Bajo el cielo de dos colores

El encuentro explosivo

El viento soplaba con fuerza en la playa, y el sonido de las olas chocando contra las rocas parecía un rugido. Lucía, una artista apasionada, estaba inmersa en su pintura, capturando la belleza del atardecer.

Sus pinceladas eran suaves y fluidas, como si cada color hablara de su alma. Sin embargo, la tranquilidad de la escena se rompió cuando un grupo de motociclistas apareció, rompiendo la calma del lugar.Entre ellos, Diego, un chico rebelde de cabello desordenado y una sonrisa desafiante, capturó su atención. Su chaqueta de cuero brillaba bajo el sol, y su mirada intensa parecía prometer aventuras.

Lucía sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando él se acercó.

—¿Qué haces aquí, pintora? —preguntó Diego, con un tono burlón.

—Intentando encontrar belleza en este caos —respondió Lucía, sin apartar la vista de su lienzo, aunque su corazón latía más rápido.

Diego sonrió, un destello de desafío en sus ojos.—¿Y si te muestro que el caos también puede ser emocionante?Sin pensarlo, él la tomó de la mano y la llevó hacia su moto. Lucía dudó, sintiendo una mezcla de miedo y emoción. Pero la adrenalina la empujó a seguirlo.

En un instante, se encontró montando detrás de él, sintiendo el rugido del motor y el viento en su rostro.

La noche cayó y el ambiente se llenó de tensión. Lucía se encontraba en una carrera clandestina, rodeada de motociclistas que gritaban y reían. La adrenalina la invadía mientras Diego la guiaba, sus cuerpos pegados, el calor entre ellos palpable.

—¿Lista para sentir la velocidad? —gritó Diego, su voz llena de emoción.

Lucía asintió, sintiendo que su corazón latía con fuerza. La carrera comenzó, y la moto se lanzó hacia adelante, el mundo a su alrededor convirtiéndose en un borrón de luces y sombras.

Cada giro y aceleración la hacía sentir más viva, más cerca de Diego, quien la miraba con una mezcla de admiración y deseo.Al cruzar la línea de meta, el alboroto de los gritos y la música envolvía el ambiente. Diego la miró intensamente, y en ese momento, el odio y la atracción chocaron como dos fuerzas implacables.

—¿Te gusta la velocidad? —preguntó, acercándose más.

—Me gusta cuando me arriesgo —respondió Lucía, sintiendo una chispa que la incitaba a más.

Después de la carrera, la multitud se trasladó a una fiesta improvisada en la playa. Las luces parpadeaban y la música resonaba, creando una atmósfera electrizante. Lucía se sintió atraída por la energía del lugar, pero su mente solo podía pensar en Diego.Mientras la noche avanzaba, él se acercó a ella, una bebida en mano y una sonrisa traviesa.

—¿Te gustaría bailar? —preguntó, extendiendo su mano.

Lucía dudó, pero algo en su mirada la impulsó. Aceptó su invitación y se dejó llevar por el ritmo de la música. Sus cuerpos se movían al unísono, la conexión entre ellos creciendo más intensa.

Diego la atrajo hacia él, sus labios casi tocándose. La tensión era palpable, y antes de que pudiera pensarlo, sus labios se encontraron en un beso apasionado. Fue un momento de pura lujuria, lleno de deseo y promesas no dichas.




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