Bajo el Muérdago

Capitulo VIII

Aitana

Escuchar sus palabras me reconforta, aunque sé que tiene razón. No cuesta nada intentarlo, aunque me cause temor.

—Gracias, Jimmy. Aprecio mucho tu apoyo —respondo con una sonrisa leve entre lágrimas, limpiándolas con determinación mientras él me sonríe.

Terminamos el chocolate caliente en silencio. Su presencia me reconforta y estoy agradecida por tenerlo a mi lado en este momento. Después de un rato, nos levantamos y salimos de la cafetería. La nieve sigue cayendo, pero con Jimmy a mi lado, la encuentro menos abrumadora.

Caminamos hacia la tienda de adornos para Navidad. A medida que nos acercamos, la ansiedad vuelve a apoderarse de mí, pero Jimmy sostiene mi mano con firmeza, transmitiéndome tranquilidad.

—¿Y tú qué vas a comprar? —pregunto para distraerme de los nervios.

—Te había dicho que mi casa estaba repleta de luces, pero falta una parte y aquí estoy comprando más. Además, mi hija me pidió un muñeco de Santa Claus grande con luces, y como me gusta consentir y me gustó la idea, aquí me tienes.

—Sí que te gusta decorar —digo riéndome, mirándolo con admiración.

—Claro, desde pequeño amo la Navidad, y la amé más cuando tenía de novia a la chica más linda del mundo que me hizo amar más la Navidad.

No digo nada porque sé que se refiere a mí. Esa era una época bonita, no lo niego, pero ahora prefiero que la Navidad no exista. Al llegar, me detengo en la puerta sintiendo nervios, y Jimmy se queda a mi lado. Me susurra "si no puedes, vámonos". Lo miro y solo me da una sonrisa de ánimo. Tengo que enfrentar esto, tengo que hacerlo por mi hija; ella merece tener una bonita Navidad.

Cuando estoy decidida a entrar, una voz nos detiene. Al ver, nos damos cuenta de que es el señor de la tienda, este con una sonrisa nos hace señas de que miremos arriba. Al hacerlo, me doy cuenta de que hay un muérdago. ¿Es en serio? ¿Es un plan para conspirar contra mí? Pero para ser sincera, ya no me molesta, y deseo ser besada por él.

—Soy inocente, esto no lo planeé. Es casualidad. Solo he puesto muérdago en toda la editorial. —interviene Jimmy con cara de inocente. Lo miro y sonrío.

—¿Debería creerte? —pregunto cruzándome de brazos y levantando una de mis cejas. Él solo asiente con una sonrisa. —Entonces, ¿estás esperando a que sea yo la que te bese? —su sonrisa se agranda, sus grandes manos sostienen mi rostro y me besa con ternura.

Este beso se siente tan diferente, es uno cargado de sentimientos. Correspondo al beso y ambos nos sumergimos en una burbuja en donde solo somos él y yo. Al separarnos, él me sonríe, sin poder evitarlo, yo también sonrío.

—Te juro que cada día amo más los muérdagos. Lo mejor que hice fue llenar ese edificio —su rostro denota una gran felicidad.

—Estás loco. Mandaré a quitarlos todos —hablo tratando de no reírme.

Termino de entrar a la tienda, y no puedo evitar sonreír sin que él me vea. Vaya, ese beso me ha dejado con el corazón acelerado. La verdad, ya no veo tan mal que haya muérdagos por todo el edificio; si eso implica que tendré besos, no me quejaré. No, pero en qué estoy pensando, no puedo pensar de esa manera.

—Tu hermosa sonrisa me indica que te ha encantado mi beso. Verte sonreír me hace feliz, te vez tan hermosa. —me susurra. Su voz en mi odio provoca que mi cuerpo se erice y no por el frio. —Vamos a buscar ese árbol para Aury —puedo ver una sonrisa alentadora, pero a la vez encantadora.

Recorremos los pasillos llenos de adornos festivos. A pesar de mi resistencia inicial, me doy cuenta de que tener a alguien a mi lado hace que todo sea más soportable. Jimmy elige algunos adornos y me hace sugerencias para el árbol. Pero sin dejar de ver mi rostro, preguntando si me encuentro bien y diciéndome que en cualquier momento nos podemos ir. No me siento tan mal, aunque aún me abruma esto, mi cara de disgusto cada vez que veo un adorno lo refleja. Sus palabras y gestos amables me ayudan a enfrentar mis miedos.

Nos adentramos hasta la parte trasera de la tienda y salimos a lo que se supone sería un patio, es enorme, está al aire libre y lleno de nieve. Este está repleto de árboles naturales y artificiales, no puedo evitar asombrarme ante ellos. Me quedo paralizada contemplando todo a mi alrededor. Estar sujeta a Jimmy evita que me dé algo; sentir su apoyo es lo mejor, antes por nada del mundo hubiera pisado este lugar.

Me acerco a un árbol que llama mi atención, lo acaricio y sin poder evitarlo, las lágrimas se me escapan. Este árbol es igual que solíamos comprar con mi familia, con mi padre especialmente. Jimmy me pregunta si estoy bien. Lo miro asintiendo, decida continuar; ya estamos aquí y quiero afrontar cualquier cosa. Esto lo hago por mi niña.

Finalmente, encontramos el árbol perfecto. Uno grande y frondoso, con luces brillantes y una hermosa estrella en la punta. Jimmy me mira con complicidad y asentimos juntos, sintiendo que estamos logrando algo importante. Al salir de la tienda, la nieve ha cubierto todo la calle, creando un ambiente bonito. Aunque todavía siento el peso de los recuerdos dolorosos, sé que hoy he dado un paso importante para superar mis traumas.




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