Capítulo 13: Cuatro años

ELÍAS

Cuatro años.

Cuatro años desde que dejé todo atrás. El sonido del motor del carro era lo único que podía escuchar en ese momento, acompañado de la voz animada de Miya, mi mejor amiga. La chica tenía una energía arrolladora, como siempre, hablando sin parar sobre todo lo que había ocurrido en su vida durante este tiempo. Yo solo asentía de vez en cuando, sin ponerle mucha atención a sus palabras, mi mente estaba en otro lugar, como solía pasar últimamente.

—¿Sabes? Creo que podríamos ir a ese restaurante que tanto te gusta cuando lleguemos—, decía Miya, emocionada, mientras yo no podía evitar mirar por la ventana. El cielo estaba despejado, y aunque no lo pensaba con frecuencia, me encontraba pensando en las noches cuando estaba en mi casa, mirando las estrellas, usando el telescopio con Lina.

Fue como una chispa, una sensación fugaz que se apagó casi tan rápido como llegó. Me sentí tonto por pensar en ello después de tanto tiempo, pero no pude evitarlo. No había pasado ni un día en que no recordara, aunque solo fuera por un instante, lo que había dejado atrás, y por qué me había ido.

Miya me miró desde el asiento del conductor, viéndome con esa curiosidad que solo ella podía tener—.¿Eh, Elías? Te vi distraído. ¿Estás pensando en algo? Me tienes intrigada.

Miré su rostro con una sonrisa forzada—. No, solo pensaba que ya es tarde. Pero sí, el restaurante suena bien.

Sabía que no podía seguir callando, porque era ella, Miya, mi mejor amiga desde que llegué a la universidad, y siempre me había animado a seguir adelante. Era como un rayo de sol en un mundo que, a veces, me parecía gris. Y aunque no era lo mismo que antes, no era como Lina ni como esos momentos que compartí con ella, Miya estaba aquí ahora, y me ayudaba a no quedar atrapado en el pasado.

—Me alegra verte bien,—dijo Miya, casi como si pudiera leer mis pensamientos—. Te vi salir de la casa, y no pude evitar notar que parecías... diferente. Ya no te veo tan perdido.

Suspiré, mirando por la ventana nuevamente—. Supongo que estoy empezando a sentir que las cosas están mejor. La universidad fue el mejor cambio. No todo es perfecto, pero estoy aprendiendo a adaptarme.

—Claro, y estás dejando atrás todo lo demás, ¿verdad? —Miya se adelantó un poco, como si intentara encontrar la respuesta que realmente quería escuchar—. Lo que dejaste en el pasado, Elías. Todos esos recuerdos... ¿de verdad los estás dejando atrás?

Mis pensamientos fueron breves. Los recuerdos nunca se van por completo, y aunque me había alejado de muchas cosas, había algo que me decía que nunca podría realmente escapar de ellos. Pero no quería hablar de eso ahora. No quería hablar de Lina ni de lo que había pasado antes de irme.

—Sí, —respondí finalmente, más seguro de lo que me sentía. —Es todo parte del proceso, ¿no? Cambiar, crecer. Eso es lo que estoy haciendo.

Miya no dijo nada más. Ella sabía que cuando hablaba de cambiar, no siempre hablaba solo de la universidad o de mi futuro. Hablaba de todo lo que había dejado atrás, de lo que nunca volvería a ser. Pero ahora, con la oportunidad de construir algo diferente, había aprendido a aceptar que algunas cosas debían quedar en el pasado.

El sonido del aire acondicionado y las conversaciones lejanas en el restaurante eran lo único que me rodeaba mientras Miya me sostenía del brazo, caminando hacia la mesa que ya nos habían preparado. A su lado, la gente nos miraba, pero no era nada fuera de lo común. Sin embargo, en ese momento, no podía evitar sentir que las miradas parecían más insistentes de lo que eran, como si en cada uno de esos ojos estuviera escrita la historia de lo que estábamos haciendo.

—¿De verdad es necesario hacer esto? —le pregunté, mirándola con una ceja levantada, algo que siempre hacía cuando algo me parecía un poco... innecesario.

Miya, sin embargo, no se inmutó. Su sonrisa estaba más brillante que nunca, como siempre—. Por supuesto que sí, Elías,—respondió, casi con firmeza.

—Si vamos a hacer que todo el mundo crea que somos la pareja perfecta, tenemos que hacerlo bien, ¿no?

Yo solo rodé los ojos mientras nos sentábamos en la mesa. Sabía que no podría ganar esta batalla. Miya siempre lograba convencerme de cosas, a veces solo por su simple insistencia y, en otras ocasiones, por su contagiosa energía. A pesar de todo, no pude evitar sentirme un poco incómodo con la situación, especialmente cuando la conversación parecía estar tomando un rumbo que no era el que esperaba.

La camarera llegó, y en cuestión de minutos, ya habíamos hecho nuestro pedido. Miya no perdía tiempo, preguntándome entre risas sobre todo lo que habíamos planeado para los próximos días.

—Entonces —,comenzó mientras tomaba un sorbo de su bebida.

—¿Vamos a ir a visitar tu casa en estos días? Ya sabes, después de la graduación y todo... Ya tenemos mucho tiempo libre, ¿no? Podríamos hacer una pequeña escapada.

Me quedé pensativo unos segundos antes de responder, sabiendo que ella había estado insistiendo en esto durante semanas, sin dejarme opción.

—Sí, en unos días. Estaremos listos para irnos. Siempre y cuando no cambies los planes otra vez, claro —dije con un tono más relajado, aunque en el fondo me sorprendió un poco cómo todo parecía encajar en este nuevo plan.

Miya, con su usual tono travieso, soltó una risa suave.

—No te preocupes, Elías. Esta vez no voy a cambiar nada. Este será un viaje de autodescubrimiento para ambos —dijo, como si fuera algo completamente espiritual, y no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa.

—Autodescubrimiento, ¿eh? —respondí en tono sarcástico, sabiendo que, a pesar de lo que decía, algo dentro de mí no podía evitar preguntarse si realmente eso era lo que estábamos buscando. Pero al final, lo que más me importaba en ese momento era estar allí, compartiendo este tiempo con Miya. Quizá en el fondo, me decía a mí mismo, eso era lo que realmente importaba ahora.