CELIA
Estaba parada junto a la valla, la brisa fría acariciando mi rostro, dándome la calma momentánea que tanto necesitaba. El cielo despejado me recordaba a lo que estaba por enfrentar. La conversación con Elías no sería fácil, lo sabía. Mientras esperaba, mi mente daba vueltas a lo que había escuchado en la habitación de Lina. Los murmullos, las preguntas, el tono de sus amigas… todo indicaba que Lina, de alguna manera, había comenzado a desarrollar un sentimiento hacia Elías. Y eso era algo que debía aclararse, antes de que fuera demasiado tarde.
Vi cómo Elías se acercaba por el jardín, su figura recortada contra la luz de la luna. La paz de la noche se rompió un instante al verlo, y la respiración se me aceleró, consciente de que la conversación que debía tener con él cambiaría las cosas, de alguna manera. No solo para él, sino para Lina también.
Cuando llegó junto a la valla, me saludó con su típica sonrisa nerviosa, pero el semblante de ambos lo decía todo: sabíamos que lo que venía no era algo sencillo. Yo abrí la boca para hablar, pero no encontré las palabras exactas. No estaba lista. Sin embargo, sabía que no había vuelta atrás.
—Elías, tenemos que hablar de algo importante —dije con la voz más firme que pude, aunque mi interior estaba en caos.
Elías levantó una ceja, desconcertado, pero asintió. No esperaba que fuera algo tan grave. Yo podía sentir su tensión al igual que la mía. Había una pesada expectativa en el aire, como si él estuviera esperando una bomba a punto de estallar.
—¿De qué se trata? —preguntó, sin perder su tranquilidad exterior.
Lo miré a los ojos, dándome cuenta de lo que había escuchado en la habitación de Lina, y supe que no podía evitarlo más. Estaba entre el dilema de proteger a Lina, y a la vez, no hacerle daño a Elías. A veces, ser adulto significaba enfrentar situaciones incómodas, aún cuando nadie quería hablar de ellas.
—Hoy, mientras Lina estaba con sus amigas, las escuché hablar de ti. Habían estado preguntándole si le gustaba alguien, y, Elías… mencionó tu nombre. —Me tomé un momento, observando sus ojos y viendo cómo se volvían confusos—. Ellas se sorprendieron, porque, sinceramente, nunca imaginamos que Lina tendría ese tipo de sentimientos tan pronto por alguien. Pero lo dijo, y no quiero que esto se malinterprete.
Elías quedó en silencio, observándome, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. No parecía molesto, pero sí sorprendido. Era evidente que no esperaba que Lina pudiera estar desarrollando sentimientos por él, y la verdad, tampoco lo creía. ¿Cómo podría ser? Él era mucho mayor, había sido solo un mentor para ella en algo tan inocente como la astrología, algo que compartían con entusiasmo. Lo único que realmente tenían en común era esa fascinación por las estrellas.
—¿Lina…? —dijo finalmente, con voz baja, como si no pudiera entender lo que le decía.
Suspiré, mirando hacia el jardín mientras le explicaba lo que sentía como madre.
—Lo que pasa es que Lina te ve como un amigo, Elías. Pero también es muy joven. Tiene 12 años, aunque se vea madura. No sé si te has dado cuenta, pero… Lina ve en ti algo más que un mentor. No lo digo en un mal sentido. Sé que lo que comparten, esa pasión por la astrología, la conecta contigo de una forma especial. Pero te ve como un hermano mayor, alguien cercano, alguien que está presente. Y en su mente, cuando encuentras a alguien tan cercano, tan comprensivo, esos sentimientos pueden confundirse, confundirse como algo más profundo. Y creo que eso es lo que está sucediendo.
Elías frunció el ceño, como si las palabras comenzaran a hacerle eco, pero no comprendiera aún del todo.
—No entiendo, Celia. No es como si… no me había dado cuenta de que Lina pudiera verme así. Yo solo la veía como una niña que comparte la misma pasión por la astrología que yo. Ni siquiera había considerado que pudiera haber algo más que eso. —Hizo una pausa, rascándose la nuca, tratando de ordenar sus pensamientos—. Y ella… ¿realmente cree que le gusto de esa forma?
Asentí lentamente, sabiendo que esto no era fácil para él. No lo era para ninguno de nosotros. Pero, sin lugar a dudas, Lina tenía sus propios sentimientos, aunque no pudiera comprenderlos completamente a su corta edad. Elías tenía que saber que, aunque sus intenciones nunca fueron malas, su cercanía había causado un efecto en Lina que ahora necesitábamos gestionar.
—Lina no lo sabe aún, Elías. Es probable que no lo entienda bien, pero lo que dijo hoy con sus amigas es suficiente para preocuparme. Y lo que más me duele es que ella te ve como alguien importante, alguien que la escucha, que la entiende… y en su mente, eso puede confundirse como algo más. —Lo miré de nuevo—. Y sé que no tienes malas intenciones, pero a Lina no le gustaría que esto tomara un rumbo que la haga sufrir más adelante. Ella está creciendo, y los sentimientos a esta edad pueden ser muy complicados.
Elías respiró hondo, su mirada se perdió en el horizonte por un momento, mientras pensaba en lo que le había dicho. Finalmente, su rostro se suavizó y me miró con una expresión seria, casi triste.
—¿Entonces qué hago? ¿Cómo debería manejar esto? —preguntó, casi con una sensación de impotencia, como si fuera una tarea que no supiera cómo abordar.
Me quedé quieta, reflexionando. Sabía que no era fácil, que lo que estaba a punto de decirle podría cambiar la dinámica entre ellos para siempre. Pero no había otra opción. Si no se trataba ahora, el malentendido crecería aún más.
—Habla con ella, Elías. No es necesario rechazarla ni ser cruel. Pero sé claro con ella, sin herirla. Dile que aunque la quieres, lo que ella siente por ti no es algo que pueda desarrollarse. No es el momento. Y, por encima de todo, explícale que es normal sentir admiración y afecto por alguien, pero que esos sentimientos no son lo mismo que el amor. A esta edad, todo es confuso. Pero lo más importante es que Lina entienda que eres un mentor para ella, alguien que la guía y que la apoya, y eso no cambia.