces, supe que había algo distinto. Algo que no buscaba que la entendiera del todo.
Y eso me atrapó.

Lo que no supe, o no quise ver, es que el cabello de alguien puede ser también una advertencia silenciosa.
Porque cada vez que ella cambiaba, el cabello era el primero en avisar.

—¿También te bajarás aquí? —pregunté, sintiendo mi corazón en la boca.

Ella me volteó a ver. Guardó su cuaderno en su mochila antes de responderme con una pequeña sonrisa. Una tan brillante…

—Sí, solo quiero relajarme un poco en la ciudad.

Su piel blanca se iluminó a través de la ventana. El tren empezó a detenerse cuando estaba por sonreír, lo que me obligó a mirar por la ventana, pero después respondí:

—Suena bien. ¿Qué tal si te acompaño? Podría ayudarme a conocer un poco el lugar.

Usé eso como excusa. Ella solo asintió, luego guardó sus audífonos antes de salir primero del tren.

Agarré mi mochila y la seguí al paso lento de la ciudad. El atardecer iluminó su cabello azul como a un lago. No pude evitar mirarlo como si estuviera en trance. Sentí mi corazón latir, como si mi cuerpo siguiera avanzando junto a ella, pero mi consciencia solo se reducía a su cabello azul.

—¿Vienes aquí por trabajo? —Su voz, su suave voz, me hizo sentir como si me hubieran reanimado.

Sacudí un poco la cabeza, luego miré al frente, como si eso me hiciera sentir invisible.

—No, vengo a visitar a un familiar.

Tragué saliva. Traté de usar una voz grave, pero no podía concentrarme cada vez que la miraba de reojo. Ella siguió caminando con normalidad, sin saber que con cada paso mi respiración aumentaba y mi sudor recorría mi cuerpo como cascadas.

—Oh, pensé que, por tu traje, venías en busca de trabajo. Suelen pagar bien por aquí… no todos vienen solo por visitar a alguien.

Su voz bajó con la última línea. Sentí que mi respiración se cortó y mi corazón se hizo pequeño cuando desapareció su sonrisa por unos momentos, pero ella forzó otra. No era la misma.

—¿Y eso? —Traté de preguntar antes de que ella hablara.

Volteé a ver a ambos lados antes de cruzar la calle con ella. El sonido de los autos llenaba el aire, pero yo solo pude centrarme en escucharla. Solo se rio sin ganas.

—No es por nada… solo era una tontería.

Yo también lo intenté, pero no pudimos evitar caer en un silencio sin más palabras. No pude evitar sentir un apretón en mi corazón.

No pude evitar sentir que había algo detrás.

Las luces nocturnas empezaron a encenderse, iluminando nuestros rostros y dejando sombras detrás. Ella caminaba a mi lado, pero me sentía como si estuviera en la otra cuadra.

Su sonrisa no volvió. Ni siquiera cuando llegamos a una pequeña casa iluminada solo por la luna. Ella caminó hasta tocar la puerta, pero luego se volteó. Su cabello azul brilló bajo las estrellas, pero era una luz más tenue.

—Supongo que hasta aquí llegamos… quizás nos vemos otro día.

Asentí. Jugué con los botones de mi camisa. Traté de encontrar las palabras correctas en mi mente. Quise decir algo, pero mi boca no se atrevía.

—H-Hasta mañana…

Ella sonrió apenas.

—Hasta mañana.

El golpe de la puerta fue suave, pero seco.

Me quedé ahí un rato. No pude quitar mi vista de la puerta, del sonido, del rostro y del cabello de aquella chica.

Ni siquiera sabia su nombre, pero tenía tantas ganas de quedarme que no me importó. Por un momento creí que ella no era real.

Es hermosa…

Repetí esas palabras más de una vez, pero cuando vi la luna pasar, supe que tenía que irme.

Caminé al mismo paso, como si ella siguiera a mi lado. Respiré hondo cuando sentí que mi corazón latía más lento. El viento frío empezó a recibirme a medida que caminaba, me puse unos pequeños guantes con las luces amarillas de la ciudad. El silencio solo se rompió con mis pasos.

Podría verla a mi lado. O al menos sentir su tenue brillo, dentro o fuera de mí.

Su cabello no solo había iluminado el tren. También una parte de mí que empezó a preguntarse sobre qué era todo esto. Pero cuando bajó la voz, cuando se le apagó la sonrisa… el azul pareció apagarse también.

Fruncí el ceño. Apresuré mis pasos mientras seguía la dirección que tenía en mi celular. Me descubrí fantaseando con la idea de tocar su cabello. ¿Sería suave? ¿Esponjoso? No lo sé. Solo sé que quiero volver a verlo. Volverla a ver.

Las calles tranquilas de la ciudad eran distintas a las del atardecer. A lo lejos una casa apenas visible. Me acercaba a mi destino.

El color naranja de la fachada me trajo recuerdos. Como si hubiera sido yo quien la pintó.

Golpeé tres veces la puerta. Silencio. Luego escuché pasos hasta que se abrió con un golpe suave.

—¡Ah, llegaste, Noah! —dijo la mujer cuando me abrazó.

Sonreí, la abracé de vuelta y le di unas palmadas en la espalda. Pude sentir la suavidad de su ropa contra mi piel.

—Sí, mita. ¿Cómo está?

Ella me soltó. Esbozó una sonrisa.

—Aquí, bastante bien. ¡Pasa! Te estuvo esperando un buen rato.

Al entrar, el olor de la sopa en la cocina me recibió como un viejo recuerdo. Coloqué mi abrigo y guantes en el sofá más cercano. Ella caminó junto a mí. Me ofreció un asiento y solté un ligero suspiro.

La luz anaranjada bañaba la sala. Me senté a esperar.



#1775 en Otros
#410 en Relatos cortos
#4882 en Novela romántica

En el texto hay: duelo, emotivo, cabello azul

Editado: 22.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.