Bajo el Cielo Estrellado

Capítulo 9: Promesa Vacía

LINA

Me quedé mirándolo, esperando algo, cualquier cosa. Pero Elías no dijo nada. Solo me veía con esa expresión que no podía descifrar, como si estuviera atrapado entre mil pensamientos que no podía ordenar.

No me gustaba ese silencio. No me gustaba porque significaba que estaba pensando demasiado, que intentaba encontrar las palabras correctas para decirme algo que no quería escuchar.

Así que fui yo quien habló.

—¿Ves? Ni siquiera puedes responder.

Él parpadeó, pero no desvió la mirada.

—Porque sabes que lo que digo es verdad.

Me crucé de brazos y respiré profundo, tratando de calmar el latido acelerado en mi pecho.

—No importa si te vas, si conoces a alguien más, si tienes la vida perfecta con otra persona. No importa. Porque yo siempre voy a ser parte de tu historia, ¿entiendes? Siempre voy a estar aquí, en tu memoria, en alguna parte de ti.

Su mandíbula se tensó, y eso solo me confirmó que le molestaba lo que decía. Pero no iba a detenerme ahora.

—No es una fantasía de niña —dije con más firmeza—. Sé lo que siento. Y sé que no puedes decirme que estoy equivocada, porque no puedes sentir lo que yo siento.

Él suspiró, pasó una mano por su cabello, como si intentara calmarse.

—Lina…

—No digas mi nombre así. —Mi voz tembló un poco, pero no me importó—. No lo hagas como si estuvieras a punto de romperme.

Elías apretó los labios, y en ese momento supe que no importaba cuánto hablara, cuánto tratara de explicarle lo que sentía. Ya había tomado su decisión.

—Tú solo quieres que esto desaparezca, ¿verdad? —pregunté, sintiendo que algo dentro de mí se encogía—. Quieres que simplemente me despierte un día y me dé cuenta de que todo fue un error, que estaba confundida.

—No es que quiera eso —respondió en un susurro—. Es que sé que va a pasar.

Mis dedos se apretaron contra mis brazos.

—No puedes saberlo.

—Sí puedo.

Nos quedamos en silencio, mirándonos, atrapados en esta conversación que se sentía como un abismo entre los dos.

Yo quería acercarme. Quería que entendiera. Pero él solo seguía alejándose.

—No quiero perderte —susurré.

Sus ojos brillaron con algo que no supe descifrar.

—No vas a perderme.

Pero las palabras sonaban vacías. Como si ni él mismo las creyera.

Mis manos se cerraron en puños, sintiendo la rabia crecer dentro de mí, pero no porque estuviera enojada con él. Estaba enojada porque no quería escucharme, porque seguía tratando de hacerme ver esto como si fuera un simple error, algo que podía desaparecer con el tiempo.

—Lina —dijo, su voz más suave ahora, como si tratara de calmarme—. Escucha. Un día vas a conocer a alguien. Alguien que realmente te guste, que te haga sentir cosas que yo no puedo hacerte sentir. Y cuando eso pase, ¿qué vas a hacer? ¿Lo vas a rechazar solo por aferrarte a esta idea que tienes de mí?

Negué con la cabeza, frustrada.

—No es una idea, Elías.

—Sí lo es —insistió, con un tono que me hacía sentir como si estuviera hablando con una niña pequeña—. Es algo que crees sentir, pero en unos años, cuando crezcas, te darás cuenta de que solo fue una fantasía.

Lo odié en ese momento. No porque me hablara así, sino porque no podía hacer que viera lo que yo sentía de verdad.

—¿Y si no es así? —pregunté—. ¿Y si en unos años sigo sintiendo lo mismo?

—Para entonces, Lina, yo voy a ser demasiado mayor para ti.

El golpe de esas palabras me dejó sin aire por un momento.

—¿Eso es lo que piensas?

Él suspiró, pasándose una mano por el rostro antes de asentir.

—Sí.

—¿Y qué más da?

Él rió sin humor.

—Lo da todo. Porque para cuando tú creas que tienes la edad suficiente para esto, yo estaré en otro punto de mi vida. Y no quiero que te aferres a mí y pierdas la oportunidad de vivir otras cosas. En unos años también irás a la universidad, conocerás a muchas personas con tus mismas fascinaciones, con tus mismos sueños. ¿Y qué pasará entonces? ¿Seguirás pensando que lo que sientes por mí es real?

—¡Sí!

El grito salió de mi boca antes de poder detenerlo.

Elías me miró con una mezcla de sorpresa y algo más. Algo que no pude identificar.

—Lina…

—No me hagas esto —susurré, mi voz temblando—. No me hagas sentir que todo lo que siento está mal.

Él cerró los ojos por un momento, como si estuviera luchando con algo dentro de sí mismo.

—No es que esté mal —dijo finalmente—. Es que no es lo que crees.

Mis labios temblaron, y de pronto sentí que el aire en la habitación se hacía más pesado.



#5987 en Novela romántica
#2533 en Otros

En el texto hay: romance, dramas, comingofage

Editado: 23.04.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.