A una semana de todo aquello, me comencé a sentir con más fuerza gracias a que seguí las recomendaciones del doctor al pie de la letra, ya no sentía dolor o nauseas. Y gracias al dentista que limó parte de la muela que presionaba al resto, por fin pude tener paz y dormí algo mejor.
Y algo porque, no había podido dormir tan bien como lo hice aquel día sobre ese estúpido sofá cama. Ahora quiero uno para mí.
── ¡Vamos, chicos! ──Dijo el profesor de educación física── A trotar, con mucho ánimo, vamos.
Gracias a Cristian, no había perdido ni una nota de las clases mientras no pude venir, él había hablado con cada uno de mis profesores diciéndoles que me encontraba mal por una intoxicación.
Yo agradecí su discreción.
Luego de ese último beso, me llevó a casa, con la promesa de que, si necesito cualquier cosa, se lo diga inmediatamente.
Después de trotar un buen rato, forzándome a mejorar mi resistencia, el profesor nos dejó para hacer lo que quisiéramos, vi como los demás formaban equipos para jugar a algo que no entendía muy bien, por lo que preferí alejarme.
── ¡Hey, Rebeca! ──Volteé hacia Mason, quien cargaba con cuadernos en sus manos── ¿Cómo estás? Me preocupé al ver que no venías.
── Ah, discúlpame, estaba algo enferma.
── Oh. ──Asintió── Bueno, sabes que no estás sola, ¿verdad?
Me tensé de inmediato. Eso nadie lo sabía.
── ¿Qué dices?
── Pues, que, si necesitas ayuda para las tareas, puedes decirme y yo estoy al pendiente. ──Ah.
¿Y cómo pretende hacerlo? Él está en el primer semestre.
No quise pensar mucho en eso.
── No te preocupes. ──Le dije de forma amable── Entre Frank y Cristian todo ha estado bien.
Él asintió sonriendo con los labios cerrados y se fue, lo vi sentarse en las mesas tipo jardín que estaban en el fondo.
Dejando todo eso de lado, me encontraba con más energía de la normal y eso me ponía inquieta, no entendía de donde sacaba tantas ganas de querer hacer algo.
Por lo que, por primera vez en años, sin importarme que me vean, me coloco unos audífonos para escuchar música y empezar a bailar.
Hacer giros con las botas era de lo más incómodo, pero aun así lo disfrutaba, disfrutaba tener la mente tranquila por un corto periodo de tiempo, no era algo que pasara con mucha frecuencia. Me dejé llevar por la música y aunque tenía meses sin hacerlo estaba tan inspirada que hice una voltereta de lado sin tocar el suelo.
La satisfacción de lograrlo me puso de mejor humor.
Solo que la timidez volvió cuando noté que todos a mi alrededor me miraban asombrados.
Trágame tierra, solo escúpeme bien lejos.
── Te ves como una hermosa muñeca cuando bailas.
La timidez creció cuando escuche la voz de Cristian.
── Por favor, no digas más. ──Supliqué avergonzada.
── Bailas hermoso.
── Cristian…
── ¿Por qué no bailas más seguido?
Suspiro.
Veo de reojo como los demás siguieron en lo suyo, y cómo Cristian y yo estamos algo más apartados, tomo confianza para hablar.
── Porque cada vez que lo hago, siempre sucede algo malo. ──Digo recordando el incidente de la última vez en mi casa, y los anteriores a ellos.
Aunque si quería ser honesta conmigo misma, las anteriores a esa vez en casa, solo era yo siendo insegura. Dejando que cada detalle, mirada o gesto me afectara más de lo normal.
── ¿Algo malo?
── Sí, bueno, no es la gran cosa. ──Intento no darle mucha importancia.
── Para mí lo es.
Tomo un poco de agua.
── La verdad no es la gran cosa, solo son… discusiones. ──Digo refiriéndome a la última vez. Vuelvo a suspirar mientras tomo asiento, Cristian se sienta a mi lado para observarme con atención── Discusiones o simplemente cosas que… me traen malos recuerdos.
Me removí, incomoda.
── Lo acabas de hacer y lo único que lograste fue enamorarme más.
Volteo bruscamente para encararlo, impactada por sus palabras.
Me sonríe al verme tan sorprendida.
── ¿Quieres salir conmigo hoy luego de clases? ──Me pregunta.
Bajo la mirada, algo inquieta.
── No quiero meterme en problemas.
── No lo harás, le hablaré a tu mamá. Tengo su número desde el otro día.
Me sonrojé de solo recordar que me estuvo viendo dormir, yo suelo dormir con la boca abierta según mis familiares y me aterra preguntarle sobre eso.
── ¿Qué tanto hablas con ella? ──Pregunté.
── Lo suficiente para que no tengas nada de qué preocuparte.
Me muerdo la uña con inquietud, pero quito el pulgar de mi boca cuando veo cómo Cristian bajó la mirada para observar ese gesto.