Bajo el Muérdago

Capitulo II

Aitana.

Sin darme cuenta, ambos nos besamos despacio, saboreando nuestros labios, y odio reconocer que lo estoy disfrutando. No sé qué me pasa y ni porque he aceptado el beso de un desconocido, aunque besa de maravilla. Él se aleja de mí y ambos nos miramos; yo estoy en shock, sin poder creer lo que acaba de pasar. Mi mente está bloqueada, tratando de pensar qué hacer o qué decir. Nunca en mi vida me había quedado sin palabras.

—Esquicito beso, mi hermosa Aitana —me susurra.

En ese momento reacciono, sus palabras me dejan pensando. Lo miro molesta, con ganas de pegarle. Antes de decirle algo, lo veo salir del ascensor, dejándome parada como estúpida. Salgo del ascensor con rabia, dispuesta a encontrar a ese idiota y hacerle pagar lo que acaba de hacer, pero antes arranco el estúpido muérdago. Por esa porquería pasó lo que pasó.

Con rabia entro a la sala de juntas donde están todos. Al sentarme en mi silla, lo primero que veo es al idiota que me besó, el cual me sonríe.

—Señora King, un placer conocerla —habla el susodicho con la misma estúpida sonrisa.

—No podría decir lo mismo de usted. Es un idiota —espeto con rabia, levantándome de mi silla y viéndolo con deseos de mandarlo a otro mundo. Los presentes me miran sorprendidos.

—Señora, él es su nuevo socio. El señor Jimmy Carter —me comunica Daniela.

Lo que me faltaba. El idiota que me besó y al que acepté el beso es mi socio. Vuelvo y me siento, pidiendo disculpas. Tengo que mostrar formalidad para los demás presentes; ya cuando lo tenga a solas, me va a pagar lo que hizo.

La reunión inicia y trato de explicar las cosas, pero la sonrisa de ese idiota no me deja concentrarme, además de que el recuerdo de ese beso inunda mi mente.

—Como podrán ver, tenemos buenos escritores que quiero que salgan a la luz, que todos los conozcan. Sus historias llegan al alma y el mundo debe conocerlas. —aseguro.

—Me parece maravilloso, ambos tenemos el mismo pensar. Había leído algo de esos escritores y son muy buenos. Supo elegir muy bien, señora King —habla el tonto ese.

—Bueno, creo que no hay nada más que decir, fue un placer —culmino sin responderle a Carter.

Todos se levantan para retirarse, pero le pido a Carter que se quede; tenemos que hablar. Él, sin protestar, lo hace. Termino de recoger todo y le pido a Daniela que lo lleve a mi oficina; ella obedece y sale.

Me acerco a él con pasos lentos; él tiene la misma sonrisa. Veo que su boca va a pronunciar palabra, pero no dejo que las diga y le doy una fuerte bofetada. Él me mira sorprendido ante lo que hice, mientras que su rostro se pone rojo.

—Eso es para que no vuelvas a besarme. ¿Quién te crees? Si lo vuelves a hacer, lo lamentarás —digo con rabia.

Él se me acerca mientras acaricia su mejilla, y luego me sonríe. Me agarra de la cintura; forcejeo para quitármelo, pero él ejerce fuerza.

—Querida Aitana, si piensas que con esa bofetada evitarás que me acerque a ti, no pasará. Besarte fue lo mejor que hice en mi vida, y aunque no te acuerdes de mí, yo sí me acuerdo de ti. Nos vemos, preciosa —me dice, depositando un beso en mis mejillas. Suelta su agarre y lo veo marcharse con una sonrisa.

Yo me quedo parada, confundida, viéndolo por donde se ha ido. No entiendo nada, a qué se refiere. ¿Quién es él? ¿Por qué debo recordarlo? ¿Y por qué no lo recuerdo? Tengo tantas preguntas sin respuesta, y solo él debe responderlas.

En las siguientes horas, no podía concentrarme. Las palabras de Carter y ese beso no me dejan pensar. Intento recordar de dónde lo conozco, pero nada me llega. No, tengo que dejar de pensar en ello. El sonido de una música me saca de mi concentración; al parecer, han puesto música y, para colmo, son villancicos.

Me levanto molesta y, al salir de la oficina, hay varias personas vestidas de duendes cantando los villancicos. ¿Qué rayos es esto? Cuando les voy a decir que se larguen, aparece Carter con una enorme sonrisa

—Espero que te guste, hermosa —me dice con una sonrisa.

—Se largan ya mismo, no quiero escuchar ni un segundo más sus voces —vocifero con rabia. Mi voz retumba en todo el lugar, provocando que todos me miren. Miro a Carter, que me ve sorprendido y confundido. —Si esos duendes no se largan, lo vas a lamentar —digo con más rabia.

No dejo que me responda y vuelvo a mi oficina. Camino de un lado a otro, tratando de tranquilizarme; esa música me pone mal, no quiero escucharla nunca más.

—No entiendo por qué hiciste eso, si siempre te han encantado los villancicos —la voz de Carter me hace detenerme. Él me mira confundido. —¿Y por qué quitaste la decoración, si quedó bien linda? —dice, viendo por toda mi oficina.

—¿Tú lo hiciste? ¿Tú decoraste mi oficina con todas esas tonterias? —hablo acercándome a él y viéndolo con enojo.

—Pues claro, tu oficina estaba muy aburrida. Pero ¿por qué te pones así? Tú amas la navidad, siempre ha sido así —su rostro denota confusión.

—Creo que te confundes de persona. Odio la Navidad —hablo con rabia—. Además, ¿quién eres? ¿Y quién te dio el derecho de hacer toda esta estupidez?




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