──¿Estás bien? ──me pregunta Cristian.
Solo puedo asentir de nuevo, pero esta vez aguantando el dolor que siento. Late con fuerza punzante, recorriendo toda la parte derecha de mi rostro. Mi ojo también comienza a latir y quiero cerrarlo. Es de lo peor esta sensación.
──Creo que mejor deberíamos irnos ──sugiere May, con un rostro visiblemente preocupado.
Asiento nuevamente, la idea de mover la boca me da terror.
──Déjame ver. ──pide Cristian mientras se acerca, tomando mi rostro. Niego de inmediato──. ¿Por qué no? Déjame ver, por favor.
Veo inquieta a todas las direcciones.
──Cristian, está incómoda aquí ──dice May──. Vamos por allá, estamos en el centro de todo.
Suspiro con cierto alivio cuando nos movemos, la verdad es que May sabe leerme muy bien.
Una vez estamos más apartados, cerca de una ventana para mejor luz, Cristian vuelve a tomar mi rostro. La vergüenza ante ese gesto es mucha.
──Por favor, quiero ver.
Cedo.
Saca su celular para usar la linterna.
──¿Qué ves? ──pregunta May.
──Sangre. ──murmura y yo me inquieto──. Debes lavarte para despejar ese exceso de sangre, no puedo ver cuál es la del problema.
Cierro la boca, avergonzada por los restos de comida.
Cristian parece darse cuenta de eso.
──Rebeca, tranquila. ──Acaricia mi mejilla derecha con suavidad──. Ven, te acompañamos a casa. Debes lavarte, dile a tu papá que te revise para que puedan llevarte a un dentista.
No me queda de otra que hacer caso.
Me acompañan hasta mi casa, Cristian se detiene en el límite como siempre mientras que May hace lo mismo algo confundida. Me despido de ellos algo apenada de que nuestra salida terminara así. Cristian se ve culpable, como si fuera responsable de que una de mis muelas decidiera molestarme ahora.
Camino con una mano sobre la zona adolorida, y al entrar a casa fui directamente a buscar a mis padres para que pudieran verificar lo que pasaba. No sin antes cepillarme antes, claro.
Papá se coloca los lentes y observa con atención.
──Parece que es la cordal ──murmura.
Mi mamá hace una mueca y yo me asusto.
──Pero nunca me habían molestado ──me quejo.
──Debe ser por algo que comiste que terminó por causar problemas. ¿Qué comiste?
──Palomitas.
Papá chasquea la lengua.
──Pues… ──Él observa a mamá──. De momento no podemos hacer mucho.
──¿Qué quieres decir?
──De momento solo tendrás que tomar un diclofenaco, allí hay. ──Me mira algo inquieto──. No tenemos… bueno, tú sabes. El dentista es costoso.
Me muerdo el labio.
──¿No hay otra opción o algo temporal que se pueda hacer? ──pregunto aún inquieta.
──No lo creo, Rebeca. Lo que podemos hacer, es ir investigando cual será mejor ──murmura mamá──. Sé que debe dolerte, pero… habrá que tener algo de paciencia.
¿Paciencia? Esto duele como un infierno.
Entiendo lo que me dice, y me siento mal por sentirme como una desconsiderada al no tener paciencia. Pero esto no es algo que pueda ignorar, me duele la mitad del rostro y apenas logro mover la boca.
──Pero me duele…
Mamá hace una mueca.
──Lo lamento, Rebeca ──dice mientras se acerca al estante, tomando las pastillas para dármelas──. Sé que duele, pero trata de ser un poco paciente. Las pastillas te ayudarán con ese dolor, te prometo que iremos pronto.
Ay, una promesa. No sé qué pensar al respecto.
Asiento, incapaz de decir otra cosa.
Mis padres se van a su habitación, dejándome inquieta y sin conocimiento de cuándo iríamos a tratar la maldita cordal. Espero sea pronto, porque mi cabeza duele fatal, no me queda de otra que tomar las pastillas y esperar a que hagan efecto.
Odio las pastillas, solo las tomo cuando es estrictamente necesario como claro indicio de que estoy desesperada por sentir alguna clase de alivio al dolor.
Solo que ahora no funcionan.
El dolor es cada vez más punzante y fuerte con cada segundo que pasa, no puedo ni comer sin sentir dolor, masticar un mísero grano de arroz me paraliza ante lo punzante que se siente.
Reviso por internet qué otras cosas podrían hacer para poder sentir alivio, enjuagues con agua salada, tomar cosas frías o colocar un pedazo de sal gruesa sobre la cordal.
Nada. Nada funcionaba.
No me deja dormir, estoy sentada sobre la cama llorando por el grado de dolor que siento, es de lo más desesperante. Me dan ganas de arrancarme esa parte de la cara para dejar de sentir ese dolor.
──Rebeca, sé que te duele, pero… trata de controlarte. ──Mamá se presenta en la puerta de mi habitación.