Tomo la cruz entre mis dedos para observarla.
──Me encanta, gracias.
Él sonríe con cierto alivio, sus dedos rozan con suavidad la cadena sobre mi piel, mi corazón se acelera ante el gesto.
Veo movimiento por el rabillo del ojo, y al ver a mamá me levanto de un salto. Y el miedo crece cuando papá entra detrás de ella a la sala, ninguno de los dos dirige una mirada muy bonita hacia Cristian.
Y cuando ellos bajan la vista al collar que tengo puesto, mi ansiedad empeora. A ellos no les gusta la iglesia católica, y esta cruz es claramente de la iglesia católica.
──Fue un placer verlos el día de hoy, fue un rato… agradable. ──El tono de Cristian suena educado, pero he pasado el tiempo suficiente con él para notar que no es un tono genuino──. Nos tendremos que retirar, Ballerina debe arreglarse para ir a la academia.
──No me llames así aquí ──le siseo en voz baja, sintiéndome avergonzada.
──¿Ballerina? ──pregunta mamá, finalmente desviando la mirada del collar.
──Bailarina en italiano me parece ──le responde Cristian.
──¿Bailarina? ──vuelve a preguntar.
Por un momento quise reír al ver la expresión de mamá, ¿qué no entiende?
──Sí, una bailarina ──responde Cristian con paciencia──. Baila hermoso.
La mirada de papá sobre mí cambia, se suaviza y aquello me acelera el corazón.
──Tonto ──me quejo en voz baja. Mi pelirrojo me mira con una sonrisa.
──¿Lista?
──¿Podemos hablar contigo un momento, Rebeca? ──pide papá.
──Lo lamento ──interviene Cristian──. Pero no quiero que llegue tarde a su clase de baile, la entrenadora es muy estricta y no quiero que le pongan un castigo.
Aprieto los labios ante su mentira, hoy tengo el día libre. Por eso vinimos, es chistoso que mis padres no se percaten de ese detalle.
Papá observa de nuevo a Cristian al escucharlo, pero a comparación de las de temprano, esta se ve más… curiosa.
──¿Podemos acompañarlos? ──pregunta mamá──. No sabemos dónde viven, y nos gustaría poder visitar a Rebeca.
Noto cómo sacan a Cristian de la ecuación, y eso me hace fruncir el ceño.
──Claro, pueden acompañarnos a nuestro apartamento sin ningún problema. ──Cristian sonríe de forma tan educada que no se nota su intención de no querer dejarse ganar ante ellos.
¿Cómo se mantiene tan calmado?
Papá saca su camioneta y nos subimos a ella para partir. Cristian dice con detalles la dirección para que pueda llegar. Me siento tan tensa que ya no me importa estar frente a ellos y me acurruco al lado de Cristian.
──Mamá, lavaré la blusa y te la devolveré ──digo al notar que la tengo puesta todavía.
Olvidé mi blusa favorita en casa, rayos.
──No te preocupes, es un regalo de parte de tu papá.
Aquello me incomoda.
──Sí… ──murmura papá algo distraído, y aquello me hace dudar.
Me hace dudar de si en verdad fue él quien compró esta blusa. Quiero quitármela apenas llegue al apartamento.
Al llegar, Cristian salta fuera de la camioneta, despidiéndose desde afuera y antes de que pudiera bajar, la mirada intensa de mamá sobre mí me detiene.
──Nos pondremos de acuerdo para hablar, Rebeca.
Trago saliva con fuerza, veo de reojo como papá mira el edificio con algo de duda, como si estuviera juzgándolo. En definitiva, todo lo relacionado a Cristian, no le gusta.
Me limito a asentir y bajarme de allí. Al ellos irse, Cristian me habla.
──Rebeca, debes saber, que tengo la ligera sospecha de que tu papá no fue quien te compró esa blusa.
Lo veo con atención.
──¿Por qué tienes esa sospecha?
──No era mi intención ser alguien entrometido ──dice algo apenado──. Es que tu papá parece no importarle quien le vea el celular…
Suelto una risa, creyéndole.
Papá suele ser descuidado con sus conversaciones, siempre tiene el brillo al máximo y las deja abiertas.
──No te preocupes, ¿qué pasó? ──Me tenso cuando la expresión de él endurece.
──Estaba hablando con tu hermano, solo vi cómo él le preguntaba que te había parecido el detalle que te envió.
Aquello me hace sentir peor, por lo que volteo y sin dudarlo corro al apartamento.
Solo que no logro dar ni dos pasos dentro de este. Porque Cristian, luego de cerrar la puerta me toma del brazo y me presiona contra la pared, sujetando la blusa con ambas manos.
──Si no quieres que lo haga, dímelo. ──advierte, dejando notar en su voz lo mucho que le enoja la idea de que Michael me haya comprado la blusa.
No le digo nada.
Con una facilidad sorprendente, la tela cede ante sus manos y se rasga por completo.
***