Bad Girl

2. Broma al Profesor


Mónica

Tengo que hablar con Liam, tengo que hablar con Liam, tengo que hablar con Liam... Me repetía constantemente en mi cabeza mientras estaba en la cafetería del instituto bebiéndome una botella de Coca-Cola entera.

—Ya lo pensé —dije, llevándome una papa frita a mi boca.

—¿Exactamente qué pensaste? —alza las cejas al preguntarme para luego tomar su refresco y beberla.

—Romper con Liam. No ahora, después —. Suspiro, jugando con las papas fritas. Kendra sonríe ampliamente como si le anunciaron que había ganado la lotería.

Di un trago a mi Coca-Cola y limpio mi labios. La miro con un semblante cansado.

—Después, ¿cuándo?

—Cuando sea un momento justo.

Kendra puso los ojos en blanco, —¿en serio? ¿No le dirás?

—Dame tiempo, ¿sí?

—¿Cuánto más tiempo quieres? ¡Si de seguro llevan muchos tiempo en eso! —Exclama alterada. Todos los que se encontraban en la cafetería tenían puesta la mirada en nosotras.

Me levanté y con las palmas de las manos golpeó la mesa con fuerza haciendo sobresaltar a los demás. Los murmullos acabaron y la cafetería quedó silenciosa, hasta las que servían las comidas estaba observando nuestra mesa; solo veía como el miedo se reflejaba en sus miradas; sonreí satisfecha.

No me quede callada mucho tiempo, por fin hable, pero no estaba calmada.

—¡¿Se les perdió algo en esta mesa?! —grité con voz oscura.

Quité las manos de la mesa y las volteo viendo que tengo los nudillos un poco lastimados. Tomo mi asiento de vuelta sin decir una palabra más. Echo hacia adelante mi charola ya terminada y observó con determinación a Kendra quien me mira con una simple sonrisa de lado.

—No te andes con rodeos Mónica. Dile lo que viste. Grabe todo para ti si eso funciona, pero terminale. Hay más chicos que puedes tener y poder arruinar sus vida —. Confesó en susurros con demasiada dureza en su voz.

—¿Lo dices en serio? —pregunté, sorprendida.

—Pues claro que lo digo en serio. No dejaré que ese estúpido se salga con la suya. —admitió.

—Debemos tener cuidado, pueden escucharnos —murmuró.

—Tranquila, no nos escucharán.

—Entiendo, mejor dejemos esto aquí —insisto.

Kendra me regala una sonrisa.

—¿Por qué no vamos a la cancha y jugamos o hacemos competencia? —me pregunta ella con un tono de voz dulce.

—Me encanta la idea de la competencia.

Kendra sabía cómo cambiar mi autoestima.

—¿Nos vamos? —me pregunta, y asiento tratando de no esforzar una sonrisa, pero fue en vano.

Nos levantamos dejando las bandejas vacías arriba de la mesa y nos dirigimos hacia la salida. Una vez fuera de la cafetería, me posiciono a observar cada esquina del pasillo, viendo si puedo notar movimiento de mis compañeros o maestros.

—¿Qué haces?

—Vamos para la cancha —murmuró, distraída. Trato de que nadie no vea, pero Kendra no ayuda.

—No vamos a ninguna parte hasta que me digas ¿Por qué estás con ese comportamiento? —me pide. Giro mirando a Kendra que refleja en sus ojos color verde esmeralda una expresión de confusión.

—No es nada importante —trato de sonar convincente, pero Kendra me conoce como la palma de mi mano.

—¿Me seguirás mintiendo? Porque si es así, mejor vamos al curso —me advierte enojada.

Antes de que ella caminara hasta nuestra siguiente clase, la agarré del brazo y pude detenerla.

Su seriedad tambalea y una sonrisa torcida se forma en sus labios, —como a ti no te gusta que te mientan a mi menos Mónica.

—No lo hago. Mi actitud es la misma de siempre.

—Sigues mintiendo. ¿Por qué lo haces? —hace una pausa—, prometimos no mentirnos nunca.

—Kendra.

—Mejor vayamos a la cancha —dijo ella, con una sonrisa torcida.

—¡Antes que nada! —exclamó deteniendo sus pasos— quiero decirte que solo quería ver si había por el pasillo profesores o alumnos. Era eso nada más, te lo prometo.

Kendra me mira a los ojos y me regala una hermosa sonrisa, se acerca y me planta un beso en la mejilla.

—No más secretos —me advierte amenazante pero no duró mucho porque se ríe.

Asiento

—Tenemos treinta minutos para jugar voleibol —avise apuntando el reloj.

—Si, si, si

Kendra me agarró del brazo jalándome hasta unos metros quedando en frente de la puerta que da a la cancha. Entramos y ella fue a buscar una bola para comenzar a jugar.  Lo más divertido de hacer competencia es que apostamos. La mejor se lleva una gran cantidad de dinero y la perdedora tiene que hacer un reto que le pone la ganadora. Esta parte me encanta, soy una persona muy competitiva.

Escucho que carraspean y fijo mis ojos a esa persona. Es Kendra que me ve con una sonrisa torcida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.