Señor A.
–¡Dios! No sabes el peso que me quitas de encima, pensé que te habías muerto–suspire– Y... si tú mueres, me tocaría morir contigo. –le dije con millones de lágrimas a punto de salir de mis pupilas. Tenía que decirle, lo mucho que la amaba, y que mi vida sin ella no tenía sentido.
Ella me toco la mano derecha y al momento ambos nos miramos.
–¿Lo nuestro es real? –Renata me preguntó.
–Temo que sí–sonreí–Es más que real–dije conmocionado de felicidad.
–Entonces. Necesito que bajes de este puto puente, controles tu episodio de paranoia y vayas director a la clínica a estar conmigo. –expresó al mismo tiempo que su imagen se desvaneció de mi lado.
Al instante sacudí la cabeza, me sequé los putos ojos y fui enseguida a verla.
[...]
Tiempo después me encontraba abrazando a Hellen.
–Ella sobrevivió–dijo Hellen emocionada mirándome. Sonreí.–No lo vuelvas a arruinar, quizás no tengas otra oportunidad–indicó.
–Descuida, he decidido que esta vez todo será diferente. ¿Recuerdas esa isla en Noruega?
–Sí. Tú madre adoraba vacacionar ahí, decía que se sentía normal cada vez que iba allá.
–Exactamente, por esa razón me mudaré con Renata para la isla. –Hellen se sorprendió.
No estaba contenta, lo podía ver en su rostro, sé que le dolerá estar lejos de nosotros pero es lo mejor. Quiero vivir una vida tranquila, a pesar de que sé que soy un maldito criminal que ha matado más personas que la primera guerra mundial, sinceramente creo que Renata estaría feliz en Noruega, viviendo una vida sin dramas y conflictos peligros, que la vida que tengo en Nueva York me trae.
No seguiré con el negocio familiar, aunque estoy claro que no me podré salir tan fácil. Simplemente dejaré a alguien en mi lugar...
Respiré.
–¿No dirás nada? –le pregunté a Hellen, le había contado mis planes y no digo nada, inmóvil estaba.
–No. No tengo nada que decir. –Respiró profundo y soltó diciendo– Sé que ambos disfrutaron la vida allá.
La conversación con Hellen se volvió larga e intensa hasta que el doctor que atendía a Renata me comentó que ella estaba preguntando por mí. Corrí enseguida hacia ella y verla acostada en una camilla con tubos pasándole oxígeno por su boca, me hizo sentir fatal y al tocar su mano me derrumbé.
“Pense que era un soldado fuerte, pero me equivoque, no era un soldado fuerte como aparentaba. No era ese soldado fuerte que papá me hacía creer"–pensé.
–¡Dios mío! Te amo tanto. Lamento mucho todo lo que pasó. –expresé en lágrimas. Ella apenas podía moverse, quería hablar pero la detuve. –No. No, hace falta que digas algo. Solo escúchame...
Renata.
No siento mi cuerpo, mi mente está confusa, supongo que son las consecuencias de haber recibido una bala.
Andrés, no para de disculparse, aun sostiene mi mano pero yo solo pienso en ese extraño sueño donde él quería morir.
El sueño pareció tan real, que me puso a pensar ¿Si, realmente lo soñé?
Los días fueron pasando y mi recuperación fue mejorando.
La movilidad en mi cuerpo regresó, podía respirar por mí misma, me casé finalmente con el señor A, mi madre estuvo conmigo durante todo el proceso y todo marchaba perfectamente en mi vida.... Bueno, hasta que lo recordé... Estaba arreglando maletas para salir de la clínica cuando....
–¿Estás lista para irnos? –dijo el señor A, desde la puerta de la habitación que me acogió desde que ingrese moribunda.
–No lo sé... –la nostalgia se me notó.
–¿Qué sucede? –él enseguida se me acercó acariciando mi mejilla.
Suspiré.
–Hay algo que debo preguntarte... O más bien decirte. --comenté tomando sus dos manos.
–Está bien. Dime, sin miedo.
–¿Me amas? –pregunté desordenando su mente.
–¿Qué?
–¿Que, si me amas?
–Claro que te amo ¿Cómo puedes tener dudas?
–No son dudas. –suspiré–Solo trato de entender, ¿Por qué querías saltar de ese puente para acabar con tú vida? –exclamé.
Señor A.
¿Cómo demonios pudo saber eso? Se supone que estaba delirando, ese episodio no se lo he encontrado a nadie.
–¿Quién te dijo eso?
–Nadie.
–¿Y cómo lo sabes entonces?
–Estuve ahí.
Por un momento pensé que me estaba agarrando para loco, pero al ver con la serenidad con que me lo contó, supe que no mentía.
–Entonces si estuviste allí, sabes por qué no salte.
–Solo recuerdo que estabas a punto de quitarte la vida, cuando de repente llegó alguien y esas ganas de morir huyeron… luego no recuerdo más nada–dijo Renata.
Sonreí.
Y ella me atacó molesta.–No deberías sonreír. Me siento confundida, por qué demonios querías tener con tu vida cuando yo batalla para salvar la mía, y lo hacía por ti. Para estar contigo.
Me acerque a ella cariñosamente, la mire a los ojos y…–Iba a morir, porque creí que habías muerto. No me imaginaba una vida sin ti…La persona con quien hablaba en el puente, eras tú. Creí que había tenido otro episodio de esquizofrenia, pero esto me confirma que nuestras almas están destinadas a estar juntas, no importa en qué plano terrenal están.–dije y la besé. Le dio un beso profundo, uno de amor como nunca antes había dado.