Bailando Hacia Ti (colección: Cde #1)

Capítulo XXVI

Tallo con fuerza el piso del baño, totalmente frustrada conmigo misma, por ser tan cobarde de no ser capaz de defender a Cristian, de no defender mis ideales y pensamientos cuando estoy con papá.

Una parte de mí me consuela diciendo que, de haberlo hecho, lo más probable es que hubiésemos terminando peleando o algo peor, que ellos se cerrarían por completo a la idea de escucharme como han probado en ocasiones anteriores.

Quiero convencerme de eso, me lo repito una y otra vez en mi mente.

Pero aun así… no puedo evitar sentir que había fallado, que me había vuelto a fallar.

Me detengo, veo cómo mis manos comienzan a temblar sin control, las hago puños en un intento de contenerlas, pero no sirve de nada. El temblor empeora con el pasar de los segundos.

Me falla el aire, siento cómo una enorme ira se instala en cada parte de mí, como aquella emoción toma control de todo mi cuerpo y mente, sofocándome. No puedo controlarlo o detenerlo.

Golpeo con fuerza el piso del baño en un intento de drenar toda la ira que está creciendo, ya no solo son mis manos las que tiemblan, sino todo mi cuerpo, es como si estuviera congelándome de frío. Mis dientes chocaban entre sí y ligeros escalofríos recorren mi espalda. Cada vez que intento reprimirlo, es peor, es como si ya no tuviera control de mí.

¿Qué diablos me pasa?

Pero estoy tan ciega de aquel sentimiento, que solo quiero drenarlo.

Sin importarme el dolor, vuelvo a golpear con fuerza el suelo. Gruño cuando un dolor se acentúa en mis nudillos, pero eso no va a detenerme.

Cuando levanto el puño para hacerlo una tercera vez, una mano me detiene, más específicamente, Cristian me detiene.

──Deja eso, por favor. ──suplica en voz baja, mientras se arrodilla a mi lado.

Verlo, es sentir cómo la culpa crece.

──No he terminado.

──Yo lo recogeré por ti ──dice con suavidad.

Y todo en mí explota, ver cómo se comporta de lo más dulce conmigo y yo solo dejé que mis padres dijeran lo que se les antojó de él. Frente a mí siendo una cobarde.

Me suelto de su agarre de un tirón, él se tambalea sorprendido ante el arrebato. Y yo sin pensarlo más, vuelvo a golpear el piso con fuerza.

Suelto un quejido.

──¡Espera!

Cristian intenta detenerme, pero me resulta imposible parar, solo quiero golpear algo, quiero hacerme daño, no veo nada con claridad a mi alrededor y mi respiración es de lo más irregular. El dolor en mis pulmones lo deja más que claro.

Sin importar lo mucho que Cristian intenta que no lo haga, sigo golpeando el suelo del baño, lastimando mis nudillos sin importar el dolor.

Pero no es suficiente.

Frustrada, me levanto de golpe y voy corriendo a la cocina, necesitando sentir el ardor tan característico sobre la piel. Apenas tomo un cuchillo, escucho a Cristian gritarme con total enojo por primera vez desde que lo conozco.

──¡Eso sí que no te lo permito! ──grita mientras se posiciona frente a mí y toma con ambas manos la mía que sostiene el cuchillo. Forcejea para intentar quitármelo, solo que lo estoy tomando con tanta fuerza que le resulta imposible. Intento apartarme, pero él no me suelta──. ¡Rebeca! ¡Hablo en serio! Así tenga que cortarme la mano para que sueltes esta cosa, lo haré.

No entendía a qué se refiere hasta que veo cómo con su mano toma el filo, haciendo fuerza para quitármelo y cortándose en el proceso.

Eso es lo que me hace reaccionar, grito horrorizada al ver su herida.

El cuchillo cae al suelo y entre nosotros se hace un silencio tan tenso que solo eso me hace percatarme de cómo me estaba comportando. Mis ojos se llenan de lágrimas, aterrada a lo que va a decirme luego de verme de esta manera.

Lo que antes era una fuerte ira, ahora es una profunda tristeza, que me arrolla con la misma intensidad que la emoción anterior.

Estoy totalmente convencida de que me va a dejar.

Él no dice nada, solo toma una toalla absorbente y se la coloca en la palma para detener el sangrado. Aprieto mis puños al verlo así.

──Lo lamento ──musito tan bajo que creí que no me escucharía.

Pero sí lo hizo.

Y la mirada que me da, es de enojo puro. Lo cual me hace sentir peor.

──¿Qué fue lo que pasó? ──escupe la pregunta en un tono que claramente no me permite mentir.

Entro en pánico, con mis lágrimas comenzando a salir sin ningún tipo de control. Me siento avergonzada, siento que me había comportado como mi familia siempre me dijo que hacía.

Una maldita loca.

──Busqué mis cosas… y… ──Un hipo detiene mis palabras.

──¿Fuiste con tus padres?

──Sí.

Cristian cierra los ojos con fuerza, como si estuviera conteniéndose. Y cuando los abre, su expresión me deja sin aliento, no creí que él pudiera tener una mirada tan aterradora.

Pero esa mirada no es conmigo, puedo notarlo. Esa mirada es una molesta ante la idea de que se hayan metido conmigo, como si fuera capaz de todo por defenderme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.