Bailando Hacia Ti (colección: Cde #1)

Capítulo XVII

Escribo con algo de desgana en el cuaderno, intentando con todas mis fuerzas hacer la tarea que es lo único que puedo hacer en estos momentos. Al menos ya me siento totalmente recuperada.

Había terminado de revisar la computadora que me trajo Mario, y ahora no sé qué hacer con mi vida.

Ya desde hace tres días que estoy aquí, y estoy igual o más inquieta que estar en mi propia casa. Ayer había limpiado el apartamento dos veces para intentar hacerme sentir mejor. Solo que hoy al despertar, cuando quise hacer lo mismo, me encontré con la sorpresa de que Cristian había escondido todos los implementos de limpieza para que no pudiera hacerlo.

Es la única manera de sentirme útil ante el escenario de Cristian trabajando a jornada completa. Hoy al salir de clases se fue directo a su trabajo y llegará a las ocho de la noche, aquello me hace sentir culpable.

Pero también lo extraño muchísimo, ya casi es la hora de que regrese. Razón por la cual estoy en la sala de estar, ansiosa a su regreso.

Tocan el timbre y yo arrugo la frente, totalmente extrañada.

Al estar frente al intercomunicador me encuentro algo aterrada de quien se pueda tratar. Si es Mario, Cristian me hubiese avisado, y la idea de que sean mis padres me aterra.

Aun así, respondo.

──Uhm... ¿Hola?

──¿Mmm? ──Una voz femenina se escuchó del otro lado──. ¿Cristian?

Maldita sea, no quiero dejarlo mal.

──Cristian no está, soy su prima.

Bueno… no creo que le moleste esa mentira, él me dejó creer que su prima era su novia.

Aunque, ahora que lo pienso, es muy tonto. Yo soy la novia… ¿por qué ocultarlo?

──¿No está? Uhm… ──Hay un momento de silencio que no supe muy bien como llenar──. ¿Puedo entrar a esperarlo? Soy una vieja amiga.

¿A esta hora?

──Bueno, no te conozco y…

──Estudié con él en el bachillerato ──interrumpe──. Lo conozco mejor que nadie, es alguien muy especial. Confía en mí.

Ignoro la amarga sensación en mi estómago y cedo.

──Vale.

Y presiono el botón para dejarla pasar al edificio.

Cuando le abro la puerta del apartamento, la timidez se apodera de mí.

──¿Está May? ──Niego y ella sonríe, parece aliviada de ese detalle──. Oh, es una pena, tengo tiempo sin verla.

──Ah...

Ella observa el sofá cama. Y no sé por qué, pero me siento celosa de que lo vea con tanto detenimiento.

──No lo había visto. ──comenta mientras señala el mueble.

──Creo que es nuevo ──respondo.

Y otro silencio.

Odio mis habilidades sociales, no solo yo me siento incómoda, sino también las personas que están a mi alrededor. No sé por qué diablos Cristian se fijó en mí.

──Bueno, déjame presentarme. ──dice, extendiendo su mano──. Soy Lisa.

Tomo su mano.

──Rebeca.

──Oh, que lindo nombre. ──Sonríe amablemente──. Lamento preguntar, pero, ¿cuándo llegará Cristian?

Miro la hora en el reloj de la pared.

──La verdad ya debe estar por llegar.

──¡Genial! La verdad es que lo extraño.

──¿Sí?

──Sí, lo extraño mucho. ──Se pasea por la sala──. Vengo bastante seguido, seguro también me extraña.

No soy capaz de responder a eso, causando otro silencio.

Maldita sea.

Sin poder evitarlo, me pongo a reacomodar cualquier cosa que se vea mal arreglada o desordenada, aunque todo está bien porque ya había limpiado. Lisa me mira algo intrigada y yo no sé qué diablos decir para hacerla sentir cómoda, cuando Cristian llegue me esconderé en el baño y no saldré de allí jamás en la vida.

Entonces aparece.

Entra con una sonrisa cálida que desaparece al verme limpiar con lo poco que tengo.

──¡Cris! ──exclama Lisa, levantándose de un salto y abrazándolo con fuerza──. ¡Como te extrañé!

Cristian queda paralizado, y yo lo tomo como mi oportunidad de esconderme.

Camino lo más rápido que puedo al baño, encerrándome y regañándome por ser tan poco sociable. Estoy de lo más avergonzada, seguramente ella le dirá que soy muy extraña, que no fui capaz de hacerla sentir bienvenida o la hice sentir incómoda.

Ahora que lo pienso, no le ofrecí ni agua.

Tapo mi rostro con ambas manos con vergüenza.

Luego de unos minutos, escucho cómo Cristian se despide y segundos después, toques en la puerta.

──Rebeca, ¿estás allí? ──escucho a Cristian, que suena sumamente preocupado.

Ah, qué vergüenza.

──Por favor, ¿sí estás allí? No sé qué piensas, pero de verdad no es lo que parece. ──Aquello me llama la atención y me quedo en silencio para seguirlo escuchando──. Ella y yo estudiamos juntos en el bachillerato y solo salimos un mes, quedamos como… amigos, creo. No sé si te dijo algo o no, pero…




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