Bad Girl

4. Expulsadas

Mónica

Relajo mis hombros, y me esfuerzo por actuar natural porque Kendra es muy observadora, y sé que notará con facilidad si me pongo extraña. Con una sonrisa forzada, poco a poco avanzó hasta quedar dentro del aula de clase. Me detengo en blanco al ver ahí a aquel chico de cabello rubio sonreír, el muchacho era rodeado por compañeros suyos, él sonreía y conversaba sin notarlo.

Tome de mi bolsillo del abrigo la tarjeta de crédito de Liam. Mi sonrisa falsa se desvaneció. Muevo lentamente la tarjeta por mis manos y reaccione rápido caminando hacia mi mesa, no sin antes quitar la mirada de ese grupo de amigos, con una sonrisa malévola.

—Hola Kendra —Saludo a mi mejor amiga una vez que estoy posicionada delante de su mesa. Una media sonrisa se dibujó en mi rostro. Ella me da una mirada confusa.

—Mónica, hoy estás radiante —menciona muy segura—, ¿Cuál es el motivo?

—No necesito ningún motivo para estar radiante hoy.

Termino sentándome en mi asiento. Acomodo mi mochila al lado de mi silla, después miro hacia mi mejor amiga quien me da una sonrisa de preocupación.

—Dime —comenzó ella a observarme, buscando algo en mí que todavía no ha encontrado— ¿No hay nada que me quieras contar?

Enarco una ceja.

—Anoche en tu cita —continúa hablando.

Pongo los ojos en blanco, —Ah, ya entiendo. María te llamó preocupada anoche.

Su mirada se queda unos segundos en mi rostro, examinando lentamente mi cara sin tener una expresión en su rostro.

—¿Qué pasó para que te pusieras de ese comportamiento?

—En pocas palabras, recordé en ese mismo momento la escena de mi ex y su novia —le aclaro seria.

—Espera, espera. ¿Cómo que ex novio?

Parpadea sorprendida.

—¿Has roto con Liam? ¿Terminaste de toda esta falsada? —Cuestiona Kendra emocionada—. Dime, la intriga me está matando.

Me reí.

—Si, Kendra, hemos dejado de ser novios —admití, recordando lo que pasó anoche.

Ella me mira con la boca abierta.

—¿Estás hablando en serio? —asentí—. No puede ser... ¡Eso es fantástico!

—Te sorprenderás lo que he tomado prestado.

Me apoyé en el marco de la silla sacando la mirada de la tarjeta.

—Dime, ¿Qué es? —insistió ella.

—Es la tarjeta de Liam. ¿Crees que puedas devolver esta cosa a su dueño? —le preguntó, pasándole la tarjeta.

—¡¿Qué demonios haces con esto?! —ella exclamó en voz baja, tratando de no perder la paciencia.

—Lo tomé prestado. Necesito el dinero, mi cuenta bancaria está por lo bajo —me escojo de los hombros restándole importancia.

Kendra aguantó un momento, o eso intentó, hasta que ni la mano en su boca le impidió soltar la risa.

—Mónica, eres la adolescente más rica de este puto planeta, ¿De qué hablas? —murmuro exagerada.

—Esta es otra forma de venganza emocional; es para el estrés.

—¿Esta es tu forma de venganza? —hace una pausa—, me encanta.

—Excelente, Kendra. La mejor forma de venganza es ser diferente de quien te hizo daño, no de igual forma.

—Estamos progresando, Mónica —sonríe.

No puedo evitar sonreír al ver que me siguió el juego.

—¿Pensaste en lo que hablaste con Damián? —pregunta con cierto temor abrazando sus ojos.

La miro de reojo.

Permanezco en silencio, meditando la respuesta, pero al final asiento.

—Si, nos iremos a Buenos Aires.

Me brinca arriba dándome un abrazo enorme. Se que está feliz de irse, pero yo no estoy segura de mi decisión.

Suspiro una vez que Kendra termina el abrazo.

—Nos iremos. Nos iremos. Nos iremos a Buenos Aires —repite bailando en su silla y moviendo sus brazos de un lado a otro—. Por fin nos encontraremos con nuestros mejores amigos, los extraño mucho.

Ahora estoy seria observando a Kendra bailar. No necesito mencionar que ir a Buenos Aires no es de mi agrado, pero extraño a mis otros mejores amigos, son la otra mitad de mis alocadas bromas. Éramos los reyes y reinas de las bromas, nunca nos atrapaban en el acto de ellas, el director y los profesores sabían que no debían meterse con nosotros, nunca en su santo juicio.

—Mónica ¿Llamaste a tu padre? Necesitas contarle —sus palabras me sacaron de mis pensamientos—. Créeme le alegrará bastante poder saber que iras a Buenos Aires y a la boda.

—Por favor, no menciones la boda.

—Bien, tranquila, no lo haré —Yo estoy seria, lo nota y me regala una sonrisa de esas que alegran a cualquiera.

—Buenos días alumnos. Hoy el profesor Domínguez, no vendrá a impartir su clase por motivos de salud —hace una mueca. Nunca a un director le gusta que sus alumnos se queden solos en su aula—, así que, si tienen estas dos horas libres, no hagan desorden.




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