CELIA
Cuando escuché el sonido de la puerta abrirse, supe que Lina había llegado de la escuela. El timbre de su voz resonó al instante, casi como si hubiera tenido el día lleno de cosas que contar. Pero esta vez, al contrario de lo habitual, no estaba sola. Mis ojos se levantaron de la cocina al escuchar el bullicio.
—¡Mamá, estoy en casa! —gritó Lina, con esa energía de siempre, pero hoy algo era diferente. Podía oír risas suaves y voces juveniles detrás de ella. Me levanté y me asomé a la sala, viendo cómo entraba seguida por dos chicas que no reconocí.
—Hola, señora Celia. Soy Vanessa. —Una de ellas, de cabello oscuro y ojos brillantes, sonrió al verme, extendiendo la mano en señal de saludo.
—Y yo soy Clara. —La otra, con una melena rizada y una mirada amistosa, también se presentó.
Me quedé un poco sorprendida. Lina, aunque siempre fue muy sociable, no era habitual que trajera a amigas a casa tan pronto. Pensé que todavía estaría acostumbrándose al lugar, adaptándose. Pero aquí estaban, sus nuevas amigas, entrando como si hubieran estado viniendo toda la vida.
—Wow, ¡parecen una banda de amigas! —comenté sonriendo, buscando relajar un poco el momento, mientras las observaba con una mezcla de sorpresa y cariño.
—¿Qué tal, mamá? —preguntó Lina, lanzando una mirada a sus amigas. —Ellas son de la escuela. Las conocí hace poco, pero ya son mis amigas. Quería que las conocieras.
Mis ojos brillaron al ver la alegría en su rostro. Lina, a pesar de ser tan joven, parecía tan segura de sí misma. Un mes y medio desde que nos mudamos, y ya tenía un grupo de amigas. Eso me hacía sentir un poco de alivio, al saber que estaba encontrando su lugar aquí, lejos de lo que dejó atrás.
—Es un placer conocerlas. —Dije, sonriendo ampliamente mientras me acercaba para darles una cálida bienvenida. —¿Quieren algo de beber? ¿Tal vez algo de merienda?
Las chicas se miraron entre ellas antes de que Vanessa respondiera con entusiasmo.
—¡Agua estaría bien, gracias!
—Yo también, por favor. —Añadió Clara, asentando con la cabeza.
Lina se dirigió hacia la mesa del comedor, donde sus amigas se sentaron, comenzando a hablar entre ellas. De alguna manera, me sentí un poco nostálgica al ver cómo estaba creando su pequeño mundo aquí. Sus amigas eran muy diferentes, pero algo en sus sonrisas me decía que eran buenas chicas.
Me dirigí a la cocina, mientras las chicas seguían charlando animadamente en el comedor. Observé a Lina, sonriendo tímidamente entre sus amigas, y sentí una ligera punzada en mi corazón. Sabía que su mundo estaba cambiando y que no podía hacer nada para detenerlo, solo acompañarla en su crecimiento.
Mientras preparaba el agua y un poco de jugo, pensé en lo que eso significaba para ella. Encontrar un grupo de amigas tan rápido... No era algo que yo hubiera experimentado tan fácilmente cuando era joven. Todo era nuevo para Lina, y todo era una oportunidad para ella.
Y por un momento, me sentí inmensamente orgullosa de ella. Sabía que no sería fácil, que el ajuste aún estaba por completo, pero con ese tipo de amistades, confiaba en que encontraría su camino más rápido de lo que pensaba.
Volví al comedor con las bebidas y las coloqué sobre la mesa, y vi que el tono de conversación había cambiado. Lina, aunque siempre de alguna manera callada, parecía genuinamente feliz. De alguna forma, eso me dio más paz que cualquier otra cosa.
—Gracias, mamá. —Dijo Lina mientras tomaba el vaso de agua y sonreía a sus amigas. —¿Qué vamos a hacer hoy?
Las chicas comenzaron a hablar sobre su día en la escuela, y Lina se unió a la conversación. Me quedé allí, observándolas, y no pude evitar pensar en Elías, en lo que había sucedido la última vez que hablé con él.
No me malinterpretaran, estaba agradecida de que él estuviera cerca de Lina y que realmente se llevaran bien. Pero, en algún rincón de mi mente, me preguntaba si él tenía suficiente espacio para tratar con todo lo que pasaba en su vida. El hecho de que se alejara de Lina en los últimos días me inquietaba, aunque no lo dijera abiertamente.
Decidí dejar esas preocupaciones para después, ya que lo que tenía que preocuparme ahora era asegurarme de que Lina estuviera feliz y rodeada de personas que la valoraran.
Mientras las chicas se retiraban a la habitación de Lina para hacer tareas, me quedé en la cocina, preparándoles algo de merienda. Pensé que unas galletas y algo de jugo sería lo suficiente, tal vez algo para relajarse después de la escuela. No era un gran festín, pero siempre disfrutaba de hacer estas pequeñas cosas para ellas.
Cuando iba a llevar los vasos y las galletas a la habitación, algo me detuvo. Desde la puerta entreabierta, pude escuchar las voces suaves de las chicas, riendo y charlando entre ellas. Mi primer instinto fue darles su espacio, pero entonces, algo que se dijo me llamó la atención.
—Oye, Lina, ¿te gusta alguien? —La voz de Vanessa sonó juguetona, como si ya conociera la respuesta, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
Lina, sin embargo, tardó un momento en responder. La curiosidad comenzó a burbujear dentro de mí. Sabía que era normal para su edad que sus amigas hicieran ese tipo de preguntas, pero, por alguna razón, mi corazón dio un pequeño vuelco al escucharla. La respuesta de Lina llegó en seguida.