Nueva York.
Hundido en alcohol me encontraba, estaba en la que era su recamara.
¿De verdad me olvido? —pregunté al aire.
“¡Obvio! De lo contrario no hubiera hecho otra vida sin ti, idiota” Mi subconsciente respondió.
No paraba de beber.
Unas lágrimas se mostraron por mi rostro. Me encontraba más roto de lo que imaginaba.
¡Maldita sea! ¿Qué estoy diciendo?
“¡Ya olvídala Andrés! ¡Ella no es para ti!” Me dije a mí mismo.
Salí de su habitación y desgraciadamente me la topé a ella, a Hellen.
—¿Otra vez en su recamara? —me miró fijamente con decepción.
—¡No es tú problema! —respondí indiferente alejándome de ella.
Sé que le molesta que la tratare cortante, le molesta muchísimo.
—Se casará. En dos días será la boda. —enunció molesta. —Te lo digo porque te quiero. Odio verte sufrir, se que amas a Renata, así qué ya de una puta vez anda a buscarla o la perderás para siempre imbécil. —la última palabra la gritó con fuerza. —¡Y no vuelvas a tratarme así! ¡Sabes muy bien que lo detesto! —recalcó y luego se desvaneció de mi vista.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza al deducir que Hellen otra vez tenia la razón, no puedo permitir que se case sin antes pedirle perdón.
Fui a mi habitación a quitarme está ropa con mal olor, me peine un poco y me coloque mi mejor traje negro. Posteriormente, baje las escaleras corriendo, abrí la puerta de salida pero Emilio me detuvo.
—¿Va algún lado, jefe? —me preguntó sorprendido mientras pulía con un pañito la camioneta.
—Saldré. Pero no contigo ¿Has visto a Mario? —pregunté agitado. Necesitaba llegar rápido a Míchigan.
—Lo vi hace rato echando combustible al Jet, debe estar todavía en la pista. —expresó Emilio y sin despedirme. Sin agradecerle. Corrí hacia la pista de vuelo. La pista la construyó hace años mi bisabuelo, en esa pista se distribuyeron los primeros cargamentos de coca, por lo cual posee un significado especial en mi familia.
Minutos después me encontraba en mí aeropuerto privado, Mario estaba aún echando combustible al avión y me acerqué enseguida a él.
—Necesito volar a Míchigan ¡YÁ! —manifesté agitado, por lo cual Mario saltó un poco de impresión.
—¡Señor A! —expresó congelado.
—Dije que necesito volar a Michigan ¡YÁ! —volví a repetir frunciendo el ceño. Y al instante de ver mi cara llena de rabia, con las cejas inclinadas y con la mirada enloquecida, corrió a prender el motor del avión.
Subí.
Y tiempo después estábamos arrancando rumbo a ese pueblito, donde se encontraba mi verdadero amor.
Renata.
Míchigan - Norte.
Me casaré en Dos días. Dos putos Días.
Cuando llegamos a casa todos nos esperaban con globos y confeti para celebrar, todos estaban felices. No fui capaz de arruinar esa felicidad.
Estoy consciente que dije que sí, pero sinceramente no estoy segura en que si hice lo correcto.
¡Joder!
Estoy en mi habitación viendo por la ventana queda al patio de mi casa, veo como mi padre felicitar nuevamente a Lucas por nuestro compromiso y se me arruga el corazón.
Debo confesar que me siento culpable. Le estaba mintiendo a una de las personas que más me ama en el planeta. Conozco a Lucas desde hace años, lo he visto crecer y él a mí, lo conozco lo suficiente que sé que si le digo la verdad morirá de tristeza. Tal vez, la primera vez no lo hizo porque seguramente tenía la esperanza de que algún día yo regresara. Lo más loco es que lo hice, regrese, pero lo hice enamorada de alguien más. Y si le digo a Lucas que estoy enamorada de alguien más, sé que él me odiara para siempre y... ¡Cristo Jesús! No quiero eso.
~*~
—No me gusta. Me hace ver fea. —Le dije a Celeste. Estábamos en la tercera tienda para comprar el vestido de novia.
Se acercó a mí.
—¿Qué no te gusta en realidad? ¡Porque te ves hermosa! —Dijo Celeste. Me encontraba parada enfrente de un enorme espejo, me sentí mal y en la mirada se me notaba.
—No estoy segura de querer usar un vestido blanco. —Dije. Debí decir que no estoy segura de casarme.
—Está bien. No te preocupes. Podemos entrar a la tienda del señor Johns, él tiene hermosos vestidos de colores.—expresó Celeste y no noto que algo pasaba.
Sin embargo, seguimos buscando el vestido ideal.
“Tal vez, quedarme en este pueblo y convertirme en ama de casa es mi destino”. Murmure entre dientes.
Suspire.
Señor A.
Hace horas estoy aquí, he aterrizado sin ningún problema. Estoy en la camioneta paseando por el pueblo esperando que Hellen me pase la dirección de Renata, estoy a punto de enloquecer ¿Por qué se tarda tanto en enviármela? ¡Quiero verme con Renata, ya!
****
Mansión Garrity.
Hellen.
No me recordaba la dirección de mi hermana, estaba haciendo memoria cuando me congelé al escuchar la noticia.
—Jefa. Tenemos un problema. —Manifestó Emson mi hombre más fiel y amante también.
Enseguida presté toda mi atención a sus palabras.
—Fui a llevarle comida al prisionero y no estaba. Sebastián se ha escapado. —me comentó y mi teléfono cayó al piso.
Un escalofrío recorrió mi piel haciendo latir rápido mi corazón.
—¿Cómo es posible? —pregunté a gritos enojada.
Emson tembló.
—No lo sé. Nadie vio nada y las cámaras dejaron de funcionar hace horas.
—Son unas cuerdas de imbéciles todos. —Camine furiosa al sótano— Quiero que mates a todos lo que le tocaba guardia hoy. —ordené furiosa. La sangre me hervía, las venas en mi cuerpo estaban a punto de explotar y me descontrole.
—¿A todos? ¿Seguro? —su impresión la reflejo en su ojos.
—¡Sí! ¡A todos! —apretó la mandíbula—No quiero a ningún traidor vivo. Sebastián no pudo haberse escapado solo, tuve que necesitar ayuda. —dije analizando la situación.