Los primeros rayos del sol apenas tocaban el jardín cuando el auto de Gloria y Leo se detuvo frente a la casa. Valentina, desde su asiento, presionaba la ventana con la nariz mientras decía emocionada:
—¡Ya llegamos, ya llegamooos! ¡Abu Gloriaaaa! ¡Aaaabuuu Leooooo!
Gloria salió rápidamente a abrir la puerta trasera, y en cuanto el cinturón se desabrochó, Valentina saltó como si fuera un resorte.
—¡Estoy lista para mis vacaciones! —gritó extendiendo los brazos— ¡Quiero helado, ver dibujos, pintar paredes... digo, hojas! ¡Y jugar con los dinosaurios de mentira!
Leo se apareció desde el porche, con su sombrero de pescador y un delantal manchado de salsa boloñesa.
—¿Quién dejó entrar un torbellino con rizos? ¡Cuidado, Gloria, se nos metió una tornadita con voz de princesa!
Valentina corrió a abrazarlo.
—Abu Leo, ¿me dejás usar tus botas otra vez? ¡Quiero ser granjera como tú!
—Si prometés no esconderme los calcetines como la otra vez...
—Eso fue una misión secreta. ¡Soy una agente ninja, abu!
Día 1 – Dulces, secretos y “el radar de azúcar”
Ni bien deshicieron la maleta (es decir, Valentina vació todo en el sofá), ya estaba inspeccionando cada rincón.
—Abu Gloria… ¿dónde están las galletitas redondas? Las que escondés arriba del microondas… ¡Mi radar me lo dijo!
Gloria levantó las cejas.
—¿Desde cuándo tenés radar?
—Desde que nací, pero ahora se activó. ¡Es como magia! —respondió mientras se ponía una linterna en la cabeza como si fuera casco de minero.
Leo rió desde el comedor.
—¡Con razón nunca me duran las golosinas! Tu “radar” es más peligroso que el wifi.
Día 3 – La gran siesta rebelde
A media tarde, Gloria preparó la cama, bajó las persianas y puso música suave.
—Vamos, amor, un ratito de siesta y después jugamos con plastilina.
Valentina se cruzó de brazos, ya en pijama, con cara de drama.
—Mi cuerpo no quiere dormir, abuelita. Dice que necesita... ¡bailar!
Y comenzó a dar vueltas sobre sí misma, cantando una canción inventada:
—“Yo no duermo, yo no duermo, soy una flor que se mueve con el vien-tooo…”
Finalmente, se escondió bajo la mesa del comedor con una frazada y dijo:
—Esta es mi fortaleza. Nadie entra. Estoy en “modo ninja invisible”.
Leo, pasando por ahí con una taza de café, le susurró:
—Nadie la ve. Nadie respira. Nadie interrumpe al ninja invisible… pero alguien sí va a tener sueño después.
Día 4 – Escuela de Dinosaurios
En el patio, Valentina instaló un salón improvisado con piedras pintadas, macetas vacías y una pizarra vieja que Leo encontró en el trastero. Ella, con gafas sin cristal, se puso seria.
—Bienvenidos a la clase de historia dino... histórica. Hoy veremos por qué los dinosaurios no usaban zapatos.
—¿Y cuál es la respuesta? —preguntó Leo desde la hamaca.
—¡Porque eran descalzos por dentro!
Gloria soltó una carcajada mientras colgaba ropa.
—¿Y quién es ese con corbata?
—Ese es el Licenciado. Es el jefe de los dinosaurios. Tiene oficina y toma café. Pero hoy está castigado porque se comió mi crayón verde.
Día 6 – Conversaciones sobre el amor
Esa tarde, mientras comían sopa de pollo, Valentina se quedó mirando su plato pensativa.
—Abu Gloria… ¿tú sabías que mi papi tiene novia?
—Sí, amor… tú me lo contaste hace unos días, ¿te acordás?
Valentina la miró fijamente.
—Sí, pero ¿sabías que se dan besos en la puerta como en las películas? ¡Eso no me lo esperé!
Leo se atragantó de la risa.
—¿Y vos qué pensás de eso, princesa?
—Mmm… Me gusta porque Lara me deja ponerme sus collares, y una vez me dejó usar sus tacos… ¡pero no me gusta cuando le roba abrazos a mi papá!
Gloria le acarició la cabecita.
—El amor, mi cielo, no se reparte… se multiplica.
Valentina pensó un segundo.
—¡Entonces quiero amor multiplicado por cien! Y también helado multiplicado, por si acaso.
Día 8 – Videollamada con papá
Esa noche, Valentina habló con Andrés desde el celular de Leo. Apareció en la pantalla con una toalla en la cabeza, una capa hecha con la cortina de baño y una cuchara en la mano.
—Hola papito. Soy la doctora princesa pirata. Hoy curé a un dinosaurio con tos y a la abuelita, que casi se duerme viendo la novela.
—¿Y cómo estás vos, mi amor? ¿Te estás portando bien?
—Sí, pero Abu Gloria dice que no es "portarse bien" meter la pasta dental en la cafetera.
—¿¡Qué hiciste qué!?
—¡Era un experimento científico! Yo soy científica como la tía Sofía. Estoy estudiando “la mezcla de cosas sin permiso”.
Gloria gritó desde el fondo:
—¡Y yo estoy estudiando cómo no perder la paciencia!
Leo, con la cámara en mano, solo reía:
—Tranquilos, esto es entrenamiento para cuando sea presidenta. ¡Tiene ideas revolucionarias!