Bailemos en la oscuridad

9

Alexander

—Isa está muy entusiasmada con la boda. Todos los días pregunta cuánto falta para usar su vestido nuevo.

Me obligué a hablar con tranquilidad. Ashley me lo explicaría, debía ser una confusión.

—Y puede usarlo, cielo. Te amo.

Me rodeó el rostro con las manos una vez más y me dejó en la comisura de los labios besos dulces y tiernos. Ashley parecía serena mientras yo me sentía sucio como si acabara de revolcarme en el lodo.

—¿Por qué haces esto?

Ella deslizó los dedos en mi cabello, incapaz de comprender cómo me sentía.

—Llegaste tarde a la comida de presentación, por eso no sabes que comenzó a gritar sin ningún motivo. Todos nos sentíamos muy angustiados. Mi familia solo quería orar por ella.

Me alejé como si acabara de prenderme fuego. Observé a Eli quien había estado guardando silencio en todo momento. A ella no la tomaba tan desprevenida como a mí lo que sucedía. Sin embargo, me percaté de cómo enderezó los hombros y se plantó firme, un gesto que solo hacía cuando necesitaba mostrarse estoica ante los demás, aunque por dentro muriera.

—¿Ellos qué?

Llevé una mano a la cintura, giré a la izquierda y de inmediato a la derecha. Con la otra mano me estrujé la boca. Debía ser una pesadilla, de seguro me quedé dormido mientras Eli hacía sus compras. O tal vez se trataba de una broma, algunas personas tenían un humor así de perverso.

Ashley me tomó entre los brazos para abrazarme y cada músculo de mi cuerpo se puso en alerta. Me dedicó una sonrisa angelical, como si no acabara de alterar mi mundo y como si su propuesta fuera una solución sencilla.

—Quiero que todos lo pasen bien en nuestra boda, integrados como una sola familia… Y sabes que las personas suelen ser crueles. No deseo eso para Isa. Ella me importa y te amo. Estará más tranquila si no tiene la atención fija en ella. Lo hago porque te amo, cielo. Lo celebraremos con ella en privado.

Bajé la cabeza y masajeé mi frente. Lo menos que deseaba era que mi hermana fuera juzgada por desconocidos. Cuando le pedí a Ashley que Isa tuviera un rol más importante en la boda fue porque quería tenerla junto a mí. Nos hacía ilusión verla desfilar por el pasillo de la iglesia. En el ensayo no podía parar de sonreír por verla, tomada de las manos de Eli y ambas comportándose con extrema propiedad. Jamás imaginé que mi deseo podría causarle algún mal a mi hermana. No quería que nadie la observara con lástima. Sabía que Ashley tenía razón, las personas eran crueles ante lo desconocido. Yo mismo utilicé esas palabras con ella en incontables ocasiones.

—Yo… Yo…

Estaba aletargado. Era como si deseara zarandear a Ashley y a su madre, pero los músculos no obedecían las órdenes de mi cerebro, pues no había nada que reprochar.

—Si tú hubieras estado, cielo, tu hermana se habría quedado tranquila. Mi familia jamás iba a lastimarla.

Observé a Eli, me fijé en su cuerpo, que mantenía la postura correcta como si se le requiriera hacer un triple salto, el movimiento que más se le dificultaba por su falta de balance. Tal vez también me reclamaría. «¿Por qué me puse los patines?».

—Si Isa no va a participar del séquito, yo tampoco lo haré.

La revoltura en mi estómago apenas me permitía respirar. Intenté acercarme a ella, pero Ashley me rodeó la cintura con los brazos y apoyó la cabeza en mi hombro.

—Eli…

De algún modo alguien me arrancó las vísceras después de ese golpe. Le consentí a Ashley todo para que permitiera que mi hermana y Eli estuvieran en el cortejo nupcial. Y en el último minuto, por una decisión errónea por mi parte, ellas no estarían.

—No, Alex. Sabes que solo participaría por Isa. Si ella no va a estar, no es necesaria mi presencia. Ustedes son maravillosos juntos y merecen una boda perfecta.

Ese era el objetivo de Ashley: obtener un diez en la calificación de día perfecto. Todos luciríamos impecables para las fotografías de la sesión de sociedad de las revistas. El reportaje diría: «Como en un cuento de hadas, la socialité Ashley Smith encontró a su alma gemela en la pista de hielo. Aunque en esta ocasión fue la princesa quien rescató al apuesto patinador».

—Eli…

Mi voz no funcionaba, tenía un nudo en la garganta y sentía el pecho oprimido. Fallarle a las dos de ese modo era inconcebible para mí. Por un segundo, Eli me dedicó una sonrisa. Tenía las manos una encima de la otra en una postura grácil, la misma que utilizaba frente a las personas que la juzgaban. Me pregunté si había sido así durante el último año y medio.

—Ashley ya lo dijo, lo celebrarán en privado con Isa. Será igual de especial, estoy segura. —Eli volvió a sonreír antes de decir—: Debo irme.

Fruncí el ceño, ella ni siquiera sabía dónde nos encontrábamos. Me sería imposible darle la dirección al transporte privado. Intenté acercarme, pero Ashley seguía pegada a mí, me besaba el cuello y la oreja. Y me hundía cada vez más en la inmundicia, mas era incapaz de reaccionar.

—Pero viniste conmigo.

El pánico se apoderó de mí. En cierto punto era irracional, pero estaba conmigo y deseaba creer que ella comprendía el querer proteger a mi hermana. Y solo podría hablarlo con ella.




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