Bajo el poder de un mafioso

Capitulo 4

Desde el primer momento que la vi esa chica causó muchos sentimientos en mí, el parecido con Sabrina me intriga, quisiera saber si también posee el mismo corazón tierno y sincero que ella alguna vez tuvo.

¡Joder!

Necesito saber más de ella. Necesito verla de nuevo—dije entre dientes yendo directo a su habitación.

Renata.

Bañada en lágrimas estaba apoyada sobre la almohada, una almohada que no estaba en mi cama. En este momento solo deseo estar en brazos de mi madre. Sé que deseaba todo esto pero nunca desee ser prisionera de alguien.

¿Por qué me pasa esto a mí? Admito que a veces miro mal y contesto feo pero aun así me considero una buena persona... Una buena persona que ayuda a los animales callejeros dándole comida y consiguiéndoles refugio, la cual también ayuda a los ancianos a cruzar la calles.

Dios.

¿Por qué permitiste que me sucediera esto a mí? No quiero estar encerrada aquí. —Mi cabeza estaba revuelta y hecha mierda junto a mi corazón, no podía entender qué hacía aquí.

Y de pronto todo se me congeló a escuchar abrirse la puerta de mi habitación, lo miré venir frío y sexymente a mí.

Esta vez lo miré a los ojos y no podía creer lo que estaba viendo ¿Vieron 50 sombras de Grey? ¿Saben quién es Christian Grey? Pues el señor A es sumamente más sexy y ardiente que él,  cuerpo de atleta Olímpico, cabello negro, sonrisa perfectamente centrada en su hermosa cara con barba baja... Sus ojos. Dios. Sus ojos, eran completamente verdes como una pera, sí, como una sabrosa  y rica pera.

Me impacte.

Creo que babee un poco, trague saliva y me limpie enseguida.

Él se acercó a mi cama  y poco a poco a mí.

—No llores.—pasó su delicada mano por mi mejilla derecha—No dañes tan hermoso rostro con agua salada que maltrata tus poros—Dijo.  Lo dijo tan claro y suelto que me hipnotizó.

Parpadee dos veces.

—¡Quitas tus asquerosas mano de mí!—Dije con rabia y me alejé enseguida de él, a recostándome de la pared muy cerca del baño. Lo miraba con odio, aunque fuera completamente hermoso no me permitiría bajar la guardia con él. Era un extraño que por alguna razón se sentía con poder hacia mí, por lo que me decía que estaba loco. Y por más que tenga dinero nadie es dueño de nadie.

Al señor A no le gustó mi actitud, lo reflejo apretando su mandíbula fuerte y colocando sus manos dentro de sus bolsillos.

—Te diré una cosa—caminó hacia mí lento—No vuelvas a tener ese comportamiento conmigo.—agarro fuerte mi mentón—Seré bueno contigo...—se acerco a mi oído—Siempre y cuando te portes bien conmigo.—me susurró aterradoramente serio y frio.

Un escalofrío recorrió todo  mi cuerpo.

Una lágrima salió y él la secó—Te dije que no lloraras.—me recordó con tono amenazador.

Me quede mirándolo fijamente con odio.

Señor A.

No quería tratarla así pero no me dejo opción, odio cuando alguien me habla con autoridad. Aunque se parezca a Sabrina en lo absoluto no tiene su actitud noble y tierna, Renata es un poco más difícil de controlar.

Me miraba con odio y solo deseaba en besarla pero no soy una bestia, sé respetar cuando una mujer no quiere que me acerque a ella.

Estábamos enfrente del uno al otro, noté que Renata temblaba y fue evidente que estaba aterrada.

Bajé mi mirada, dolido y avergonzado me encontraba.

 No me gustó que estuviera así por mí.

Camine hacia su cama y en las sábanas blancas le deje una llave. Luego camine directo a la puerta sin verla, no tenía la valentía de verla así en ese estado tan temeroso, no quiero que ella piense que soy un cochino animal.

Renata.

Luego que me trata como si fuera su puta prisionera, camino hacia mi cama y dejó una llave ¿Que mierdas significa eso? ¿Acaso ya deje de ser  su prisionera? ¿Por qué me dejó una llave?  Podría escapar fácilmente sin que se diera cuenta.

La intriga hacia explotar mi cabeza, la angustia sobrepaso mi miedo y sin pensarlo pregunté—¿Por qué me das una llave? —mi voz aun se escucha llorosa, él detuvo su caminar enseguida y dándome la espalda, dijo—No eres mi prisionera. Te puedes ir cuando quieras. —su voz se escuchaba malditamente nostálgica, sin embargo apenas se terminó de ir no dude en irme de la mansión.

Usaba un vestido rosa pálido holgado de la cintura, la señora E o mejor dicho Hellen había seguido perfectamente bien las órdenes que el señor A le había dado. Me busco la mejor habitación, me baño y me vistió con la mejor ropa, sin embargo tantos lujos no me hicieron cambiar de opinión y sigilosamente salí de mi habitación sin que nadie me viera... Corrí por el enorme pasillo oscuro hasta llegar a las escaleras las cuales baje sin ningún problema, paso una cocina y corro más rápido al ver la salida. Me detuve. Sí, me detuve al verlo parado enfrente de Hellen.

—He arruinado todo.—su voz estaba triste—¡Maldición! Ella en cualquier momento no dudara en irse.—le comentaba el señor A, a Hellen mientras ella leía un libro. Yo me encontraba escondida detrás de la puerta de su despacho. —¿Por qué no le has dicho la verdad? —pregunto Hellen totalmente serena mientras seguía con su lectura.

—¿Qué? —Gritó sorprendido—¿Me crees loco? —Dijo y Hellen se quitó sus lentes.

—Lo digo en serio ¿Por qué no le dices la verdad?

El señor A, suspiro y se dejó caer en el sofá junto a Hellen.

—No me creerá que desde el primer momento que la vi me enamoré como un loco de ella, y la entendería, no es normal que estas cosas sucedan. Nunca me había pasado algo así, debe ser porque desde hace tiempo la había esperado a ella... Renata no creerá que yo estaría dispuesto a darle el mundo con tan solo verla sonreír, ella no creerá que yo, un extraño solo está dispuesto a amarla sin recibir nada a cambio. —expresó nostálgico.

Hellen lo miraba consolándolo.



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En el texto hay: mafia, drama, amor

Editado: 02.07.2023

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