Bailando Hacia Ti

Capítulo XLI

Subimos entre risas las escaleras hacia el apartamento, mis suegros nos trajeron debido a que obligaron a Cristian a seguir bebiendo a pesar de mostrar su completo desagrado hacia la bebida. Aun así, lo hizo para complacerme, porque sabe las ganas que tenia de verlo en ese estado desde hace mucho tiempo.

El problema es que no podía disfrutarlo por completo, también bebi de más ante la emoción de estar comprometida con él.

Cristian se recuesta en la puerta mientras yo la abría, lo cual fue bastante tonto, porque al abrirla él pierde el equilibrio y casi se cae.

Solté la carcajada, definitivamente, esto era un desastre, pero uno maravilloso que no cambiaría por nada.

Me volteo y cierro la puerta, me aseguro de cerrarla bien dos veces. Yo era bastante inquieta con estas cosas.

Siento las manos de Cristian acariciar mi cadera.

── ¿Sabes? ──Pregunta y giro el rostro para verlo── Creo que hay una forma de hacerlo sin lastimar tu cadera.

Mi corazón se acelera de inmediato.

── ¿De verdad?

── Ajá.

Besa mi cuello y suelto un fuerte jadeo al sentirlo, completamente desesperada luego de semanas queriendo arrancarle la ropa. Siento cómo sus labios bajan, apartando ligeramente la manga del vestido para morder mi hombro izquierdo.

Suelto un suspiro al sentir como baja el cierre de mi vestido, y cuando lo quita, siento como se tensa por completo.

Sonreí con malicia.

Sé porque se puso así, May me había regalado una lencería de encaje para usarlo por debajo del vestido, era negro y de lo más coqueto.

── ¿Desde cuando tienes esto?

── Mmm, desde hoy.

── Quieres matarme.

Me lleva hasta la habitación, ya ninguno de los dos se sentía del todo cómodo hacerlo en la sala de estar cuando todo el mundo quiso probar el sofá cama.

Le ayudo como puedo a quitarse su ropa, porque él parecía de lo más desesperado por tocar y besar cada parte de mi cuerpo, cada vez que intentaba apartarlo para ayudarlo quitarse algo, gruñía de una forma que hacía que mis piernas temblaran.

── ¿Sabes las ganas que tuve que soportar para no lastimarte? ──Lo escucho preguntar, sonrío cuando arrastra ligeramente las palabras.

── No, no lo sé.

── Sí lo sabes, no creas que no noté cada una de tus provocaciones que no fueron para nada sutiles.

Reí al recordarlo, en una ocasión hasta había salido de la ducha sin toalla, caminando hasta la habitación.

Una vez está despojado de cualquier pedazo de tela en su cuerpo nos recostamos en la cama, él con delicadeza me acomoda de espaldas a él. En todo ese movimiento no deja de acariciar mi cadera, entonces su mano baja y sube un poco mi pierna.

── Ballerina, quiero que me prometas que, si te duele, me lo digas de inmediato.

Cruzo los dedos, ocultándolos para que no los vea.

── Lo prometo.

Entonces entró y yo volví a jadear con fuerza, él volvió a recostar por completo la pierna, acariciándola hasta volver a mi cadera.

── Debí preguntar antes, pero… ──Besa mi hombro antes de continuar── ¿Estás tomando las pastillas?

Me quedé pensando.

No.

Las había comenzado a tomar antes de lo que pasó lo del accidente, pero al estar en el hospital y luego ser dada de alta, lo olvidé por completo. Tenía que haberlas tomado cuando tuve mi periodo, pero este ya había pasado y ahora tendría que esperar al siguiente.

Pero no quiero que se detenga.

── Sí.

Maldita sea, tendría que ir a la farmacia. Enrojecí ante la idea de ir yo sola.

Solo que todas las preocupaciones se fueron cuando Cristian comenzó, mi mente se perdió ante sus movimientos y caricias, hacerlo de esta manera fue mucho más cómodo de lo que imaginé.

Practicamos para la luna de miel toda la noche, la molestia de la cadera no me detuvo para convencerlo de seguir de otras maneras. El alcohol y la lujuria tomaron el control de la mente de Cristian y nada lo detuvo en su objetivo de complacerme.

***

Hoy es mi cumpleaños y mañana es el de Cristian. ¿Quién lo diría?

Estaba limpiando el horno como desquiciada, sabía que Cristian iba a hacerme el pastel él mismo, porque había visto cómo compró todos los ingredientes para hacerlo. Por lo que quise que se sintiera cómodo con todo perfecto y listo para usar.

── Rebeca, es tu cumpleaños, ¿Por qué no te relajas? ──Escucho a mamá preguntar.

── Tú estás embarazada, ¿por qué no te sientas? ──Le pregunto de vuelta.

Mientras yo limpiaba el horno, ella estaba limpiando los mesones, despejando todo para Cristian.

Ya mamá tenía poco más de tres meses de embarazo, y estaba de lo más avergonzada por eso, no importaba lo que le dijera, estaba angustiada de haber perdido los libros y no ser una buena mamá.




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