PARA UNA CHICA DE CATORSE AÑOS esperaba con ansias el Verano, pero para ser sincera yo no; Era de esa clase de chicas que odiaba el mundo, el universo y si era necesario el planeta entero, no me gustaba ir hacía afuera a jugar o a divertirme como cualquier adolescente a mi edad, la verdad es que para mi era aburrida y solo era una pérdida de tiempo.
Me levanté de la cama perezosamente como cada mañana de mi lamentable vida y baje las escaleras de mi casa, en el sillón se encontraba mi madre hablando por teléfono que enseguida me vio tapo la bocina del objeto para luego susurrarme.
- Gretta te estuvo llamando desde esta mañana.- rodé los ojos y asentí para luego dirigirme hacía la cocina y prepararme como cada mañana leche con cereal.
Ese domingo era tan aburrido que raramente decidí salir de mi casa, levantarme tarde era una de mis cualidades, el reloj de pared viejo de mi casa marcaban las 3:45 de la tarde, me froté los brazos y salí de mi casa, el pequeño sol que casimente se ocultaba tras una casa me daba directo a los ojos y eso me molestó, gruñí molesta y me escabullí bajo el molesto sol.
Mi cara estaba roja debido al molesto sol que me estaba dando en la cara hace media hora, mis ojos estaban seguro más verdes que nunca y mi cabello rubio parecía blanco, todo eso me pasaba por estar tanto al sol, odiaba tanto mi aspecto, odiaba ser tan blanca que cualquier cosa me hacía parecer roja y mi cabello rubio no ayudaba en nada.
Aquí en Derry es típico que siempre haya mucho Sol a toda hora, y eso era lo normal, ¿no ya que siempre llovía y cada vez que no llovía siempre el estúpido sol salía a restregar su felicidad en la cara de fastidio de las personas de aquí, al menos aquí.
Pasé por la gran calle Neibolt y no pude evitar sentir un enorme escalofrío en mis huesos al verla, era tan grande, tan oscura y con tan solo verla te quedarías paralizó ante ella, daba tanto miedo que incluso a mi me daba miedo, agarré un mechón de mi cabello rubio (que ahora parecía blanco) y lo enganché detrás de mi oreja, tragué grueso y seguí mi camino hacía mi casa, sin mirar atrás.
Por que sinceramente mirar esa casa, me quitaron todas las ganas de por lo menos, una vez en la vida, disfrutar un domingo.
Editado: 09.10.2019