Bajo el hechizo del chico malo

Prólogo

—¿Qué tal? Es un encanto.—Mi madre se mostró emocionada por la nueva casa.

Ni siquiera le respondí. La repentina mudanza me tenía enfadada y su alegría solo avivaba mi irritación. Sin embargo, no podía encontrar las palabras para expresar mi malestar.

—Vamos, cariño, los camiones de la mudanza no tardarán en llegar y necesito toda la ayuda posible.

Fruncí el ceño una vez más.

Desde que llegamos a la entrada del pueblo, me di cuenta de que todo sería aburrido. Las calles apenas se llenaban, y aunque había una inmensidad de cosas que no vi, estaba segura de que nada se compararía a la bulliciosa vida de la gran ciudad.

Mi madre no estaba cerca. Tal vez esa ausencia, combinada con mi impulso de idiotez, me llevó a dar la vuelta y salir a caminar para explorar un poco los alrededores.

Las calles eran tranquilas. Aunque no tenía una clara idea de mi ubicación, me topé con un lugar que sí captó mi interés: una cafetería con un diseño muy hogareño y alegre por fuera. La fachada colorida y acogedora me invitaba a entrar, donde esperaba encontrar el reconfortante aroma del café y la promesa de un ambiente acogedor.

El interior era justo como esperaba, no había demasiada gente. Sin embargo, lo que realmente captó mi atención al sentarme fue un grupo de chicos en la esquina del sitio. Su vestimenta y apariencia contrastaban notablemente con el ambiente acogedor de la cafetería. Parecían pertenecer a un grupo de motociclistas o a alguna banda, lo cual resultaba inesperado, especialmente porque afuera del local ni siquiera había motos.

Tuve la mala suerte de cruzar la mirada con uno de ellos.

Sus ojos azules eran hipnotizantes e intensos, lo cual me mantuvo cautiva sin poder apartar la mirada. El cabello corto, pero despeinado le daba una vibra de espíritu indomable, sumando puntos extra por su tono oscuro. Mis ojos no pudieron evitar detenerse en sus brazos, adornados con tatuajes que contaban historias desconocidas. Era precisamente el tipo de chico del que mi madre jamás aprobaría.

—¿Vas a pedir algo?

Levanté la mirada asustada por la repentina aparición de la mesera. Sus ojos reflejaban cansancio, como si me estuviera haciendo el favor de atenderme. El eco de su voz tenía un tono monótono, como si la rutina hubiera desgastado la chispa en su servicio.

—Café helado, por favor.—Solamente dije lo primero que había visto.

La vi alejarse de forma vaga, mientras el chicle que masticaba era lo único que destacaba en ese momento.

—Hola, bonita.—Era él, el mismo chico que no hacía mucho estaba en la mesa de aquella esquina.—¿Cómo te llamas?

Me sentí nerviosa solo por tenerlo cerca, y aún más cuando noté las miradas de sus amigos, quienes no tardaron en reírse entre ellos después de apartar la mirada. No sabía qué hacer, así que decidí concentrarme en jugar con mis manos y esperar a que la incomodidad pasara.

—¿Qué pasa? ¿Te comió la lengua el ratón?—Su sonrisa era burlona.—¿O es porque soy un desconocido?

—Creo que eso es bastante obvio.—Quise golpearme a mí misma por siquiera contestarle.

—Yo soy Blade.—Su sonrisa se ensanchó más.—¿Ves? Ya no somos desconocidos.

—...Yo soy Emily.

—¿Estás sola?— Él observó a los lados en busca de alguien más.

Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Este tipo, por muy guapo que sea, seguía siendo un hombre desconocido y de apariencia peligrosa.

—Tomaré eso como un sí. Así que dime, ¿te gustan las emociones fuertes, Emily?

—Prefiero más las cosas que me mantienen con vida.

—Deberías divertirte más, se nota que eres nueva en este lugar.—Volteó a ver a sus amigos rápidamente, intercambiando miradas cómplices con ellos, antes de volver su atención hacia mí.-Hay una carrera de motos esta noche, y me gustaría que fueras mi acompañante.

—¿Siempre haces esto?—Observé su sonrisa vacilar.

—¿Que cosa, bonita?

—Solo con las que me parecen más interesantes.—Blade se levantó con cuidado, algo extraño en comparación con su apariencia ruda.— Te veo en la noche.

No intenté detenerlo; sus pasos se desvanecieron en la distancia, y aunque no me proporcionó la dirección del punto, tampoco quería ir allí. En cambio, mi atención se desvió hacia el vaso de café helado que la mesera dejó de manera brusca en la mesa.

—Gracias.

Observé nuevamente a los chicos irse en poco tiempo luego de que Blade saliera por lo que suponía era la puerta trasera de aquella parte. Aunque la atmósfera se tranquilizó más de lo que esperaba.

¿Qué probabilidad había de que un chico así se interesara en una chica como yo?

Para ser honesta, era la primera vez que veía a ese tipo de chicos. Incluso en la ciudad eran escasos, ya que nadie estaba realmente interesado en pandillas o algo así. Los chicos allí eran muy superficiales, solo buscaban lo mejor para presumirlo. En cambio, estos chicos del pueblo parecían tener una vibra más auténtica, pero también peligrosa.

Saqué mi celular notando las llamadas perdidas de mi madre y también los miles de mensajes que no pensaba responder. Nuevamente miré mi vaso, ya casi a la mitad, algo sorprendente, teniendo en cuenta que no recordaba haberlo tomado mientras reflexionaba. De todas formas, dejé el dinero correspondiente en la mesa y salí de ese lugar.

Intenté regresar por las calles que recordaba; lamentablemente, la mayoría de los puntos se veían igual. Aun así, tal vez fue suerte o algo más, logré volver sobre mis propios pasos hasta llegar a la nueva casa. Lo bueno es que como acabábamos de mudarnos, los camiones seguían ahí. Aunque la hora no fue la más adecuada, ya que el sol se estaba escondiendo cuando finalmente llegué hasta la puerta. La luz tenue del atardecer se reflejaba en las ventanas de la casa, y en la cara de mi madre.

—Emily Maverick, ¿dónde estabas?—Preguntó mi madre, con una mezcla de preocupación y frustración en su tono de voz, mientras yo trataba de encontrar las palabras adecuadas para no tocar un nervio.




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