Bailando Hacia Ti

Capítulo XXXIX

Gruño al intentar moverme, todo me dolía a horrores.

Siento unas suaves manos sobre la mía, aquello fue lo que me relajó y me distrajo lo suficiente del dolor que recorre todo mi cuerpo, supe de inmediato que era Cristian, podía sentir su anillo entre sus dedos acariciando mi mano, aquello llenó mi corazón de calidez.

Pero al mismo tiempo de tristeza.

Había tenido un sueño de lo más extraño, sentía que los detalles se resbalaban y se perdían con suma facilidad. Aquello me aturdía.

Recordar los pequeños detalles era desgarrador, tenía más que claro lo que debía hacer, que heridas sanar y en que debo trabajar en mi para mejorar.

── ¡Rebeca! ──Escucho a mamá, ella toma mi rostro y me mueve para que la vea, ella estaba llorando a mares y eso me conmovió── Mi niña hermosa, estás bien. Estás perfecta, como lamento… debí quedarme contigo así te hayas enojado conmigo.

Eso me hizo soltar más sollozos.

── Lo lamento. ──Dije entre lágrimas── Lo lamento mamá, me arrepiento tanto de haberte hablado de esa manera, así como lo hice… no debí…

── Shh. ──Me tranquilizó── No tengo nada que perdonarte, mi niña. Lamento no haber intentado acercarme a ti antes, escucharte antes y haberte dejado sola cuando lo necesitabas. Creí… creí que nunca podría decirte esto.

Sollocé con más fuerza.

Entonces ella se aparta y veo a papá, quien tenía los ojos enrojecidos.

── Me alegra tanto que estés bien.

Suspiro y aparto la mirada.

── Gracias. ──Musito, algo incomoda.

Noto por el rabillo del ojo como parecía querer acercarse, solo que no se atrevía a hacerlo.

Por lo que miré a Cristian, este estaba intentando contener las lágrimas, estaba temblando por completo y aquello aceleró mi corazón.

── Vámonos, Erwin. ──Dijo mamá, papá asiente y se deja llevar por ella. Mamá voltea a vernos con una sonrisa── Hasta donde sé, Rebeca sigue inconsciente.

¿Nos está encubriendo?

Apenas cerró la puerta, Cristian se levantó y se acercó a mí, tomó mi rostro con suavidad y comenzó a repartir besos por todas partes, haciéndome reír a cierto punto.

── Mi hermosa Ballerina. ──Dijo mientras besaba una y otra vez mi frente── Estaba completamente aterrado, tuve tanto miedo de perderte. No sabes cómo me alegra poder tenerte en mis brazos, no sabes… yo… tú…

── Shh. ──Subí mis manos para acariciar su rostro, él tembló al sentir mi toque── Lamento haberte asustado, debí fijarme antes de cruzar…

── Él idiota estaba cruzando con el semáforo en rojo. ──Gruñe, sorprendiéndome.

── Bueno, yo debí estar alerta.

Cristian se muerde el labio.

── No digas eso. ──Pide y besa mi frente── El conductor es un idiota, quiero golpearlo por dejarte de esta manera.

── No hagas eso. ──Me quejé, haciendo un leve puchero── Mi pelirrojo no es ningún animal salvaje.

── Olvida lo que dije, ahora quiero serlo. Lastimaron a mi chica. ──Su mirada baja, al igual que sus manos.

Aquello me puso nerviosa.

── ¿Me vas a meter mano en el hospital? ──Pregunté, incrédula.

Cristian se sonroja.

── No… es que…

Entonces al ver como acaricia mis caderas, siento la fuerte punzada.

── Duele. ──Me quejé. La mirada de Cristian se apagó── ¿Qué?

Entonces me lo explica, yo pensaba que solo estuve horas inconsciente cuando en realidad fueron dos días. Tuve una fractura acetabular desplazada, lo que significa que el hueso en la cadera se ha roto y la articulación ha perdido su alineación.

Después de la cirugía, los médicos explicaron que la lesión fue grave. Aunque han logrado reparar el daño, la articulación ya no es la misma. El cartílago sufrió demasiado, y con el tiempo, el desgaste hará que cada movimiento duela. Podré caminar, solo que al hacerlo demasiado sentiré la molestia, no podré cargar mucho peso y ya no podré bailar como antes. Los movimientos que antes fluían con naturalidad ahora me causarían rigidez y punzadas de dolor.

Apreté los labios intentando detener mis ganas de llorar ante esa noticia, asentí, intentando no derrumbarme por eso.

── Lo lamento tanto, Rebeca… ──De solo escucharlo, todo mi esfuerzo para que no me afectara esa noticia, se quebró.

Comencé a temblar.

Tapo mi rostro con ambas manos, sentí que perdía mi sueño una vez más.

── Lo lamento tanto, tanto. ──Vuelve a decir, acercándose a mí.

Sin poder más, lo atraigo hacia mí, buscando el consuelo en sus brazos.

***

Estaba sentada en la camilla del hospital, estaba intentando armarme de valor para ponerme de pie, solo que no lo encontraba por ninguna parte. Sentía mi corazón roto, no quería sentir el dolor que seguramente sentiré al caminar.

Habían pasado dos semanas desde la cirugía, y yo estuve intentando retrasar este momento, que era inevitable. La entrenadora me había visitado hace una semana, me trajeron un lindo diploma hecho por ellas mismas por haber sido tan especial en la academia. Aquello hizo que mi corazón doliera un poco más.




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