Bajo el Cielo Estrellado

Capítulo 7: Impulso de Idiotez

ELÍAS

La noche siempre me daba una sensación extraña, como si todo fuera posible en la oscuridad. El aire frío de la tarde me rozaba la piel mientras caminaba por el borde del techo, sin ningún objetivo en mente, simplemente dejándome llevar por el movimiento. El cielo estaba despejado, las estrellas brillaban, pero no me importaba tanto verlas. Esta vez, no había nada que me llamara la atención. No pensaba en Lina ni en Celia, como solía suceder. Esta noche, mi mente estaba más centrada en mi futuro, en lo que vendría después de la universidad, en cómo mi vida tomaría forma cuando finalmente dejara este lugar.

La escuela me había agotado y el trabajo, aunque me mantenía ocupado, también me desgastaba. Estaba esperando con ansiedad el momento en que todo eso terminara, para poder seguir mi camino, decidir de una vez por todas qué hacer con mi vida. No sabía si estudiar astrología, o tal vez algo completamente diferente, algo que me alejara de las noches solitarias en el techo. Pero había algo en esas noches que me atraía, algo que me mantenía aferrado a este lugar, a la ciudad. Tal vez el miedo a lo desconocido, el temor de tomar una decisión que cambiara todo y no pudiera retroceder.

Miré hacia abajo, observando las luces de las casas vecinas, cómo las sombras se alargaban a medida que el reloj avanzaba. El silencio era casi ensordecedor. El único sonido que se escuchaba era el de mi propio respirar, mi corazón latiendo de manera constante pero lenta, como si todo el mundo se hubiera detenido mientras yo caminaba por el filo de ese techo.

No era la primera vez que hacía esto. Tal vez no era lo más sensato, pero al menos, por unos minutos, podía sentir que tenía el control de todo. No importaba lo que estuviera sucediendo en mi vida, no importaba la escuela, el trabajo o las expectativas de los demás. El borde del techo era el único lugar donde podía respirar tranquilo, donde podía pensar sin que nadie me interrumpiera.

Pero, en esta ocasión, a pesar de todo lo que pensaba sobre mi futuro y mi vida, sentí una pequeña incomodidad, como si algo estuviera cambiando sin que pudiera verlo. Y no pude evitar preguntarme si era el momento de dejar de caminar por este borde, de enfrentarme a lo que venía, aunque no supiera qué era exactamente.

El viento me azotó con más fuerza, y volví a tomar un paso más. Pensé en lo que vendría, en los cambios, en la universidad... tal vez en algo completamente diferente. Lo único que sabía era que nada sería igual después de todo esto.

Seguí dando vueltas por el borde, saltando de un lado al otro, más como un impulso instintivo que como una necesidad real de hacer algo. Cada salto hacía que la adrenalina corriera por mis venas, mi cuerpo se aceleraba y, por un momento, me sentía más vivo que nunca. La oscuridad a mi alrededor no parecía importar, todo se desvanecía mientras me balanceaba de un lado al otro del techo. Cada vez que saltaba, mi mente se despejaba un poco más, se llenaba de esa chispa de energía que parecía apagar todas mis preocupaciones.

Sin embargo, en el fondo de mi mente, algo persistía, un eco de recuerdos. Me acordé de las veces que hice lo mismo cuando estaba atrapado en la depresión, cuando esos saltos eran un intento desesperado por sentir algo, por dejar de escuchar los gritos silenciosos de mi mente. No era el tipo de cosa que debía hacer, ni tampoco era saludable. Sabía que lo había intentado antes, muchas veces, cuando pensaba que no tenía salida, cuando las sombras dentro de mí eran más grandes que cualquier cosa que pudiera ver a mi alrededor.

Me detuve en seco, mis pies colgando del borde, suspendido en el aire. El viento me golpeaba el rostro y mi respiración se volvió más profunda. Lo había hecho tantas veces, y aunque no me caí, algo seguía persistiéndome: esa sensación de que estaba al borde, pero siempre regresando, siempre con el control. Al menos eso era lo que me gustaba decirme a mí mismo.

"Es solo un juego," me repetí, aunque sabía que no lo era. No podía seguir jugando con mi vida de esa forma. Sabía que en algún momento, si seguía haciéndolo, algo podría salirse de control. Era un pensamiento al que me resistía, pero que siempre regresaba.

Los impulsos, la adrenalina, todo eso se sentía bien por un rato, pero la verdad era que, al final, lo único que estaba haciendo era esquivar lo que realmente me importaba. Mi futuro, las decisiones que debía tomar, lo que realmente quería de la vida... todo eso estaba en el fondo, esperando ser resuelto. Pero aquí estaba, saltando por el borde de un techo, como si esas cosas pudieran esperar para siempre.

El aire de la noche estaba fresco, y mis pies seguían moviéndose, saltando de un lado a otro del borde del techo, mi cuerpo en constante movimiento, sin una razón clara. Mi mente estaba en blanco, completamente absorta en el vaivén de la adrenalina. No pensaba en el futuro ni en lo que estaba por venir. Solo me dejaba llevar, como siempre lo había hecho.

Antes de dar otro paso, me detuve. Algo en el aire cambió, una sensación que no había anticipado. Un pensamiento se me cruzó por la cabeza: ¿Y si me ven? El último par de semanas había sido un juego de distanciarme, de mantenerme al margen, y no necesitaba que Celia o Lina me vieran de nuevo, especialmente en este estado.

Miré alrededor, la oscuridad cubría todo, y el silencio de la noche era casi absoluto. Pero aún así, algo me decía que debía parar, que no debía seguir caminando en el borde, como si fuera lo más natural del mundo. Sabía que, si me veían, todo lo que había estado construyendo para mantener distancia, para evitar incomodidades, se vendría abajo.



#5987 en Novela romántica
#2533 en Otros

En el texto hay: romance, dramas, comingofage

Editado: 23.04.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.