CELIA
Escuché todo desde el otro lado de la puerta. Cada palabra, cada suspiro, cada silencioso momento que ambos compartieron. Aunque traté de mantenerme tranquila, una parte de mí se estaba rompiendo, viendo cómo Elías luchaba con lo que sentía, y cómo Lina, mi pequeña Lina, estaba enfrentando una realidad que, a su edad, no merecía vivir.
Puedo escuchar perfectamente cómo sus voces se van tornando más suaves, cómo las tensiones van disminuyendo, pero el daño ya estaba hecho. Elías, aunque bien intencionado, estaba demasiado centrado en lo que él pensaba que debía ser, y no en lo que Lina realmente necesitaba. La conversación, aunque aparentemente resolutiva, dejaba algo en el aire… algo que no se iba a ir tan fácilmente.
Me apoyé en la pared con una mano, sintiendo el peso de mis propios pensamientos. La vida no era justa, y menos para una niña como Lina, que había crecido demasiado rápido. Sabía lo que sentía, sabía que el amor y la confusión de esa edad podían ser un tormento, pero verla ahora, tan vulnerable, me dolía. Estaba perdiendo algo esencial: la inocencia de la niñez. Y Elías, por mucho que intentara protegerla, no podía impedirlo.
De alguna manera, entendía por qué Elías se veía tan perdido. Era difícil enfrentarse a la realidad de lo que Lina sentía. Es difícil ver a una niña que, en sus ojos, lo ve como una figura protectora, un mentor, tal vez hasta algo más. Pero él no podía ser eso para ella. No de la forma en que ella lo deseaba.
Respiré hondo. Me giré y, aunque mis pasos fueron silenciosos, la decisión de intervenir me pesaba en el pecho. Quizás lo que necesitaba Lina era espacio, tal vez Elías tenía razón en sus palabras de que esto podría dañarla. Pero no podía permitir que todo eso sucediera sin decir algo, sin dejar que Elías supiera lo que yo pensaba. No solo por Lina, sino también por él mismo.
No me atrevía a abrir la puerta de inmediato, quería darles su tiempo. De alguna manera, entendía que esa conversación era necesaria, aunque dolorosa, y que lo último que Lina necesitaba era que yo interfiriera en ese momento. Pero, ¿qué sucedería después? ¿Cómo podían ambos lidiar con lo que acababan de discutir?
No pude evitar un suspiro profundo mientras sentía el peso del futuro que se cernía sobre todos nosotros. Una promesa hecha bajo la presión de una situación tan delicada… No sabía si era suficiente, ni siquiera si era lo que Lina necesitaba o lo que Elías quería ofrecerle.
Pero, de alguna forma, esa promesa era un paso. Un paso que tenía que ser dado, aunque no lo entendieran completamente.
Me quedé ahí, apoyada en la pared, esperando el momento adecuado para entrar y ver cómo iban las cosas. No quería interrumpir, pero el dolor en mi corazón era sofocante. Sabía que lo que seguía no sería fácil para ninguno de los dos. Pero tampoco había mucho que pudiera hacer para cambiarlo ahora.
La puerta se abrió lentamente, y pude escuchar sus pasos acercándose. Mi corazón dio un vuelco cuando Elías apareció en el umbral, su rostro grave y agotado. Podía ver en sus ojos que la conversación no había sido fácil para él, pero algo en su postura me hizo saber que no había encontrado la respuesta que esperaba, ni la que Lina necesitaba.
Elías no me miró de inmediato. Se quedó en silencio por un momento, sus manos en los bolsillos de su chaqueta, como si estuviera esperando a que yo dijera algo. Pero yo no sabía qué decir. Todo lo que quería era que él estuviera bien, que Lina estuviera bien. Sabía que el dolor de ese momento iba a resonar en ambos, pero aún no sabía qué hacer con eso.
Finalmente, Elías levantó la mirada hacia mí, y su voz salió de su garganta con dificultad.
—Lo hice… Le dije lo que tenía que decir, pero… no sé si fue suficiente —dijo, su tono áspero y confuso.
No pude evitar soltar un suspiro, consciente de la tensión en el aire. No sabía cómo ayudarlo a procesar todo lo que había sucedido. Sabía que, por muy buenas intenciones que tuviera, esta situación iba a ser difícil para él. Para todos nosotros.
—Es lo único que podías hacer, Elías —respondí, intentando darle un poco de consuelo, aunque yo misma no estuviera segura de lo que estaba haciendo—. Lina... ella está confundida, pero también está creciendo, y eso lleva tiempo. No es fácil para ella, pero tienes que darle espacio para entender lo que siente. Y para entender lo que no puede ser.
Elías asintió, pero la preocupación seguía en su rostro. Algo dentro de él parecía estar luchando, como si la conversación no lo hubiera resuelto de ninguna manera. Yo sabía que no lo había hecho. No podía ser tan simple. Aún quedaba mucho por procesar.
—Lo sé, pero… no sé si lo entendió. No sé si lo que dije fue suficiente. ¿Y si me equivoqué? —murmuró, su tono sombrío—. ¿Y si eso solo le hizo daño?
Negué con la cabeza. Yo también sentía esa inquietud, pero estaba segura de que, aunque Lina no lo entendiera todo de inmediato, al menos había plantado una semilla de reflexión en su mente. De alguna manera, Elías había sido claro, y aunque Lina no lo entendiera en ese momento, algún día lo haría.
—No fue un error, Elías. Es lo que necesitaba escuchar, aunque no lo sepa ahora —le dije, acercándome un paso hacia él, reconociendo el esfuerzo que había puesto en todo esto—. Y tú también necesitas tiempo para asimilarlo. Pero no tienes que cargar con todo el peso de la situación solo.