En cuanto llegamos al apartamento, el silencio nos envolvía, nos quedamos de pie sin decir una palabra, no pensamos en que no habíamos cenado o seguir hablando de lo que pasó. Simplemente nos quedamos allí, tomados de la mano.
Luego de un rato, lo abrazo. Y por primera vez no me preocupo por estar completamente pegada a él, dejando esa pequeña ansiedad al momento de abrazar atrás. Él me rodea con sus brazos con suavidad, besando mi cabeza mientras me estrecha con fuerza.
Nos separamos para vernos, y el ambiente comenzó a cargarse de emociones a pesar de que ninguno estaba hablando. La prueba de ello fue que él sube sus manos al cierre de la chaqueta que me había puesto, abriéndola para quitarla. La deja en el suelo sin ningún tipo de cuidado.
Tomo una respiración, nerviosa.
Me acerco a él, retirando esa gorra que se puso en el parque, arrojándola para poder tocar su cabello con ambas manos.
Lo suelto cuando toma mi rostro con ambas manos, acariciando ambas mejillas con tanta suavidad que suelto un suspiro.
No sé quién dio el primer paso, pero cuando menos me di cuenta, estamos camino a su habitación en completo silencio, como si el ambiente que nos rodea nos guiara.
Por primera vez, no siento nervios, me olvido de mis inseguridades y acusaciones por parte de papá en este tema. Solo me encuentro expectante a cada gesto de su rostro.
Me recuesto en la cama, acomodándome en el centro de esta. Viendo como él por su parte se posicionaba sobre mí en completo silencio.
Hasta que sube una de sus manos para acariciar mi mejilla, llevándose en ese gesto todo rastro de lágrimas.
──Quiero que me digas donde te golpeaba ──pide.
En completo silencio y con el espacio que apenas teníamos entre nosotros, logro quitarme la camisa bajo su mirada.
──Aquí. ──Señalo el lado izquierdo de mis costillas. Me mira pidiendo mi permiso, a lo que yo asiento.
Él baja y besa la zona que le indiqué.
──¿Dónde más? ──habla, con sus labios rozando mi piel. Aquello me hace suspirar.
──Aquí. ──Señalo justo en el centro del abdomen. Él se dirige hacia la nueva zona y repite la acción.
──¿Dónde más?
──Aquí. ──digo sin aliento, señalando justo por encima de mis pechos.
Él sube y besa ese lugar, respirando levemente en el área, haciéndome temblar ligeramente.
──¿Dónde más?
Con su mirada sobre la mía, comienzo a desabrochar el cinturón de mi pantalón. Él tiene que apartarse para ayudarme a quitarlo, y arroja la prenda al piso apenas estuvo fuera de mi cuerpo.
Con mis manos, comienzo acariciando desde los tobillos hasta llegar al final de los muslos, justo por debajo de mi cadera.
Cristian suspira, con un aire completamente dolido. Puedo ver cómo le duele como yo señalo más lugares, como observa impotente cada ligera marca que había quedado.
Sus manos comenzaron a acariciar mis muslos, al principio fue leve, solo las yemas sobre mi piel, pero a medida que avanzaba, fue colocando sus palmas completas sobre mi piel. Aquello, lejos de ponerme nerviosa o inquieta, me relaja más de lo que esperaba y me hace anhelar a que siga acariciándome donde quisiera.
Y cuando llega a mis pantorrillas, se detiene.
──¿Esta fuiste tú? ──pregunta mientras rozaba las ligeras cicatrices que me hice con las tijeras.
Asiento.
Y por allí inicia, se enfoca en mi pierna izquierda, comenzando a besar desde mi tobillo hasta subir por completo, pasando por los puntos antes mencionados. Aquello me hizo suspirar y cerrar los ojos, disfrutando de cada roce. Ya no siento miedo, al menos no de él, sé que estoy segura en sus brazos y con cada caricia solo logra quitar cada amargo recuerdo y me comienza a llenar con nuevos.
Cristian se coloca sobre mi oído.
──¿Dónde más?
Entonces le veo, su rostro está tan cerca del mío que sé que no verá el siguiente punto que le voy a señalar, por lo que se lo muestro directamente.
Lo beso, con mucha más confianza de lo que había hecho antes, con mucha más soltura en los movimientos y con menos timidez que de costumbre.
Cristian toma mi rostro con sus manos y me besa con fuerza, lo noto tan hambriento de mí que apenas y puedo seguirle el ritmo. Pero no quiero que eso me detenga, por lo que como puedo le sigo en cada movimiento no queriendo quedarme atrás.
──Muérdeme el labio ──me suplica.
No lo pienso.
Tomo su labio entre mis dientes y lo jalo suavemente, mirándolo directo a los ojos cuando paso mi lengua sobre su labio inferior.
Gime al sentirlo, puedo notar como su sonrojo se expande por su rostro a pesar de la distancia entre nosotros.
Y vuelve a besarme, más profundo, usando su lengua sin ningún tipo de vergüenza.
Mis manos van directo a los botones de su camisa, estos tiemblan a cada movimiento que realizo para quitar un simple botón. Son tantos los nervios que me cuesta demasiado tiempo quitar el primero, aquello me avergüenza, puesto a que todavía quedan demasiados por quitar.