Cristian
── ¿Crees que le guste? ──Le pregunté a May.
Estábamos en una tienda de Ballet o lo que sea, yo no entendía absolutamente nada de estas cosas, por lo que tuve que traer a May.
Quien tampoco sabía nada de esto y lo que hizo fue estorbar en lugar de ayudar, por lo que terminamos por llamar a la entrenadora para que nos diera claras instrucciones a tener en cuenta para comprar unas nuevas zapatillas para mi hermosa Ballerina.
Había trabajado duro para poder regalárselas, quiero que se luzca este sábado.
── Son hermosas, Cristian. ──Dijo con una sonrisa.
Salimos de la tienda, estaba satisfecho con la compra, ya quería ver su reacción al verlas.
Pero me detuve en seco al ver el hermano de Rebeca a lo lejos.
Como odiaba a ese tipo.
── Parece que quieres matar a alguien, ¿Qué te pasa? No me acostumbro a verte así. ──La voz de May me hace reaccionar.
Negué con la cabeza.
Decidí tomar otro camino, no valía la pena perder quien soy solo por ese parásito.
── Alguien que no vale la pena. ──Dije de mala gana.
── Bueno, cálmate.
── Estoy calmado. ──Digo en el mismo tono.
── Sí, claro. Muy calmado ──Responde con sarcasmo.
Obviamente no lo estaba, pero me fuerzo a estarlo, no quiero ponerme de mal humor por culpa de ese tipo.
Nos reunimos con mamá, quien había venido también para hacer otros encargos por aquí, por lo que cuando todos estuvimos listos, nos subimos al auto para irnos.
Veía mi celular con atención, ya que mis compañeros me estaban escribiendo por cuestiones de trabajo, pero me extrañaba que Rebeca no me había escrito, normalmente me avisaba cuando llegaba y a esta hora ya suele estar en el apartamento. Tal vez se había vuelto a tirar al suelo con su típico drama luego de cada entrenamiento, quise reír al imaginarlo.
O tal vez salió con sus compañeras.
Esa idea me emocionó más, la idea de que ella hiciera más amigas me hacía feliz, por lo que deseé que fuera así.
Eso es lo que más necesita, amigas genuinas con las que pueda contar luego de todo ese maldito desastre con su familia.
De solo recordar cómo en el mismo día la dejaron plantada en su acto de graduación, invitaron a una fiesta para celebrar los logros de otra persona y cómo la volvieron a dejar plantada en un lugar cuando la celebración era en otro sitio, me dolía.
Me dolía que ella se sintiera menos por todo eso.
Por eso estaba decidido, quería proponerle hacer un pequeño viaje, quiero convencerla de que usemos parte del dinero de su competencia para quedarnos más días en la capital y pasarla bien.
Tal vez conocer otros sitios la haga sentir mejor, puede ayudarla a refrescar su mente.
Y si consigo un trabajo allá, mucho mejor.
Me estaba apresurando, estaba haciendo planes y si ella no quería mudarse todo se iría al diablo.
── Hasta luego, cariño, salúdame a tu Ballerina. ──Dijo mamá con picardía.
Reí un poco.
── Adiós, mamá. ──Me bajé del auto y cerré la puerta.
Subí emocionado con mi regalo, ansioso por ver su mirada al dárselo, pero fruncí el ceño al notar lo silencioso del apartamento.
Vi sus cosas sobre el sofá, ella había estado aquí, pero claramente volvió a salir.
No le di mucha importancia, tal vez la habían invitado a salir, por lo que le escribí.
Yo: Hola, Ballerina, ¿Dónde estás? Se hace tarde, si quieres me puedes avisar para ir por ti cuando estes lista.
Pero no contestó.
Y aquello si me inquietó de inmediato.
¿Estaba molesta conmigo?
Pensé detalladamente todo lo que había pasado en los últimos días, y no encontré nada malo o fuera de lugar. Ella estaba sonriente a pesar de que estaba…
Fui al baño sin pensarlo dos veces.
No estaba allí.
Puse una mano sobre mi pecho, me regañé por desconfiar en ella de que volvería a lastimarse o…
Comprobé rápidamente las pastillas, seguían intactas.
Caminé por todo el apartamento, pero todo estaba en orden. Un mal presentimiento comenzó a nacer en mi pecho, quise contenerlo, ya que al fin y al cabo ella tiene todo el derecho de salir cuando quiera.
El problema es que ella no suele salir, no le gusta salir sola. Sé que es algo que la pone algo nerviosa. Tal vez todo esto sea como la otra vez que llegó tarde por haber ido a casa de sus padres.
Me mordí el labio al pensar en ellos, ¿tal vez sí estaba con ellos?
Tenía orgullo, pero no tenía tanto como para no llamarlos por mi preocupación, por lo que, sin pensarlo mucho, llamo a la mamá de Rebeca. Para mi agrado, contesta casi de inmediato.